Florecer en Lepe


San Roque, 2; Real Murcia, 4
Esas rayas amarillas y negras nos helaron la sangre. Han pasado cinco años, pero aún adoptamos posición fetal y nos balanceamos al recordar la encerrona en Lepe de nuestro último año en el Grupo Caña y Tapa: las tarascadas de un equipo que acabó con nueve, los escupitajos a Carles Martínez mientras lo retiraban lesionado en camilla, aquel homenaje a Atapuerca. No hubo nada de eso esta vez, entre otras cosas porque el estadio del San Roque es nuevo y espacioso, lo suficiente para que un nativo ya no pueda masajear los hombros del rival antes de que lance un córner. Esfumado ese fantasma, apareció otro muy pronto: el de las concesiones innecesarias. Habíamos arrancado dominadores, montando desde el principio la buena ola de las últimas semanas, pero una falta lateral gratuita cometida por Eneko provocó que se acercaran a nuestra área por primera vez, a saludar. Esa falta terminó en córner, y ese córner fue gol. Su primer saludo fue un mordisco. Eso no es cortesía.

El Murcia pasó gran parte del primer tiempo mirándose la herida, desorientado, sin entender nada. Algunos hablaron incluso de desbarajuste. No fue para tanto, aunque sí pudo habernos caído un segundo saludo, lo que habría sido seguramente la despedida. Nos pasa algo ahí atrás, algo que nos aleja todavía de la victoria soñada por esos campos de Segunda B: el 0-1 profesional, el corte limpio. Hasta que nos sintamos cómodos en esos callejones, nos aferramos a una frase del Vicente Del Bosque prearistócrata: "A veces es bueno que los partidos se desordenen". Es como si este Murcia hubiera aprendido que necesita cierta anarquía, porque aún carece de la solvencia atrás para imponerse desde el orden. El jugador que condiciona esa tendencia es Chavero: demasiada calidad y demasiadas ganas de pisar área como para que el orden cierre nuestro centro del campo. Lo que pasa es que por primera vez esta temporada, ese desorden de Chavero fue un desorden maravilloso.

Fue Sergio García el que nos dejó en la mejor disposición para que todo floreciera en el segundo tiempo, porque, al borde del descanso, de donde había muy poco, Sergio lo sacó todo. Sergio se lanzó a cazar una prolongación errante en el área pequeña, con la fe del niño que juega en el patio y se lanza sin pensar en los vaqueros que se hará trizas. Esa fe la usa Sergio para muchas cosas: para querer ser protagonista siempre, para ayudar a Pumar en defensa, para dar el máximo en todo lo que hace. Es hasta cierto punto comprensible, porque para un chico que por primera vez puede dedicarse sólo al fútbol, ningún partido es un partido más. Sergio volvió a ser uno de los mejores y nos recordó que, a falta de otras complejidades, pasarle el balón para que él recorte y ponga uno de sus deliciosos centros al área, hacer ya sólo eso, digo, puede ser un proyecto de juego.

La segunda parte se llenó de violetas y de margaritas. Un Murcia sensible, un Murcia enamorado. El rechace de un córner en contra casi siempre suele acabar en pelotazo sin miramientos, en un salgamos de aquí como sea, pero al inicio de la segunda parte, Sergio García convirtió uno de esos rechaces en un plan aromático, en un salgamos de aquí pero bien. Rodeado de rivales, Sergio miró primero, pensó después y por último actuó: ¿despejar como si nada, como si yo fuera un cualquiera? No, no. Delicadeza. Sergio se la dio a Carlos, que en el centro del campo arrancó un dos para dos frenético, con Germán dando el relevo en los últimos metros. Yo no sabía que Germán era tan rápido, yo no sabía que era exactamente el canario que siempre quieres tener a tu lado en un contragolpe. Y por qué no hay tantos vascos rápidos como canarios rápidos, eso es un misterio físico-geográfico al que yo no sé arrojar luz. Germán, además de rápido, estuvo desinteresado, porque solo ante el portero prefirió ceder el gol a Carlos. Canarios rápidos y desinteresados sí que hay pocos. Poquísimos.

Hoy florecemos, me dije. Hoy, a veintisiete kilómetros de Portugal, es el día. Y no había terminado de decirme cosas cuando el San Roque nos empató gracias a un penalti evitable, como todos los penaltis. El agarrón de Sobregrau fue leve y puede que insuficiente para ser castigado, pero eso ya da igual. Lo que importa es que después de ese mazazo, ni Sergio ni Chavero se quitaron la rosa de la solapa. Además, Isi salió al campo con un tulipán precioso, y Fran Moreno con un manojo de jazmines. El Murcia se estableció en el campo rival, ambicioso, demostrando que eso es lo que le separa de 18 equipos de su mismo grupo: a nosotros no nos vale un empate en Lepe. En esa revolución de los claveles que fue la segunda parte volvió a irrumpir Chavero, que controló en línea de fondo un balón cruzado, ya muy cerca de portería, y entonces filosofó. Un par de segundos de quietud, de absoluto detenimiento. No un simple 'pensemos', sino un 'filosofemos'. Chavero filosofó y concluyó que lo mejor era el pase letal para que alguien simplemente la empujara a gol. Como no había demasiadas posibilidades espaciales para materializar esa conclusión, nuestro melenas usó el hueco entre las piernas de su defensor. Una decisión sabia. Fran Moreno recogió las tesis de Chavero y las ratificó para estrenarse como goleador. Esto no se podía escapar ya. 

Y no se escapó. De ahí al final, una presencia en el campo de equipo que empieza a sentirse guapo, de equipo que no se aferra a la duda sino que la deja marchar. La duda se acercó para ver si le hacíamos un poco de caso, pero este equipo volvió la mirada a la duda, no quiero saber nada, y la duda tuvo que encogerse de hombros y aceptar nuestro desprecio y volver por donde había venido. No miramos a la duda sino a la certeza, y la miramos tanto que quisimos dar más certeza aún al triunfo: una cabalgada de Fran Moreno acabó en penalti, y Chavero lanzó ese penalti como alguien que, efectivamente, se siente guapo y ya no mira más a la duda. Chavero se quitó la rosa de la solapa y se la lanzó al portero. El Murcia dejaba sentenciado su primer triunfo fuera de casa, el que nos termina de mimetizar con la categoría y nos asienta. Los jugadores del Murcia se abrazaban, los nativos abandonaban su estadio con cara de antichiste... y mi salón olía a jardín.

Real Murcia: Fernando; José Ruiz, Pumar, Satrustegui, Armando, Jaume, Azkorra (Fran Moreno, 63′), Chavero, Carlos Álvarez (Ruso, 84′), Germán (Isi, 63′) y Sergio García.
Goles: 1-0. Chacón, 13′. 1-1.  Sergio Gacía, 45′. 1-2. Carlos Álvarez, 49′. 2-2. Lolo González, de penalti 53′. 2-3. Fran Moreno, 78′. 2-4. Chavero, de penalti 88′.

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