La rutina

George Clooney interpreta al capitán Billy Thyne en La tormenta perfecta

Alejandro Oliva [@betandtuit]

Atlético Sanluqueño, 1 ; Real Murcia, 3.
«La niebla se levanta. Y entonces sueltas amarras. Sales del canal sur, pasas por Rocky Neck, cerca de la Isla Ten Pound. Te acercas a la altura del estanque Niles, donde yo patinaba de crío. Haces sonar la sirena y saludas al hijo del farero de la Isla Thatcher. Luego aparecen las aves: las gaviotas de espalda negra, las gaviotas argénteas, los pelícanos. Sale el sol, y navegas rumbo al norte. Navegas a toda máquina. Los chicos faenan y tú estás al mando. Eres patrón de un maldito barco de pesca. ¿Hay algo mejor en el mundo?». Lo dice el capitán Billy Thyne poco antes de sufrir La tormenta perfecta y lo dice tan bien que dan ganas de embarcarse con él donde sea. Hay algo extraordinario en lo ordinario cuando se repite una y otra vez, hay belleza en la rutina. Preparar el desayuno del fin de semana o dar un determinado paseo diario tiene el misterio de lo sencillo, algo sólido que nos ayuda a seguir adelante en un mundo frágil, a sobrellevar nuestro destino, o a olvidarlo, tal vez. Esa rutina envuelve al hincha semana tras semana durante toda la temporada, en un ritual que se acentúa en los partidos decisivos. Nos levantamos pronto e inquietos, vamos al baño con más frecuencia, comemos nerviosos y bebemos más que de costumbre, apenas podemos dormir la siesta. Pensamos en el once mientras nos ponemos la bufanda. Llega mayo y el sol se extiende más allá de la tarde, hasta el pitido final. Es la luz de los partidos a vida o muerte, una luz que parece inyectar optimismo. Entramos al campo y el ruido de la grada nos deja la mente en silencio. Deseamos que empiece. Y que no termine de empezar nunca. En las miradas de los compañeros hay esperanza, hay miedo, hay pasión, hay tragedia. Es uno de esos partidos que te quitan y te dan la vida. Juega nuestro equipo. ¿Hay algo mejor en el mundo? 

Vicente Mir, el patrón de nuestro maldito barco de pesca, optó por repetir equipo en el escenario más difícil. Sanlúcar olía a primera final de verdad. Y olía bien al principio, aunque luego lo vimos mal, pero con el penalti bien de nuevo al descanso, hasta su empate, cuando lo vimos perdido. En efecto, era uno de esos partidos que te quitan y te dan la vida. Quedaban 20 minutos y el futuro de este Murcia 2017 parecía quedarse en El Palmar de Sanlúcar de Barrameda. Pero cuando ya sólo planeaban miedos, dudas sobre la intensidad y otras lamentaciones, volvió a aparecer Guardiola. A veces, los cojones y la garra de todo un grupo se juzgan por la precisión de un delantero: así funciona la justicia y la ira de las aficiones. El Murcia ganaba en Sanlúcar y de pronto, como en La tormenta perfecta, todos los elementos se han reunido para creer. Los hombres del tiempo, que llevaban todo el año pronosticando lluvias, están optimistas, casi eufóricos: el Murcia es candidato, incluso el mejor candidato, el calendario es fácil, el Murcia puede ser segundo, el campo se llenará en playoffs y ningún rival de otros grupos da miedo, el Murcia es el Murcia, el Murcia ha vuelto, el Murcia llega y llega como hay que llegar. Los hombres del tiempo son optimistas, pero para el hincha el ritual será el mismo en estos partidos que te quitan y te dan la vida. La niebla se levanta y soltamos amarras, hacemos sonar la sirena, saludamos al hijo del farero y navegamos a toda máquina. Pensaremos en el once mientras nos ponemos la bufanda. Llega mayo y el sol se extiende más allá de la tarde, hasta el pitido final. Es la luz de los partidos a vida o muerte. Juega el Murcia. ¿Hay algo mejor en el mundo?

Real Murcia: Simón, Juanjo, Golobart, Josema, Pumar; David Sánchez, Armando, Rayco, Roberto Alarcón (Elady, 74'); Sergio Guardiola (Alberto López, 90') y Víctor Curto (Borja Gómez, 85').
Goles: 0-1 (Víctor Curto, 38'), 1-1 (Mawi, 70'), 1-2 (Sergio Guardiola, 80'), 1-3 (Rayco, 83').

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