Sin final


LM Valero

Real Murcia, 1; Sanluqueño, 2
A mí me gustaba esa serie llamada 'The Wire' porque nunca cambiaba nada, porque no había final feliz, porque ni siquiera había final, y porque la resignación que eso traía se parecía mucho a la sabiduría. A mí me gustaba 'The Wire' porque se parecía a la vida. Policías con una implicación similar a la de Adrián Hernández se jugaban la vida y se saltaban la ley para atrapar a unos cuantos malos malísimos en barrios de Baltimore que eran mitad Lo Campano mitad Los Rosales de El Palmar; en barrios de Baltimore donde hay que salir siempre con cinco defensas. Y cuando tras mil peripecias esos malos acababan entre rejas o espantados o incluso muertos, entonces aparecían de repente en esas mismas calles otros malos nuevos, que eran incluso peores que los anteriores malos, y todo volvía a ser lo mismo pero con caras diferentes y nuevas formas de asesinar y un nuevo sistema de juego que contrarrestaba incluso a los cinco defensas. ¿Qué les quedaba entonces a esos polis que venían ya traqueteados y magullados de haber sufrido en Tercera, en Segunda, en el Grupo IV de Baltimore, en todos lados? Les quedaba lo que queda siempre, es decir, irse al bar a emborracharse, y a brindar desde ese escepticismo sabio: mueran los ideales, larga vida al realismo, jamás acabaremos con el crimen en esta ciudad de mierda, pero hacemos nuestro trabajo, creemos en él, y a veces lo hacemos bien, eso es todo.

Les quedaba saborear las pequeñas victorias, desde la aceptación de que siempre flotará una derrota suave de fondo. Miraban a esa derrota suave con una sonrisa, como haces tú, Alejandro, que ya dominas ese arte, que ya has aprendido que lo importante es la letra grande: durar (que nuestro equipo dure), ser (que nuestro equipo sea), acompañar a lo que sucede (acompañar a nuestro equipo, mientras sucede), siendo consciente de que podría no estar sucediendo. Yo intento aprenderlo de ti, pero a veces me cuesta brindar en ese bar del escepticismo sabio. Me quedo en la puerta, dándole vueltas a la letra pequeña, a por qué no juega Juanma, a la facilidad con que excursionistas solitarios del Sanluqueño llegan a nuestra portería sin que ninguno de nuestros defensas les pidan la documentación, y también le doy vueltas a quién tendrá la culpa de todo eso. Pero los polis sabios de 'The Wire' nunca se preguntan quién tiene la culpa de lo que ven cada día en sus calles. Simplemente siguen moviéndose, como el 'Fast train' de Solomon Burke que cierra una de las temporadas de la serie. Y supongo que nosotros tenemos que hacer lo mismo. "Vas a ninguna parte, pero en un tren rápido", canta ese negrazo. "Sigue moviéndote, sigue moviéndote hacia ninguna parte en un tren rápido". Nuestro viejo equipo estuvo a punto de dejar de moverse, pero sigue haciéndolo, y eso es lo único que importa. De fondo, una derrota suave que dura ciento y pico años y que probablemente nos acompañe para siempre. Imagina los infinitos 1-2 que nos quedan por sufrir a manos de todos los sanluqueños de este mundo. ‘The Wire’ nos enseña que nada cambia nunca del todo: es muy probable que nuestros próximos cien años sean muy parecidos a los anteriores, y por eso hay suficiente alegría en que el Murcia se mueva, pienso un domingo relativamente fresco de octubre, a un punto del descenso a Tercera División. Este viejo loco nuestro sigue siendo El Inquieto, chocando y rebotando, chocando y rebotando. El Murcia se mueve ("en un tren rápido, huyendo del pasado") y, con un poco de suerte, va a ser un movimiento sin final.

Real Murcia: Tanis Marcellán; Álvaro, Edu Luna (Andy, 71'), Armando, Antonio López, Iván Pérez; Víctor Meseguer, Manolo, Peke (Dorrio, 80'), Marcos Legaz (vaya tela, Alex Melgar, 45') y Chumbi.
Goles: 0-1 (Geijo, 19'), 0-2 (David Segura, 58'), 1-2 (Chumbi, de penalti, 70').

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