Ismael: "Sólo veo algún partido suelto, y por obligación"


(Segunda y última parte)

Siempre se ha dicho que Pepe Mel fue el que pidió tu fichaje antes de irse al Tenerife. ¿Cómo fue exactamente tu llegada al Murcia?

Estando yo cedido por el Alavés en el Extremadura en la temporada 2000/2001 me llamó Pepe Mel interesándose. Me conocía, me había seguido y tenía mucho interés en que jugara en el Murcia. A mí me habían hablado muy bien de él y me parecía atractiva la idea de tenerle como entrenador. Además, sin yo conocer mucho el club ni la ciudad de Murcia me parecía una buena opción, teniendo en cuenta que yo jugaba en el Extremadura, que era un equipo potente pero que no dejaba de ser un pueblo de 30.000 habitantes. De todas maneras, con Pepe Mel fue con quien me vino a la cabeza la idea de fichar por el Murcia, pero él se marchó al Tenerife y con quien negocié el contrato fue con el Chato González. Fue una negociación dura. Quedamos a mitad de camino entre Murcia y Granada, en el Parador de Puerto Lumbreras. Estaba convencidísimo de que era un salto importante para mi carrera, que entonces, como profesional, estaba empezando. Y lo curioso es que aunque negocié con el Chato y él me demostró mucho interés, cuando tuvo que coger el mando del Murcia no fue con el que más feeling tuve.

Tendillo nos dijo que cuando llegó a Murcia en verano se asustó porque estaba desértica y no sabía dónde estaba la gente. ¿Qué impresión te llevaste tú cuando llegaste a la ciudad?

Hay varias sensaciones que recuerdo nítidamente. Cuando vine con mi hermano y entonces representante a firmar el contrato estuvimos por el centro, por la Gran Vía, por donde está El Corte Inglés, y comentábamos el cambio tan grande que iba a ser pasar de Almendralejo a una gran ciudad como Murcia. Al día siguiente firmaba y me presentaban. Me alojé aquella noche en el NH Rincón de Pepe, y yo pensaba: qué primera impresión tan maravillosa. Pero cuando llegó la hora de incorporarse al equipo en pretemporada las sensaciones fueron parecidas a las de Tendillo. El calor y la humedad eran tremendos. Llegas sin piso, entrenas mañana y tarde, así que no tienes mucho tiempo de visitar casas, estás perdido por las calles… Y te ves como un auténtico náufrago por la ciudad. Yo tenía claro que quería vivir en La Flota. Hasta que encontré piso, Murcia se hizo dura, pero luego nada más lejos de la realidad. Es una ciudad encantadora en la que estuve muy cómodo.

¿Por qué no funcionó el equipo esa temporada 2001/2002 que empezó Braojos?

Ahora que me he doctorado en el área de Psicología del Deporte puedo darle una explicación más profunda a todos estos cambios de rendimiento que a día de hoy siguen sin ser explicados en muchos equipos de fútbol. Existen una serie de factores a nivel de equipo, como por ejemplo son la cohesión interna, la implicación y la actitud competitiva de todos los jugadores por convicción y por motivación, que creo que faltaban en esa plantilla. No era un tema voluntario; escapaba al control de los jugadores. Ese líder carismático que es capaz de motivarte, de aunarte, de liderarte sin imposiciones, no lo teníamos en ninguno de los dos primeros entrenadores de aquella temporada. Braojos era muy buena persona y me parece un buen entrenador, pero no tenía ese mando necesario para sacarle el máximo rendimiento a la plantilla, no tenía esa dirección de equipo, que se llama en términos psicológicos. Lo mismo le pasaba al Chato González. Sin embargo, David Vidal sí supo conseguirlo, a pesar de que al principio hubo problemas de entendimiento. Él sí fue capaz de meterle a todo el mundo el pellizquito necesario para que todos dieran lo mejor de sí mismos. Y ese pellizquito no sólo nos valió para salvarnos esa temporada, sino que nos llevó al año maravilloso del ascenso.

Meter el pellizquito a la plantilla. ¿Eso es lo que distingue a los grandes entrenadores del resto?

Tras estudiar mucha psicología y después de escribir artículos al respecto, puedo darle una explicación científica a cosas que yo como futbolista sufría y que veía con claridad, pero no había datos que lo cuantificaran y lo dejaran reflejado. Yo veía cómo muchos jugadores pasaban en apenas dos semanas de dar un nivel del 95% a no llegar ni a la mitad de su nivel. Eso es algo en lo que no influye la preparación física. Tampoco influye el nivel técnico, que no lo mejoras ni lo empeoras en dos semanas, igual que el nivel táctico. Y entonces uno se pregunta: ¿cómo es posible que eso pueda ocurrir? Nos tenemos que ir irremediablemente a lo que ya es un grito en el cielo y algo clarísimo: la influencia determinante de los factores psicoemocionales del deportista. Y en ese campo tiene mucho peso el líder de un equipo, que es su entrenador. La motivación y la autoconfianza son los dos factores más importantes. También condicionan otros, como la capacidad para controlar el estrés y la ansiedad de las circunstancias que te rodean, la cohesión y la implicación con tus compañeros y con los intereses del equipo… Toda esa serie de factores aúnan tantas cosas tan importantes, que pueden conseguir que un jugador pase de dar su mejor nivel a no llegar ni a la mitad de sus posibilidades en apenas semanas.

Esa temporada 2001/2002 hubo muchas críticas, y partidos muy desagradables en La Condomina. ¿Hasta qué punto influye el comportamiento de una afición en esos factores psicoemocionales de los que hablas?

Influye mucho. Entiendo a las aficiones, porque tienen derecho a expresar su agrado o desagrado con lo que están viendo. Pero si son aficionados de corazón, y en Murcia he conocido muchos así, deben guardarse sus juicios negativos durante el partido. Tienen derecho a esos juicios, pero deben saber que así no ayudan absolutamente nada a su equipo. Cuando a un jugador se le pita, se le insulta o se le increpa, el aficionado debe saber que sólo está metiéndole estrés, ansiedad, tensión… Factores que van en contra del rendimiento. O sea, que sin querer, ese aficionado que silba y que teóricamente quiere lo mejor para su equipo, está dejando fuera de control las capacidades psicoemocionales del jugador. Conclusión final: disminuye el rendimiento, el equipo juega peor y tiene más riesgo de que los resultados sean malos. Es un círculo vicioso.

Un jugador muy querido para nosotros es Acciari, que llegó sin hacer mucho ruido en el mercado de invierno de esa temporada. ¿Recuerdas la primera impresión que te llevaste de él en los entrenamientos, y si ya desde el principio os transmitió su carisma?

Supe ver desde el principio que era un jugador importante, por algo muy sencillo: cuando alguien llega nuevo, de otra liga, de otro continente, sin ritmo, y ves que en poquísimo tiempo es capaz de integrarse tanto personalmente como dentro del terreno de juego, te das cuenta de que ese futbolista es especial. Desde los primeros días era capaz de influenciar al resto de compañeros con sus propias actitudes hacia el juego. Es decir, cuando tú lo veías entrar con esa agresividad, con esa convicción… Cuando ves que recién llegado es capaz de echarte un grito de apoyo, un grito de organización dentro del juego, entonces dices: ¡Tate, aquí hay futbolista! Además, es una persona con encanto personal. De hecho, a José Luis lo tuve yo en mi casa más de un día comiendo y echándole una mano para encontrar piso, simplemente porque me identifiqué con él y me pareció una persona encantadora.

¿Cómo fue la aventura en el Pierikos griego?

Aquello era un desastre. El país está así porque no puede estar de otra forma. Esa gente no conocía lo que es la norma, la ley, el cumplimiento, el compromiso. Yo estoy todavía de juicios, por dinero que aún me deben después de más de dos años. A nivel deportivo fue una experiencia buena, porque era jugar un año más y conocer otro fútbol, pero a nivel personal fue de un desgaste terrorífico. Hasta que el club me consiguió un coche tenía que ir en bicicleta a entrenar.

En catorce temporadas como profesional has estado en trece clubes. ¿Te habría gustado estabilizarte en alguno de ellos?

Me habría encantado estabilizarme en el Murcia, de eso que nadie tenga duda. También me habría gustado estar más años en el equipo de mi ciudad, el Granada, o en el Betis. Pero es cierto que he tenido que cambiar demasiadas veces de equipo y por tanto de residencia.

Compatibilizaste el fútbol con tus estudios, y actualmente eres Doctor en el área de Psicología del Deporte, licenciado en Educación Física y diplomado en Fisioterapia. ¿Te costaba mucho pasar de los entrenamientos a los libros?

Costar me costaba como a todo el mundo. Es mucho más cómodo tirarse en el sofá o bajarse al bar. Pero si quería ser doctor, y licenciado en Educación Física como mi hermano, y tener más carreras que los demás… Todo eso tenía un precio, sabía cuál era y yo estaba dispuesto a pagarlo. La gente me decía que si tenía más cabeza que el resto, pero no, yo lo que tengo es una voluntad probablemente superior a la de los que estaban a mi lado. Mientras ellos invertían el tiempo en otras cosas, yo lo invertía en mis estudios.

¿No te ves de entrenador?

A mí me contratan las escuelas de entrenadores para que forme a entrenadores, pero no tengo la vocación de entrenar. Sí me lo sugieren los profesionales del mundillo, me comentan que se me daría bien. Sin embargo, no tengo intención de sacarme la titulación. Me gustaría ser preparador físico o readaptador de un equipo profesional, pero a pesar de que estoy sin ataduras y sigo siendo un pájaro libre, supondría volver a una vida nómada e itinerante. Y he decidido que después de 18 años fuera de casa es el momento de la estabilidad. La estabilidad quiere decir que me afinco en Granada, y si no es el equipo de mi ciudad en el que entre o salga momentáneamente, no quiero irme a otro sitio. Te vas con un entrenador medio año a un sitio, medio a otro, ahora nos echan, ahora no sé dónde vamos… No. Quería estabilidad.

¿Sigues el fútbol? ¿Eres aficionado del Granada?

Desde que he vuelto a Granada no he ido ni una sola vez a Los Cármenes. No sigo el fútbol absolutamente nada. No vi ni el Atlético-Barcelona el otro día, por ejemplo. No me importa nada el fútbol. Solamente veo el Granada en vídeos por obligación, porque una vez por semana voy a hacer un análisis postpartido del Granada a una televisión local, y lógicamente para ello tengo que ver el partido, y a veces me cuesta trabajo hacerlo. Ahora tengo otras prioridades y otras motivaciones, como ser un preparador físico, un entrenador personal, un fisioterapeuta y un readaptador de lesiones de cierta entidad, y que se me conozca como tal. Ya se me conocía en su momento como futbolista, pero mi etapa ahora es otra, y no quiero que se me recuerde como futbolista, sino que se me vea actualmente como un tío que te saca de un problema cuando lo tienes o que te pone en forma cuando no lo estás. Entonces, como el fútbol me hace perder el tiempo, no le presto atención. Necesito invertir mi tiempo en leer artículos, en ir a congresos, en hacer cursos… Y el fútbol me pisaría eso. Creo que he sido un gran profesional del fútbol, pero debo reconocer que no he sido ningún gran aficionado ni forofo del fútbol. Así que veo algún partido suelto y casi que con sensación de obligación.

Imagina que tienes que contarle cómo eras como jugador a un seguidor del Murcia de doce o trece años que no pudo verte en su momento. 

Era un jugador muy desequilibrante en el uno contra uno. Mi fuerte era el ser capaz de desequilibrar un partido sólo con individualidades. También debo decir en mi contra que no me caracterizaba por ser un goleador, aunque jugara como interior o extremo, ni por mi intensidad defensiva. Sin embargo, creo que mi creatividad a la hora de resolver las situaciones tácticas en ataque me diferenciaba bastante del resto. Un jugador de mi perfil quizás sería Vicente, el extremo que jugó en el Valencia. De los actuales me identifico con Brahimi, el jugador del Granada.

Si hubieras sido lateral y te hubiera tocado marcar a Ismael, es decir, a ti mismo, ¿Cómo lo habrías hecho para limitar su juego? ¿Qué había que hacer para frenarte?

No le habría dejado recibir el balón al pie, y por supuesto me habría tenido que asegurar de no darle metros para que me encarase, porque si eso ocurría, el lateral podía darse por jodido con mucha probabilidad, siempre que yo estuviese con la autoconfianza a su nivel normal. Como en todo, hay días y días, y el grupo de jugadores denominados por los expertos como talentosos dependíamos y dependen mucho de la inspiracion.

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