Barcelona B, 4; Real Murcia, 0.
Fue
la improbable materialización del sueño de una mariposa. Fue una muerte tonta
de ésas que nadie se explica: Napoleón abatido por una maceta en el desfile de
celebración de la batalla de Austerlitz; Indiana Jones sufriendo un corte de
digestión en su piscina. Fue la excepción aliándose con el surrealismo. Fue lo
inverosímil: Batman tirado en una cuneta, con un mapa desplegado sobre el capó
del Batmóvil, incapaz de aclararse para encontrar la posición de los malos y
empezando a aceptar que tampoco sabe cómo volver a casa. Fue el traductor de
hebreo antiguo quedándose dormido el día de la segunda venida de Jesucristo.
Fue una abuela de Patiño preparándote un kebab.
Cuando el partido acabó nos quedamos un buen rato hipnotizados dentro de esa burbuja, embobados ante el ordenador, confusos. Sin embargo, pronto afloró el rencor: todos sabíamos que la historia pudo haber
sido muy diferente, que la mariposa había tenido dos sueños y que en uno de
ellos no nos anulan incomprensiblemente el gol legal de Kike a los tres minutos, así que nos ponemos 0-1, nos crecemos, apretamos puños y hacemos
juramentos; entonces colocamos los cepos, damos un pasito atrás y los esperamos
tras el alambre de espino para rematarlos al contragolpe. Era un sueño hermoso en
el que terminamos a tres puntos del ascenso directo, convertidos ya en ejército
poseído en su persecución, entre alaridos, quemando cada aldea a nuestro paso, y
con Wellington rogando a Julio que le permita sacar el arco, que estamos lo
suficientemente cerca para que nuestras flechas alcancen al Éibar.
Pero
no. Se hizo realidad el otro sueño de la mariposa, uno bastante tonto, espeso, en
blanco y negro, donde un linier chiflado nos machaca al principio, no
conseguimos cortar cabelleras en ese arranque y, al
poco, uno de los dos filiales que adulteran la Segunda División española se
aprovecha de nuestra ambición para ganar como no han ganado una sola
vez esta temporada en casa: a la contra, con metros para corretear e imaginar. En esta fase de la temporada nos enorgullece caer así: arriesgando. De hecho, el Murcia lleva ya unos cuantos partidos jugando a
conquistar el campo del rival, a invadirlo con catapultas y elefantes, y le estaba funcionando. Lo que
pasa es que ese adelantamiento de líneas también nos hace más vulnerables
atrás, sobre todo ante una selección de mejores jugadores del mundo en
miniatura.
Dado que no tenemos especial predilección por el masoquismo, no profundizaremos demasiado en lo que fue el partido. A
nuestro juicio, en la canción ‘Paliza’ de Astrud tenemos una descripción
suficientemente válida de lo que ocurrió: “El primer puñetazo me cogió
durmiendo, así que más que hacerme daño, me dejó perplejo. Luego una patada en
medio del pecho hizo que tuviera que afrontar los hechos: me estaban dando una
paliza”. Poco más. Y suena muy dramático, a que hubo mucha sangre, puntos de sutura, sirenas de ambulancias y secuelas que nos lastrarán. Pero nada de eso. Este
Murcia necesita algo mucho más contundente que eso para hacerse daño de verdad. “Y de pronto
paran y me levanto. Me sacudo el traje y me voy andando”.
Real Murcia: Casto, Mauro Dos Santos, Alex Martínez, Molinero, Wellington (Tete, min 56), Saúl, Dorca (Truyols, min 36), Eddy, Toribio, Kike Garcia y Malonga (Iván Moreno, min 66).
Goles: 1-0, Munir, min 12; 2-0, Dongou, min 15; 3-0, Edu Bedia, p., min 26; 4-0, Adama, min 63.
Te has hecho de rogar. Ahora ya puede dar comienzo la semana.
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