Una foto de un lugar en el que jugaste


Valladolid B, 0; Real Murcia, 1
Alguien subió a twitter una foto del Murcia justo antes de empezar el partido, los once todo de grana agazapados en su mitad del campo y afilando ya los machetes. La foto congelaba a los jugadores allí de pie sobre un césped artificial, pero allí dónde, eso es lo que te preguntabas al analizar el conjunto de la foto, allí esperan nuestros jugadores a que el árbitro pite el comienzo, pero allí dónde, es eso de verdad un estadio de fútbol o es una pista de hockey hierba en mitad de la luna. Y esos árboles tan altos y sin hojas que asoman en la foto son de esos árboles que odian el mar, ¿verdad? Árboles incompatibles con el sur, árboles que en Murcia se suicidarían haciendo una fotosíntesis invertida, árboles capaces de mugir si están a menos de cien kilómetros del mar, sí, sí, un mugido arbóreo, un lamento de cortezas; árboles a los que les brotan piernas si los injertas en Mazarrón y árboles que usan esas piernas para volver a Castilla la Vieja caminando tranquilamente por la cuneta de la autovía de Albacete.

Tras los árboles, al fondo, colinas amarillomarrones y verdegrises que parecían haberse escapado de un libro de Delibes, perfectas para caminar por ellas si tu apodo es El Mochuelo, tu plato favorito la sopa de ajo y sabes manejar una escopeta de perdigones desde los seis años. Ése era el marco, ése el entorno. En ese José Barnés mesetario jugaba el Murcia, en esa embajada de la luna en Castilla arrancábamos 2015, y contra quién, sí, sí, contra un filial.

Pasan los años pero los filiales siguen ahí, como las tazas con foto de Audrey Hepburn, como los masters a distancia, están y están y están y ya nunca se van a ir. Para acabar con el estorbo y la adulteración que suponen los filiales en ligas de verdad y para acabar con esas aberrantes tazas de Audrey Hepburn se necesitarían héroes de los que carecemos, ciertamente héroes que acepten la etiqueta de locos a corto plazo, sólo a corto plazo, “es un loco, ha expulsado a los filiales de las ligas de verdad y ha prohibido el merchandising de Desayuno con diamantes”, eso dirían, obviamente, pero sólo durante el tiempo más breve, porque a medio y largo plazo nadie sería capaz de rebelarse contra la evidencia de que a ese individuo no sólo no le corresponde la etiqueta de antihéroe loco, sino que la etiqueta correspondiente y adecuada es la etiqueta de héroe cuerdo. Al principio, loco por unanimidad, lógicamente, pero no mucho más tarde, unánimemente cuerdo, con toda lógica. Esta sociedad necesita con urgencia locos (así denominados inicialmente) porque en realidad lo que esta sociedad necesita son cuerdos (denominados así después), y sin embargo lo que esta sociedad tiene son defensores de la adulteración de una competición futbolística (locos al principio, locos después) y defensores de las tazas de Audrey Hepburn y los masters a distancia (locos inicialmente, locos después).

Serían necesarios muchos pequeños gestos, una concienciación progresiva de abajo a arriba, empezando por los niños. Sería necesario que un chaval de seis años se sentara en las rodillas del paje de los Reyes Magos del Corte Inglés y que le dijera, muy serio: mírame a los ojos y presta mucha atención, paje, porque voy a susurrarte la única cosa que quiero de regalo este año: una liga de filiales, paje, una puta liga de filiales que no me haga sentir vergüenza al ver a Barbazul Acciari jugando contra tipos del Valladolid B que no saben ni afeitarse. Y sería necesario que el paje no sudara ni tragara saliva confuso, sino que le devolviera al niño una mirada aún más intensa y le respondiera: es la puta obsesión de Melchor, chaval. Además de querer cargarse las tazas de Audrey Hepburn, está obsesionado con evitar que un equipo de plástico pueda jugar contra otro equipo de verdad. Entonces, niño y paje terminarían fundiéndose en un abrazo, y etcétera etcétera. Necesitamos esos pequeños detalles para que poco a poco el mensaje cale, para que así algún día el loco cuerdo correspondiente se vea respaldado, y acabe de esta manera la aberración de que el Murcia o el Racing de Ferrol o el Torredonjimeno tengan que visitar estos estadios sin alma habitados por equipos sin alma. 

¿El partido? El partido es una estadística de @numerosgrana: todos los encuentros que hemos ganado esta temporada han sido con Acciari y Albiol de titulares. La victoria les sigue como su sombra dondequiera que ellos mandan. Dio igual que el Valladolid B fuera mejor en la primera parte y que incluso con un jugador menos en la segunda mitad tuviera un gol cantado para desmoronarnos; apoyados principalmente en Fernando, encontramos la manera de salir felices de aquella trampa. No fue fácil, porque los minutos pasaban, el ánimo decaía y parecía que 2015 nos pondría la misma mueca gruñona y enfurruñada que su antecesor. Sin embargo, cuando ya nos resignábamos, Rubén Sánchez sacó algo punzante, no se sabe bien qué, y a este nuevo año que estaba tan serio le dibujó la sonrisa del payaso. Bramó el Pisuerga, mugieron los árboles con prejuicios, aullaron las colinas de Delibes y rugieron los valientes aficionados del Murcia en esas gradas lunares. La moraleja era evidente: si este año tampoco quiere darnos lo que es nuestro, se lo vamos a sacar por la fuerza.

Real Murcia: Fernando, Jose Martínez, Jaume, Prieto, Pumar, Acciari, Armando, Albiol (Isi, 62’), Arturo (Rubén Sánchez, 75’), Jairo y Gerard Oliva (Xavi Marqués, 87’).
Goles: 0-1. Rubén Sánchez (80'). 
Luis María Valero  @Mondo_Moyano  torremendolliure@gmail.com

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