Real Murcia, 1; Villanovense, 1
Pajuelo y Trini nos pusieron la venda
en los ojos antes de que el partido arrancara, esos dos jugadores del
Villanovense (sus nombres) nos hipnotizaron y nos indujeron a error, eso es lo
que ellos buscaban, convencernos de que jugábamos contra los nombres Pajuelo y
Trini, no contra los hombres Pajuelo y Trini, no contra un equipo que disputó
el playoff de ascenso la temporada pasada. En esa trampa para principiantes
caímos, en esa imprudencia resbalamos, y cuando la venda cayó de nuestros ojos
ya era demasiado tarde, porque ya habíamos sido pajuelizados.
Villanovense es un nombre de
equipo que no intimida de entrada, pero ese nombre se hizo cuerpo y esos
cuerpos sí nos intimidaron. Cuando nos adelantamos tan pronto gracias a que Arturo hace sencillo lo que para otros es chino, cuando eso
ocurrió, digo, el nombre ‘Villanovense’ respondió exactamente al prejuicio
simplón que teníamos antes del partido, pero después, ya muy poco después, el
nombre ‘Villanovense’ se revolvió y mordió a nuestro prejuicio y ese prejuicio
empezó a sangrar: nos quitaron el balón, arriesgaron y tras un par de ocasiones
empataron. La venda había caído, el prejuicio sobre los nombres
poco intimidantes se hacía añicos mientras se construía un juicio más
sólido: en el Grupo Salmorejo hay equipos realmente buenos. Fue un buen equipo
el Villanovense, que atacó y controló para empatarnos, y que defendió y se
replegó con total orden para defender lo empatado.
Una vibración es la propagación
de ondas elásticas que produce deformaciones y tensiones sobre un medio
continuo, lo cual suena a algo bastante neutro, bastante uniforme. Sin embargo,
hablamos de vibraciones positivas y vibraciones negativas, es decir,
propagaciones negativas de ondas elásticas y propagaciones positivas de ondas
elásticas. En el caso del Murcia, el sábado nos alcanzaron las propagaciones más
negativas de ondas elásticas. Entre el vibrar positivo, el no vibrar y el
vibrar negativo, al Murcia le pasó lo último. El Murcia vibró mal, y en
consecuencia las vibraciones fueron y son malas. Esperábamos que Rafa y Arturo
fundaran una sociedad en la que el balón fuera el más beneficiado, pero nunca
se encontraron. Rebotes, imprecisiones, malos controles… Era uno de esos
partidos que habría encantado al público veterano de La Condomina, la vieja,
esos que desenfundaban el pañuelo a la velocidad del sonido. En la vieja, un
partido como el del sábado producía un ecosistema propio de sonidos: mofas,
silbidos, reproches al palco. Para bien o para mal, Nueva Condomina está medio
muerta, la han matado, y el único ecosistema fue el silencio.
A los diez minutos de la segunda
parte, Aira quitó a Arturo, pero a la vista de lo que pasó después, ese cambio
no se repetirá en un buen tiempo. No parecía precisamente Arturo el primer problema a solucionar en el once, y algunos así se lo hicieron saber a Aira. Quizás fueron tres o cuatro los que silbaron, pero en una tumba como nuestro estadio, un par de amigos con voz potente pueden armar una revolución. Las ondas elásticas fueron siempre negativas: no salió nada, no hubo combinación, no hubo siquiera empuje de equipo importante. Preferimos abrazar la idea de que fue simplemente un mal día y que falta acoplación de tanto fichaje y mejorar en lo físico, porque las teorías más pesimistas pueden llevarnos a afirmar que el sábado se le vieron las costuras a este equipo. Pero esas costuras no salieron solas a la luz. Alguien provocó que se nos vieran. Sí, sí, fueron Pajuelo y sus amigos. Fue Trini, también. Fueron todos esos de azul los que nos sometieron a una pajuelización severa.
Real Murcia: Fernando; José
Ruiz, Pumar, Satrustegui, Armando, Jaume, Javi López (Sergio García, 53′), Rafa
de Vicente (Fran Moreno, 70′), Carlos Álvarez, Arturo (Azkorra, 53′), e Isi.
Goles: 1-0. Arturo 5′. 1-1. Juan
43′.
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