Muerte mental en el Nuevo Parra


Real Murcia, 1; Toledo, 2
El colegio Parra de Murcia siempre ha sido el edificio de mi tierra que más miedo me ha dado, ha sido el número uno de lo arquitectónico-terrorífico para mí, a partir de aquella mañana de sábado en la que el equipo de futbito del Parra traumatizó todas las preadolescencias de mi equipo (Maristas) con su impecable asalto por la fuerza sobre la pista de aquel colegio-madriguera. Mis compañeros y yo fuimos allí con la inocente intención de jugar, pero ese verbo no nos dejaron conjugarlo; nosotros no jugamos, sino que fuimos jugados por niños-hombres sin escrúpulos que revolcaron nuestra niñez por el cemento. Yo realmente comencé el partido como niño y lo terminé como postniño, muchas lecciones de adultez aprendí por el camino, durante esos minutos en los que todo pareció dar vueltas entre alaridos, durante esos minutos en los que ese colegio, sus baldosas, sus paredes, sus humanos, su todo, se encaramó al número uno en mi ranking de lo arquitectónico-terrorífico. Ahí, en lo más alto, ha estado el Parra desde entonces. Hasta ahora.

Nueva Condomina, mi propio estadio, ha dado la sorpresa en ese ranking, se ha hecho con el liderato gracias a su regularidad precisamente en el terror. Las piedras de nuestro supuesto hogar deberían proteger, a priori, pero diez años de existencia bastan para concluir que las piedras de Nueva Condomina no sólo no protegen, sino que desprotegen. Son piedras que conspiran. Estaba yo haciendo la cola en la puerta 4, antes del partido, y ya escuchaba a mi estadio tramar contra su propio amo, como viene haciendo en los últimos años. Debería haber fraternidad con nuestro propio estadio, pero sólo hay cautela e incluso supercautela: sí, sí, eres mi hogar, pero no me fío de ti. 

Esa desconfianza que nace del desvarío se contagia de las piedras a los humanos, porque culpar a las piedras no es bastante: una vez afectados por el trastorno de la derrota, se termina trasladando responsabilidades también a los que nos han acompañado en esos partidos fatales de fin de temporada. Los días del Hércules, Córdoba o Toledo hemos mirado a nuestra izquierda, luego hemos mirado a nuestra derecha y hemos tomado nota de nuestros humanos contiguos, para sentenciarlos. "Nunca más sentarme junto a este individuo", nos hemos dicho, sospechando que ese humano tiene algo que ver en la sucesión de catastróficas desdichas. A esos los dejamos caer por la trampilla, de manera que abajo del todo no hay más que cadáveres apiñados: el humano que tuve a mi lado el día del Córdoba, el del día del Hércules, etcétera. Nueva Condomina es una reunión de hombres que accionan trampillas sin parar, de hombres que intentan averiguar el origen de la maldición, tanteando a ciegas. Esos hombres, en su investigación, terminan incluso sospechando de sí mismos. "¿Soy yo?", se dicen. "¿Mi equipo no gana por mí?". "¿Es porque yo no me lo merezco?". Primero miramos mal a otros humanos, pero luego nos miramos mal a nosotros mismos. Una cosa de locos.

Y sin embargo, el césped es todo. Desde la coherencia, ya apagado el trastorno, todo lo del césped asoma como lo único. El Murcia no va a subir a Segunda porque, en su primera eliminatoria, sufrió un Parra por parte de su rival: no jugó, sino que fue jugado por los de verde tanto en Toledo como en Murcia. Toda la eliminatoria ha sido un gigantesco niños contra postniños. Ya la primera media hora del partido de ida en Toledo insinuó la cruda realidad: ellos eran mejores, o al menos lo parecían, y además estaban mejor preparados y más ilusionados. El Murcia había ido desmoronándose en el final de Liga y ya era demasiado tarde para incorporarse, ya no podía cambiar de postura. Llegó a los partidos cruciales con una estocada que era aún más honda de lo que pensábamos.

En los dos partidos, el equipo abolió toda participación de los mediocentros en la construcción de juego, ninguno de ellos filtró un solo pase en condiciones, y puede que fuera algo deliberado. Se fiaron todas las opciones al balón largo (muchas veces buscando la cabeza de Isi) y a la segunda jugada, para deleite de los hombretones de verde. Si es que era ése el plan, se precisaba de un hambre mucho más voraz, de un despliegue físico y de personalidad que el Murcia no pudo ofrecer. Es eso: no es que nuestros jugadores no quisieran, es que no podían. El Toledo ni siquiera sufrió. Aparte del golazo de Isi desde fuera del área, apenas tuvimos una ocasión más en el partido, y transmitimos sensaciones de cadáver. Ya después del partido, un jugador de la plantilla me confirmó esas sensaciones al decirme que el equipo había llegado a final de temporada "muerto mentalmente", sin que él supiera explicar el porqué de esa defunción. Esta temporada 15/16 queda, por tanto, como la temporada en la que un equipo que parecía hecho de hormigón se terminó muriendo de mente. Yo sospecho que detrás de esas palabras tan borrosas (muerte mental) se esconde algo mucho más concreto, algo que no me atrevo a preguntar y casi que ya ni me interesa saber.

Los mejor parados, por supuesto, fueron los que no estuvieron sobre el césped, porque simplemente no les dejaron estar: me refiero a Aira y a Sergio García. Esos dos nombres han sido probablemente los que más hemos pronunciado en los domingos felices, cuando todavía llevábamos manga larga. El final amargo no puede provocar que todo caiga en saco roto: ahí quedan los temporadones de Sergio, de Fernando, de José Ruiz o del Chavero invernal. ¿Y ahora? Ahora el largo y cálido verano, sobre todo largo. Larguísimo. La decepción final nos deja más confusos y desorientados que indignados. De hecho, el final del partido no fue un final de furia y de acusaciones, sino un final silencioso, en el que estadio sintió piedad de sus propios jugadores, y trató de aceptar con resignación esta violenta decadencia que nos ha sobrevenido. A la salida del estadio, yo me preguntaba: a quién transfiero responsabilidades. ¿Al estadio Nuevo Parra? ¿A los humanos contiguos? ¿A la muerte mental de una plantilla de futbolistas? ¿Al Ucam? ¿Al destino? Estos días seguimos todos disparando a nuestros propios fantasmas, los fantasmas que escogemos.

Todo es debatible. Bueno, hay algunas cosas que no lo son. El Murcia debe unos 50 millones de euros, carece de patrimonio y su segundo máximo acreedor es un representante uruguayo llamado Paco Casal. Llevamos años siendo jugados, desde dentro, por tipos muy bien peinados que ahora dicen estar guiándonos a la salvación, tras ayudar a arruinarnos, y tras morder desde dentro (que cada cual imagine). Os conozco. Podéis agitar el fantasma del Ucam, y lo agitaremos con vosotros; podéis apelar al romanticismo de nuestro club, y nos tendréis allí. Pero habéis sido vosotros, desde dentro, el verdadero terror de este club. No las piedras, no el destino, no una plantilla humilde que ha rendido casi todo el año por encima de sus posibilidades; no, el terror habéis sido, sois vosotros. Aunque sigáis bien peinados, con bellos discursos y buenas voluntades. Si no vais a poner pasta o a traerla, piraos cuanto antes. Lleváis al Murcia sobre vuestras conciencias.

Real Murcia: Fernando; José Ruiz, Jaume, Tomás Ruso, Pumar; Sergi Guilló (Isi, 40′), Chavero (Arturo, 55′), Germán, Rafa de Vicente; Carlos Álvarez y Fran Moreno (Azkorra, 46′).
Goles: 0-1 (Mikel, 45'), 1-1 (Isi, 69'), 1-2 (Adrián, 84').

1 comentario:

  1. Estupenda reflexión, Luisma. Aunque nos duela.
    Pero ¿sabes una cosa? Ya casi se nos ha olvidado el Toledo, el Hércules y la madre que los trajo. Ahora tenemos todas las esperanzas en Paco García, en la gente que está trayendo, en el primer partido... ¡Cómo somos!
    Y eso que tenemos enfrente el impresentable del repartidor de cátedras.

    ResponderEliminar