Qué bonito es cuando salgo de casa para ir al estadio a animar a mi equipo y qué bonito es recibir un whatsapp con un audio de Chema Pujante cantando esa canción, ilusionado, antes de ir a ver al Murcia. Qué bonito es recibir, en general, un whatsapp de la lista de difusión de Chema Pujante. Si no conoces a Chema, lo más gráfico que puedo decirte es que si Ted Lasso entrenara al Murcia, Chema Pujante sería su mayor aliado en el entorno del club, su colega más fiel en Nelson Road o en la barra del pub donde se las toma -y qué bien se las toman- con Coach Beard. Si no conoces a Chema ni a Ted Lasso, me va a costar explicarlo. Pero lo voy a intentar. Chema Pujante es alegría inquebrantable, a prueba de descensos administrativos, es optimismo frente a toda adversidad, es no perder la sonrisa ni ante la peor de las hostias, es agradecimiento al Murcia y a la vida, a este ratico que pasamos por aquí y que algunos se empeñan, por alguna extraña razón, en vivirlo amargados. Chema sería uno más, uno de los buenos, en ese maravilloso universo del AFC Richmond que Ted Lasso humaniza capítulo tras capítulo. Conozco a Chema desde hace muchos años, es un tipo de mi quinta, del Murcia de siempre, de aquellos años en las que quizá éramos muchos, pero íbamos pocos. Chema es ejemplo de buen murcianismo heredado, que sigue transmitiendo. Y de un murcianismo muy lassiano, basado en la bondad y en la esperanza, en vivir intensamente cada pequeño detalle del Murcia, o en darle un sentido murcianista a cada pequeño detalle de la vida; en compartir todo lo bueno que nos pasa, que es mucho, y también todo lo malo, que también es mucho, en el caso del murcianismo, pero que cuando se lleva entre todos siempre es algo mejor. Chema siempre ha sido así desde que lo recuerdo, pero ahora encauza su pasión murcianista a través de esa lista de difusión de WhatsApp para sus amigos, entre los que tengo la fortuna de encontrarme. En este mundo de locura informativa, de saturación de opiniones, de estupideces varias, de mentiras y chismes y relatos que te invaden desde primera hora si te descuidas un poco, he terminado por apartarme de la actualidad, por intentar mantener la distancia con lo inmediato. Con dos o tres cuentas de tuiter serias y la listica de whatsapp de Chema me mantengo informado del Murcia, y justo con el tono que prefiero. Qué bonito es tener gente así cerca, que sean ellos los que te cuenten las cosas. Vemos con espanto que hay gente que viaja con su equipo para pegarse con otros, pero en cambio hemos normalizado que el fútbol se haya convertido en un lugar para menospreciar a los rivales y a los tuyos, para ridiculizar, para insultar. Si se falta al respeto a Morata, uno de los 50 mejores delanteros del mundo en este siglo, qué no se dirá del extremo del Manchego o de cualquier chaval que salta a un campo y tiene la desgracia de perder un partido. Cuánto se habla de salud mental y qué poco de tratar mejor a las personas en el día a día. Qué suerte que en estos tiempos aparezca Ted Lasso para engrandecer la inocencia y el buen trato. Qué suerte tener cerca gente que elige creer, que sabe aceptar la adversidad como parte fundamental de la vida. Y qué absurdo es andar jodiendo este ratico que pasamos por aquí. “Football is life!”, grita Danny Rojas al vestuario del Richmond para recordárselo. Lo mismo que nos recuerda todas las semanas, con otras palabras, mi amigo Chema Pujante. Qué bonito es.
El Murcia tenía en Antequera una espléndida oportunidad de colocarse arriba, pero en apenas unos minutos se le escaparon casi todas sus opciones. Después de cuatro años y unos 27.000 fichajes, el Murcia sigue dependiendo de un tipo humilde que en marzo cumple 32 años, un asturiano que nunca ha jugado en Segunda y que aterrizó aquí en cuarta categoría para hacerse imprescindible. Sin Alberto González Marín en el campo el Murcia es peor equipo y todos sus jugadores son un poco peores, y eso es lo que más debería preocupar a los que volverán a fichar a 27.000 jugadores de aquí al verano. Pero ese detalle, o que el Murcia se rehiciera tras el segundo gol y no estuviera tan lejos de empatar, pasó a ser lo de menos tras la derrota. Cuando se pierde no hay matices, y el que no califique la cosa de desastre es sospechoso de ser un blando. El Murcia había perdido, el liderato se alejaba y a partir de ahí todo análisis tiende a ser sustituido por el menosprecio o el insulto, por la crítica cruel, sin contemplaciones. ¿En qué momento se asoció con la inteligencia el ser un poco hijo de puta y el ser un poco bobo con la bondad? No sé. Pero puede que sea justo al revés. Acabó el partido en Antequera y, en ese clima nervioso y crispado, recibí el whatsapp de Chema Pujante, al poco de terminar: «El Murcia termina la jornada SEGUNDO (asciende un puesto), a 6 puntos del Líder y con 3 puntos de margen sobre el sexto clasificado». Un domingo frío de mitad de cuesta de enero, con todo el trimestre más triste por delante y después de un revés así, el tío lo había vuelto a hacer. Frente al derrotismo, tranquilidad y fe. Fue justo entonces, mientras ya le hacía la merienda a Martín, cuando recordé a Ted Lasso. Cuando llegué a ver a Chema compartiendo una pinta con Ted y Beard; cuando lo vi en ese vestuario, sonriéndole incluso a Roy Kent. Siempre con el que elige creer, con el que acepta así la adversidad. Qué bonito es tener gente así cerca, celebrar como sea este ratico que pasamos por aquí, pensé releyendo el whatsapp de Chema. Y desde la cocina escuché a Martín riéndose con su abuela, a la que le estaba enseñando una canción después de haber visto el partido, para cantarla a dos voces. “Cuando salgo de casaaaaa...”, cantaban los dos, en pleno cachondeo. “A animar a mi equipooooooo”. Qué bonito es. Vaya si es bonito.
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