¡Bang, bang, bang!

 
El camino del hombre recto está por todos lados rodeado de las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Bendito sea aquel pastor que, en nombre de la caridad y de la buena voluntad, saque a los débiles del Valle de la Oscuridad, porque es el autentico guardián de su hermano y el descubridor de los niños perdidos.¡Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a los filiales que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos! ¡Y tú sabrás que mi nombre es Yahvé, cuando caiga mi venganza sobre ti!
Ezequiel, 25/17.

Real Murcia, 1; Real Madrid B, 0.
A los de la grada de animación se les puso cara de griegos. Había tanta gente en el Fondo Sur que por primera vez en años me preocupé de sentarme en el asiento numerado de socio que me correspondía, como si aquello fuera el Cine Rex. Estaban los de siempre, pero también vi muchas caras que no me sonaban de nada, y otras que me sonaban de hace unos años, cuando Samper todavía no era lo suficientemente malvado para evitar que vinieran al campo (o sea, cuando estábamos en Primera). Mientras observaba el calentamiento y trataba de explicarme la suplencia de Dorca y Welli, pensaba yo que menudo perfil difícil, ése. Me refiero a los que preguntan los lunes cómo ha quedado el equipo, y se hacen socios cuando estamos en Primera o es Clemente el entrenador, y luego, cuando regresan los malos tiempos dejan de ser socios alegando algo muy dramático, muy teatral, tipo “esta directiva me está echando del campo” o “ya no puedo más”. Y mucho tiempo después, cuando parece que ya se han ido para siempre, de repente les entran ganas de reaparecer, de acudir a partidos como éste, no sin antes pasar varios días deliberando y analizando si merece la pena “pagar tanto al Samper” por una entrada. Son días durísimos para ellos, días en los que viven una lucha interna titánica, digna de personaje atormentado de Shakespeare.

Y al final pagan la entrada, porque en el fondo, a su manera, es verdad que son del Murcia, y entonces llega el sábado y los ves subiendo las escaleras de la grada, medio despistados, y te dan ganas de decirles: pero hombre, no os compliquéis, dejaos de vaivenes y quedaos ya de una vez para siempre aquí con nosotros. Pero no se lo dices. Y es probable que no los vuelvas a ver hasta 2016, quizás, si nos toca algún grande en Copa, o si volvemos a tener opciones de ascender. Me cuesta mucho meterme en su piel y entender esa itinerancia, porque lo que hacen es algo muy parecido a especular: ahora Murcia sí, ahora Murcia no, y es raro especular con algo que debería ser un sentimiento. Pero ojalá se quedaran de verdad, porque el campo estaba muy bonito el sábado, y me gustaría que estuviera así de bonito siempre.

Es justo referirse también a la hinchada del rival: casi mil tiffosi procedentes de distintos núcleos rurales de Castilla, Alicante y Murcia (!) que parecieron en todo momento espectros llegados de un reino de ultratumba. Allí sentados, con los brazos cruzados, parecían gritar a todo el campo: no nos juzguéis, estamos echando el sábado. Si les cantábamos “¡A Segunda B!” permanecían inalterables, calladitos, como si no fuera con ellos, y ni nos insultaban ni nada. Estaban echando el sábado y nada les iba a estropear el día. Horas antes se habían montado en un vehículo que les había trasladado desde sus lugares de residencia a una ubicación relativamente lejana, y eso ya suponía una novedad importante en sus fines de semana. Ahora estaban cómodamente sentados en un recinto habilitado para competiciones futbolísticas, comiéndose un bocata sufragado por el Real Madrid, viendo jugadores moverse en busca de un balón, y al fin y al cabo la vida era esto.  

El público de los conciertos de Año Nuevo de Viena es una mezcla de ultras del Partizán de Belgrado y piratas somalíes, comparado con los tiffosi madridistas de aquí y allá que se dieron cita en nuestro estadio. Se hacía difícil no prejuzgarlos, sobre todo a los murcianos. Yo los imaginaba de vacaciones, por ejemplo, siendo estrictamente obedientes a las excursiones que propusiera el hotel, y también los veía recorriendo pasillos del Carrefour una y otra vez y siendo felices allí, en el Carrefour, durante toda su vida. “Soy de Abanilla, he venido a animar al Madrid B, y cuando salga de aquí entraré a un Carrefour y es en sus pasillos donde podrás encontrarme siempre que quieras. Y algún día me iré de viaje, y haré todas las excursiones que proponga el hotel, prestando mucha atención al guía”. Así me los imaginaba yo, mirándolos.

Realmente tenían cara de griegos, los de la grada de animación. A los postadolescentes lampiños les había salido durante la semana barba de marinero, y los más veteranos tenían pinta de haber llegado al campo directamente desde Crimea. En el Fondo Sur se palpaba una silenciosa pero evidente tensión cuando aparecía alguien que no vestía la camiseta del Murcia, y esos pasaban a recibir entonces muchas miradas reprobatorias, como si hubieran cometido un error imperdonable. Me parecía bien que así fuera. En realidad todo fue relativamente griego el sábado, incluso bastante griego, empezando por la grada y siguiendo por lo que pasó en el terreno de juego. Ganar 1-0 con gol en fuera de juego es grieguísimo, pensé, y no dejar de presionar y morder en todo el partido pese al calor de siesta que hacía es de griegos muy serios, pensé también; de griegos verdaderamente serios.

Aunque merecimos ganar con más tranquilidad, yo no me fiaba, así que de vez en cuando escuchaba la radio para saber cómo iban las cosas por otros campos. De repente un tipo de la COPE, ese tal Pedro Martín, dijo que Kike era "seguramente el mejor jugador de Segunda”, y fue como si explotara una burbuja y sonara un campanazo todo a la vez, como si de repente alguien neutral hubiera puesto palabras a lo que nosotros no nos atrevíamos a sentenciar. Pues claro, hombre, cómo no me había dado cuenta antes: Kike es el mejor jugador, ya no el mejor delantero, sino el mejor jugador de esta Segunda. Allí estaba él, moviendo ese corpachón de un lado a otro, bajando a recibir, dándola de cara, peleándola por arriba, pareciendo siempre al límite de sus fuerzas pero listo para una carrera más, pisando el área para rematar, marcando, volviendo locos a los centrales… “Qué bueno es Kike”, decía yo hasta ahora, pero eso ya no basta. Kike ha sido el mejor jugador de Segunda; ese reconocimiento es el que le hace justicia.

Antes éramos el silencioso Murcia, el discreto Murcia; el equipo que entre el 12 de octubre de 2013 y el 9 de febrero de 2014 sólo ganó un partido. Y esos son muchos días, exactamente 120. “Siempre empata, el Murcia”. “Se está complicando el Murcia”. “Lo va a pasar mal el Murcia”. Si eres jugador, supongo que no es fácil soportar esa losa, que no es fácil ir cada mañana a entrenar a Cobatillas con la misma ilusión mientras te preguntas por qué no ganamos, mientras te preguntas qué estamos haciendo mal y mientras adviertes que los de atrás vienen apretando. Tengo muy presente una máxima de Alejandro Oliva: cuando juegas bien y no ganas, y vuelves a jugar bien y no ganas, lo siguiente es jugar mal y seguir sin ganar. Sin embargo, este equipo fue excepción. Ha sido siempre imperturbable, ha sido siempre un martillo: pim pam, pim pam, pim pam. Y dale, y venga, y cada jornada igual de metidos, y cada jornada la misma agresividad y la misma humildad. No íbamos sobrados de calidad, pero sí de todo lo demás.

En realidad, de nosotros se olvidaron pronto los de arriba. El rocoso pero gris Murcia no podía ser una amenaza. Todos se alejaron y nosotros nos quedamos remando en tierra de nadie, intentando sobrevivir al invierno. Fue duro, pero para cuando llegó la primavera algo había cambiado, algo hizo click, no sé si fue la defensa de cinco o ese delantero francés que parece haberse escapado de 'The Wire'. El caso es que fue entonces cuando recuperamos terreno y nos emboscamos esperando nuestra oportunidad, siempre con cautela, sin hacer el más mínimo ruido, siendo entonces más alemanes que griegos: prudentes, metódicos, insistentes. Y es verdad que ya en la recta final nos ha salido la vena sureña, y no nos hemos podido contener; hemos abandonado los arbustos entre alaridos, con machetes, con escalpelos, con todo lo que parecía ser puntiagudo, y nos hemos lanzado a por la presa. Y en el momento decisivo ha sido cuando Kike ha dicho: dejádmelos a mí, y todos hemos guardado silencio, y nos hemos apartado. Entonces él les ha obligado a todos a arrodillarse, y ha recitado párrafos de la Biblia, y les ha dicho "Me llamo Enrique García Martínez y nací en Motilla del Palancar, Cuenca", y después ha disparado sin piedad, ¡bang, bang, bang! Y tengo la sensación de que aún le quedan balas.

Real Murcia: Casto; Molinero, Truyols, Dos Santos, Álex Martínez; Dani Toribio, Eddy, Tete (Wellington Silva, minuto 77), Saúl Berjón (Dani Bautista, minuto 91); Iván Moreno (Dorca, minuto 70) y Kike García.
Goles: 1-0. Minuto 15: Kike García.

5 comentarios:

  1. Respect from Abanilla.

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  2. Si hubieses jugado de lateral habrías sido mejor que Juanma!!!

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    1. Jajaja... Yo era menos guerrero, más fino, más centrocampista de clase. Hasta sexto de EGB me dediqué sobre todo a asistir a Juan Guillamón jr, que menuda zurda tenía.

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