Remontar

Alejandro Oliva [@betandtuit]

VCF Mestalla, 2 ; Real Murcia, 1.
Supongo que al nacer todo el mundo tiene la misma confianza en remontar un partido, o lo que haya que remontar, independientemente de cuál sea su lugar de nacimiento. Que da igual ser de Santomera, de Logroño o de Vancouver para creer que algo que ha empezado mal puede terminar bien. Supongo que, como casi todo, es un rasgo cultural, algo que vamos aprendiendo en nuestro entorno. En La Condomina vieja siempre me fascinó nuestra poca fe en que el Murcia pudiera levantar un partido cuando se torcía. Un 0-1 solía ser un bofetón que nos tumbaba: daba igual que el rival fuera el Barça o el Gavà. Un 0-2 ni te cuento. O sí, voy a contártelo: un 0-2 antes del descanso era marcharse directamente a casa, abatido, segurísimo de la derrota. Supongo que será algo relacionado con la fe, con la confianza en uno mismo y en el mundo; con la tenacidad, con el coraje para seguir y seguir cuando todo parece perdido; con las pocas ganas de sufrir en el fútbol, que ya se sufre bastante en la vida: mejor anticipar la derrota, pasar el mal trago cuanto antes, ponerte a salvo. Mejor abandonar que sufrir. Supongo que será algo relacionado con todo eso. Después veíamos en Estudio Estadio esos campos míticos capaces de remontar cualquier resultado, incluso en pocos minutos, pero lo veíamos como algo ajeno a nosotros, de otro mundo, de una galaxia lejana donde sucedían cosas tan extrañas e insólitas como remontar partidos de fútbol. Y con el tiempo olvidamos si por no remontar dejamos de creer en las remontadas o por no creer en las remontadas dejamos de remontar. Partidos de fútbol, o lo que haya que remontar, porque la cuestión, en apariencia trivial, se convierte en decisiva cuando caes en la cuenta de que la vida suele ser remontar, de que vivir es un poco tener que remontar cada día, con la seguridad de que ese partido, el de la vida, lo vamos a perder tarde o temprano.

El murcianismo eligió un escenario grande, Mestalla, para celebrar su esplendor, su mejor momento de las últimas décadas. Porque el Murcia estaba mejor hace 10 años, ascendiendo a Primera y con 25.000 socios, pero era un estadio tan lleno de gente como vacío de murcianismo, nada que ver con el de los más de 5.000 desplazados a Valencia, ilusionados, movidos por algo que no tiene nada que ver con el espectáculo. El murcianismo eligió un escenario grande, que se nos hizo algo grande a todos, tanto en la grada, donde nos vimos sorprendidos por el entusiasmo de la hinchada filial; como en el campo, donde el ritmo y la chispa de los chavales, alguno ya zagalón, nos pudo dejar noqueados allí mismo, en un par de tramos duros de partido que se hicieron largos y nos llenaron de dudas. Pero el Murcia se mantuvo en pie en esos momentos críticos, y hasta tuvo las dos ocasiones más claras, en las que rozó un empate a dos que hubiera sido divino, pero que finalmente no llegó. Toca remontar. Toca revolvernos contra nuestra tradición cultural, que ya se pronuncia dando la eliminatoria por difícil, por casi imposible, por perdida en su versión más radical. Algunos creían que no sólo íbamos a subir, sino que íbamos a subir sin sufrir, sin afrontar ninguna adversidad. Pero la vida suele ser remontar, saber encajar y levantarse, seguir y seguir cuando todo parece perdido, saber sufrir. Con la seguridad de que ese partido, el de la vida, lo vamos a perder tarde o temprano; pero con la esperanza de que hay otro partido, el del Murcia, el del murcianismo, que nunca dejará de jugarse.

Real Murcia: Simón; Juanjo, Golobart, Josema, Pumar; David Sánchez, Armando, Javi Saura (Adrián Cruz 73'), Rayco; Guardiola, Víctor Curto (Elady, 82).
Goles: 1-0, Zagalón (34'), 1-1, Armando (44'), 2-1, Zagalón (58').


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