Más allá de las palabras


Real  Murcia, 0; Hércules, 1
Esto no es fácil. Ponerle palabras a algo tan amargo resulta casi antinatural, pretencioso, porque lo apropiado es recostarse en el silencio, entrar en uno mismo y no salir en un buen tiempo. Lo que apetece es confiar a ciegas en ese verso de Gamoneda que dice que "el silencio es una historia horrible, pero hay una salud que sucede a la desesperación". La descripción del dolor no tiene sentido cuando existe el dolor. De hecho, las mejores conversaciones mantenidas desde el sábado han sido las conversaciones no audibles, largas charlas sostenidas sin palabras expresas, acompañadas sólo por un gesto de cariño, tocar, tocar, pellizcar suavemente un hombro, acariciar una nuca, dar un abrazo con la intensidad y la duración exactas. La noche del sábado nos descubrió a los virtuosos de ese arte de tanatorio, auténticos especialistas en ser cobijo para el otro sin llegar a despegar los labios. Y los reconocimos en la práctica de su arte. Y lo agradecimos.

Lo que pasa es que al final las palabras encuentran siempre rendijas para abrirse paso, y son incontenibles. Las palabras nos prometen que gracias a ellas llegará antes la salud, que nos sentiremos mejor compartiéndolas con las palabras de otros, el así llamado alivio, el así llamado desahogo, y realmente nos creemos esa promesa, y realmente despegamos los labios y nos convertimos en productores de palabras que buscan aproximarse a la verdad. Jamás una sola certeza, siempre sólo una aproximación, pero nuestra aproximación. El merodeo de la verdad arrancó en el bar de la Federación de Peñas, apenas quince minutos después de ser acabados sobre el césped. El Murcia no fue vencido por el Hércules, porque ese verbo denotaría una superioridad visitante que no fue tal. El Murcia fue simplemente acabado a falta de dos minutos para el 90. Ya no importaba nada lo de antes, ya no existió un después. Fuimos acabados por los de azul y blanco y entonces sólo hubo en el viejo estadio un silencio infinito, como de galaxia más allá de Andrómeda. Y sí, sí, viejo estadio. Nueva Condomina, inaugurada en 2006, es ya a golpe de fatalidades un estadio agotado. Agostado.  

Alguno llegaba al bar de las Peñas aún con el zumbido del golpe en el oído, desorientado, tambaleándose. El shock paralizante todavía duraría varios minutos más, pero pronto se empezaron a destrabar las lenguas en las que se había posado el óxido: primero unos tartamudeos, luego palabras sueltas, y por último frases completas y coherentes. En caliente, todos los mecanismos de acusación fueron activados. Nos han eliminado porque... y alguien desvelaba el supuesto secreto en el que nadie había reparado. Sin embargo, ninguna clave absoluta me convenció, todo eso me parecía bañado por una luz sucia. Sólo sumando varias pequeñas causas, o simplemente candidatas a ser causas, me conformé en la aproximación a un porqué, en la aproximación a la verdad. Y aunque algo me dice que en el fondo no hay causas, ya la noche del sábado me atreví a recitar teorías, como las recito ahora.  

Que el árbitro fue decisivo, porque no vio o decidió no ver un penalty por mano muy clara en el área del Hércules, y además nos masacró a faltas por rozamiento, incluida la inexistente que dio origen al gol. Que en el gol faltan jugadores del Murcia acompañando a los del Hércules, y que el hecho de que el rematador pudiera acomodarse el balón tranquilamente y disparar en esa posición, en ese momento crítico del partido, resulta inverosímil. Que salió del campo Acciari, que disfruta de la agonía de los últimos minutos (¿Cambiar a Acciari porque llevaba amarilla? Acciari nació con amarilla) y sin embargo acabó el partido algún otro jugador que padeció esa agonía y se cansó nada más entrar, porque su voluntad entró ya agotada al campo. Que en nuestros dos latigazos a la contra, al Murcia le volvió a faltar malicia de cara a puerta, como casi todo el año. Y que ellos, hombre por hombre, no son inferiores al Murcia, y en algunos puestos (las bandas, el mediocentro) demostraron ser superiores técnicamente. Todos esos detalles, sumados, formaron y forman mi teoría sobre el porqué. Aunque todos esos detalles, sumados, podrían no haber sido obstáculo suficiente para el Murcia, porque sólo un hilillo nos separó de pasar la eliminatoria, faltó tan poco que todo mecanismo de acusación debe ser desactivado. En su lugar, deben encenderse los mecanismos de reconocimiento y de gratitud.

Es que del Murcia de Aira no nos vamos a olvidar. Es que esta plantilla mochilera y peregrina se ha ganado nuestra admiración para siempre y nos ha grabado algunos nombres a fuego. De hecho, en mi once favorito de todos los Murcia que he visto irrumpe con fuerza un chico llamado Jaume Sobregrau para formar mi pareja de centrales titular con Ibán Cuadrado. A Ibán le pido que no se complique y que deje que Jaume las saque jugadas siempre, porque este jugadorazo tiene mucha clase y es de los que no se arruga nunca. Y a Richi le digo que no se despiste, que lo mantengo en el puesto, pero que sea consciente de que un tal Javi Flores va a apretarle mucho. Ahí, por detrás de Kike, ¿eh? Javi Flores inventando para Kike. Menos y menos palabras feas fueron pronunciándose en el bar de las Peñas tras el partido, y más y más palabras bonitas fueron sonando. Todo parecía terreno yermo al principio, pero de ese terreno yermo fueron naciendo pequeñas ilusiones: la ilusión de que Jaume, Javi y Carlos (¡y Acciari!) sigan aquí con nosotros para subirnos el año que viene; la ilusión de que haya un club al que subir, y que ese club siga siendo nuestro viejo y castigado club; la ilusión de que éste no haya sido el último partido de la historia del Real Murcia. 

Real Murcia: Iván Crespo, Jose Martínez, Pumar, Prieto, Acciari (Armando, 58′), Jaume, Isi (Rubén Sánchez, 67′), Javi Flores, Carlos Álvarez, Garmendia y Jairo (Gerard Oliva, 75′).
Goles: 0-1. Alguien (88′).

1 comentario:

  1. Vaya, casualidad, de todo este equipo inventado en nueve días de un agosto cabrón, me quedo SOLO con Jaume, Acciari y con todo lo de Flores excepto su remate fallido de cabeza al final. Aira puede despedirse de Murcia con naturalidad

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