Esplendor geométrico


Real Murcia, 0; Éibar, 0.
Bramaban las fresadoras, los puentes vulcanizados, los motores, los ejes y las poleas. Sobre el césped llevaban caretas de soldador hasta los recogepelotas, con una sola excepción, la del mediapunta melenudo del Éibar que gobernaba todo el campo. Ese Jota Peleteiro ha pintado de rosa las paredes de la vieja fábrica, y donde antes sólo sonaba rock radical vasco para hacer más llevadera la fundición, ahora se tolera el dream pop y las canciones de Lori Meyers.

Mientras el estruendo de los martillos percutiendo los yunques lo invadía todo, imaginaba yo lo que podría estar pensando el aficionado de algún Primera en apuros que estuviera viendo el partido por televisión: madre mía lo que nos espera si bajamos. El Murcia estuvo a la altura en esa orgía de ingeniería industrial, con una segurísima mordaza para taladros de columna (Casto amarró el punto con dos paradas soberbias al final), certeros acoplamientos para ejes (cambio a defensa de cuatro en la segunda parte para intentar llevarnos el partido) y un eficaz centro mecanizado de producción (Toribio y Eddy evitaron la corrosión que pretendían sembrar Jota y sus camaradas). Solamente hubo dificultades en la máquina de superacabado con cinta abrasiva, porque Kike no tenía el día, y Saúl se empeñó en tocar los botones de colores en vez de hacerlo fácil. En cuanto a Malonga, persiste la sensación de que es de letras, y aunque las instrucciones de la maquinaria estuvieran en su idioma, quizás le resultaría complicado entender exactamente de lo que hablan.
 
Fue una batalla entre dos equipos incansables hasta la irritación, en la que el Murcia puso las aproximaciones, la sensación de gol inminente, y el Éibar las ocasiones en espasmos. Ninguno de los dos se conformaba con el empate, lo cual era compatible con que los jugadores sustituidos se retiraran caminando, con parsimonia, en evidente muestra de respeto por el rival y de aprecio por el punto. En la segunda parte había miradas afiladas en las gradas, porque aunque nuestras prensas hidráulicas sean de segunda mano y compradas en el mercado negro moldavo, seguimos permitiéndonos ilusiones, y además, tras la salida de Malonga y el paso a la defensa de cuatro, Julio Velázquez se había quitado la chaqueta y se había quedado en mangas de camisa. Los tuvimos encerrados, agobiados, y algunos hasta escucharon cómo chirriaban sus cintas transportadoras de aceros refractarios, las mejores de la categoría. Sin embargo, resistieron. Y no sólo eso, sino que en los últimos quince minutos salieron de sus hornos de propano dos llamaradas que chamuscaron las coronillas de todos los que estábamos allí, menos la de Casto.
 
Cuando todo acabó ninguno de los dos estaba triste, porque no había parpadeado ninguna luz roja, porque ningún sistema importante había fallado. Y los dos, veteranos de este oficio, saben que en Segunda se trata exactamente de eso.

Real Murcia: Casto; Molinero, Alcalá, Truyols, Dani Bautista, Iván Moreno (Wellington, m.58); Toribio (Malonga, m.66), Dorca, Eddy;  Saúl Berjón (Albiol, m.86) y Kike.

1 comentario:

  1. Es un placer leer sus crónicas, casi tanto como ver aquellas carreras, melena al viento y calcetas por los tobillos, de la Bruja Moyano por las bandas de La Condomina...

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