Un pesado


Alejandro Oliva [@betandtuit]

La Roda CF, 0 ; Real Murcia, 4.
En La Roda me tocó un pesado a mi lado. Un pesado de los buenos, un pesado de categoría, un palicero, un plasta. La Roda estaba marcado en rojo desde hacía meses como el desplazamiento perfecto, y todo estaba preparado con mimo durante la semana previa para que nada saliera mal en el primer viaje de mi hijo como hincha. Y allí estaba Martín, en La Roda, con su camiseta del Murcia y el pelo algo revuelto, felizmente inconsciente de la importancia del partido. Pero todo se viene abajo si justo antes del pitido inicial se sienta un pesado a tu lado. Es algo que también puede sucederte en el tren, en la mesa de una boda o en la vida. Este era uno de esos tipos que lo saben todo, pero que sin embargo también lo preguntan todo, y a continuación, como lo saben todo, se responden a todo. Un pesado de categoría, vamos. Pero con fundamento, acaso como todo buen pesado. Había visto al Murcia de los 80 y al de los 90; había vivido el fútbol como locutor y como jugador de Tercera; como empresario y hasta como camillero. Estaba convencido de que La Roda estaba primada, pero, como buen pesado, también parecía dispuesto a expresar lo contrario. Era un pesado de categoría, pero de pronto, su discurso basado en que nadie podía darle lecciones de murcianismo -nadie quería dárselas, por otro lado- fue, además de pesado, sincero: él no había estado siempre, él estaba en La Roda viendo al Murcia en Segunda B pero, en más de una ocasión que no especificó, había abandonado al Murcia. Y entonces señaló la grada lateral, completamente teñida de grana el domingo, y dijo algo con sentido: el Murcia seguía vivo porque ellos nunca habían fallado. Después justificó sus ausencias -Garrido y Samper, el maltrato a la afición, los disgustos-, pero yo ya no podía dejar de mirar hacia aquella grada teñida de grana. Y pensé en esos tipos que en los últimos años se han montado en su coche con su bandera y la han colocado en Langreo o en Coruxo; en Villaviciosa, en Tanos, en Melilla; en Astorga, Arroyo de la Miel o Lepe. En verano o en invierno; con nada o con todo en juego. Cuando no era uno era otro, imagino, pero jamás ha estado el Murcia solo, en un gesto auténtico, casi rebelde, de esos que no sirven para nada pero significan mucho.

El partido en La Roda fue mucho más duro de lo que el pesimista más cenizo podía imaginar. Como también sucede en el tren o en la mesa de una boda, nos había tocado enfrente un pesado, un equipo fuerte que apenas dejaba jugar. Mir repitió el 4-4-2 más clásico y al Murcia volvió a costarle llegar, como en Jaén o en Sanlúcar, hasta el punto de que ya antes del descanso el míster reaccionó y metió en el campo esa chispa que aporta Elady. En el descanso había preocupación en la grada, porque no sólo faltaban goles, faltaban ocasiones. Nadie había contemplado no ganar en casa del colista ya descendido. Y entonces, como para darle la razón al pesado, apareció para mantener vivo al Murcia uno de los que nunca falla. Armando Ortiz Abellán había buscado ese gol durante todo el año, más suelto en ataque esta temporada, siempre atento al disparo desde fuera del área, pero tuvo el acierto de colocarla dentro, imposible para el portero, justo en La Roda. Armando siempre está. Armando ha sido objeto de un debate absurdo, porque no admite discusión. Armando ha jugado más de 30 partidos de mediocentro en las últimas cuatro temporadas en Segunda B y ha sido segundo con La Hoya en el grupo IV, segundo con el Murcia en el grupo I y en el IV, y segundo, tercero o cuarto este año con el Murcia, de nuevo en el IV. Y más allá de los números, la sensación de que cuando Armando no juega es más fácil que el Murcia pierda. Armando abrió la lata y después todo fue más fácil. El partido se convirtió en un homenaje a esa grada teñida de grana que cantaba ese que sí, joder, que vamos a ascender tan imposible para algunos hace un par de meses. Un homenaje a esa afición desplazada, a los que nunca han fallado pero también a los que alguna vez han abandonado. Por la noche se confirmaba que estaremos entre los cuatro primeros, que el Mérida no nos podrá alcanzar gracias a aquel 2-0 de agosto del Murcia de Jon Iru y Borjas. El Murcia es de los que nunca fallan y de los que alguna vez abandonaron, el Murcia es de todos los que han sumado, cada uno a su manera, a mantener vivo el escudo. Quizá se lo comente al pesado, al que terminé por cogerle cariño, si vuelvo a verlo alguna vez. Quién sabe. Se levantó tras el cuarto gol, me ofreció un miguelito para Martín, me dio un abrazo y se marchó para evitar el atasco de la salida. Faltaban diez minutos, pero el partido había terminado. Sólo quedaba escuchar de fondo, junto a Martín, con su camiseta del Murcia y su pelo algo revuelto, cómo la grada entonaba ese cántico tan imposible para algunos hace un par de meses. Que sí, joder. Que vamos a vivir.

Real Murcia: Simón, Juanjo, Golobart, Josema, Pumar; David Sánchez, Armando, Rayco (Diego Benito, 73'), Roberto Alarcón (Elady 35'); Sergio Guardiola (Adrián Cruz, 79') y Víctor Curto.
Goles: 0-1, Armando (57'). 0-2, Elady (64'). 0-3, Elady (65'). 0-4, Diego Benito (83').


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