Pepe



Oliva B (@beandtuit)
Real Murcia, 1 ; AD Ceuta FC, 0

1. Tu primera palabra fue Pepe, o una de las primeras, junto a pan, gol y mamá, quién sabe, estuvo reñido. Pero Pepe sin duda era la que sonaba más fuerte, con más gracia. Tu primera palabra fue Pepe y quizá por eso nunca lo llamaste abuelo: Pepe fue siempre Pepe. Y no fue casual que Pepe fuera tu primera palabra, porque Pepe siempre estaba ahí, desde el día en que llegaste, desde primera hora en el hospital esperando para verte, sin moverse apenas de aquella oscura sala de espera. Y desde aquel día todos, de una u otra manera. En tus primeros paseos, acompañando siempre a tu madre, en tus primeras aventuras en el parque, o simplemente a tu lado, viéndote, con esa pasión que, cuando se vive en silencio, parece más auténtica. Siempre a tu lado, viéndote crecer. Tus primeros veranos, tus primeros baños, con el cubo y la pala en la orilla del Mar Menor. Aprendiste a montar en bicicleta casi sin esfuerzo, sin destrozarme el lomo como otros padres; él te enseñó poco a poco y sin caídas, con esa maestría suya para las pequeñas grandes cosas de la vida; con ese saber cotidiano para aparcar el coche en la sombra o disfrutar de la fruta del tiempo. Le gustaba sacar las sillas a la puerta en las noches de verano. Y las patatas asadas con un buen cuenco de ajo que, cuando tú lo buscabas en la mesa para echarte un poco, siempre estaba junto al plato de Pepe. Traerte los churros del Alborada justo cuando despertabas, que no se enfríen; cortarte el melón a tu gusto, sin la parte de arriba. Y una porción de pizza en Las Velas viendo contigo atentamente un Valladolid-Celta, por ejemplo. Un plato de gambas de la Tere, o dos, un poco de vino en la gaseosa fría. Vuestra sonrisa durante una mirada cómplice y vuestra mirada durante una sonrisa cómplice. Esas fabes con almejas que pudo probar a tu lado frente a una playa de Luanco. Un café solo, ardiendo, con algo dulce para comer, en una sobremesa a 39 grados, viéndote jugar con cochecitos, o con la pelota, o con la raqueta. Viéndote jugar. Viéndote crecer. No hay nada más. No hay nada menos. 

2. Pepe fue un fijo de aquella gloriosa Condomina de los 80 y de aquella no tan buena de principios de los 90. Me lo imagino en ese ambiente festivo con el que hay que ir al fútbol, con su hijo, su primo Sebas y Paco, aquellas tardes de domingo de fútbol a las 5 que terminaban con una cena en familia por el centro en el camino de vuelta a casa. Sólo después de sufrir el golpe más brutal que puede sufrir un padre en la vida, ese dolor que no tiene consuelo, ni cura, ni olvido, dejó de ir al fútbol. Después, ya sabes, quiso el azar que Pepe tuviera un yerno murcianista. Y entonces yo pude conocer uno de esos murcianismos en la distancia que jamás deja de serlo, uno de esos que nos ha permitido seguir siendo 100.000 cuando nos creíamos 3.000. Y más tarde, eso lo sabes aún mejor, tuvo la fortuna de tener un nieto murcianista. Entonces esa llama del murcianismo, nunca apagada, se avivó aún más. Le gustaba que fueras al Murcia. Que fueras del Murcia. Le gustaba hablar contigo del Murcia. ¿Cómo ha quedado el Murcia, Martinico? ¿Y cómo ha jugado? Esa será una de esas cosas que irás echando de menos desde ya. Ahora con un dolor extraño, entre la rabia y la tristeza. Quizá después lo hagas con una sonrisa. La vida es ese jodido vaso que un día verás vacío y otro lleno. Y los motivos para verlo vacío y para verlo lleno son los mismos: todo aquello que merece la pena. Cuanto más merece la pena, más dolerá. Pero cuanto más duela, más merecerá la pena. Jodido vaso. Puta vida.

3. Tu abuelo no era un superhéroe, Martín, ni un héroe, pero tenía superpoderes. Una maldita alteración genética que sufren una treintena de familias murcianas le dio un día el golpe más brutal que puede sufrir un padre en la vida, ese que no tiene consuelo, ni cura, ni olvido. Yo no soy capaz de comprender un dolor así, no soy capaz ni de imaginarlo. Ni de cómo será despertar cada día con un dolor así. Pero Pepe salió adelante. Jamás le escuché una queja, ni un lamento, ni un recuerdo doloroso. Pepe se tragó el dolor y siguió adelante. Con una actitud asombrosamente vital, dispuesto a hacer la vida mejor a todos sus seres queridos. El jodido vaso, el puto vaso, incluso cuando está prácticamente vacío, hay que verlo siempre medio lleno. Jamás le vi síntomas de apatía, o de desgana, al contrario; creo que fue un ejemplo de coraje, de interés, de disfrutar de las pequeñas cosas, de ganas de vivir. Frente a la tentación de que las cosas no importan, de que nada importa, dio una lección de vivir justo al contrario: todo importa. Cada pequeño detalle. El coche en la sombra, la fruta del tiempo, el cuenco de ajo, los churros calientes. Siguió adelante y lo hizo siempre dispuesto, ofreciéndose para todo a sus hermanas, a sus sobrinos, a sus amigos, a sus vecinos, que así lo recuerdan y lo recordarán. Una cabeza privilegiada, despierta, viva, atenta a todo y a todos hasta el último momento. Frente al dolor, un torbellino de vida. Frente a la pérdida, el amor a la vida, a los que se quedaban aquí. El amor a su hija por encima de todo. Ese es su legado. Sus superpoderes.

4. El Murcia ganó el domingo al Ceuta en un partido muy serio, que vino a confirmar, como venimos sospechando desde hace décadas, que este juego no tiene ningún sentido: sólo un mes después de tocar fondo frente al filial del Granada, el trabajo y los buenos resultados nos han convertido en un equipo brutalmente sólido y competitivo. En una temporada que ya se había calificado de horrible, en la que parte de la afición ha renegado del equipo con el tradicional odio de esta tierra, volvemos a llegar vivos al mes de mayo. Volvemos a estar ilusionados en primavera. No vieron el vaso medio lleno, está claro; no saben verlo. El Murcia ganó al Ceuta ante más de 18.000 personas, rompiendo así esa maldición que nos atormentaba en Nueva Condomina cuando el estadio supera la media entrada. Y en el abrazo cuando pitó el árbitro el final, en esa alegría, creo que los dos sentimos la punzada de ya no poder contarlo a tu abuelo. Cuanto más merece la pena, más dolerá, ya sabes. Pero cuanto más duela, más merecerá la pena. ¿Y cómo ha jugado el Murcia, Martinico? De alguna manera seguirás contándoselo, y lo harás con esa sonrisa vuestra durante una mirada cómplice. Eso es el Murcia, en el fondo, y por eso que gane o que pierda nunca será tan importante como todo lo que nos hace sentir. Eso es el Murcia, una de esas pequeñas grandes cosas que importan, como ese cuenco de ajo para las patatas asadas que, cuando lo busques en la mesa para echarte un poco, siempre estará junto al plato de Pepe. 


Real Murcia: Gianni; José Ruiz, Alberto González, Rofino, Marc Baró; Tomás Pina (Sabit, 78'), Larrea, Isi Gómez; Loren Burón (Pedro León, 68'), Carrillo (Amin, 68'), Dani Vega (Carrión, 77').
Gol: Marc Baró, 23'

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