Los discretos recogedores de toallas


LM_Valero

Coronavirus, ?; Mundo, ?
"¿Sabes una de las mayores diferencias que he notado entre Segunda y Primera? Que en Primera ya hay porterazos. Que en Primera puede estar de portero Cañizares y no le metes una", eso me dijo una vez un jugador del Murcia de hace unos años (décadas ya, madre mía). A mí me gustaba mucho Cañizares, pero me gustaba todavía más su discreto ritual tras el pitido final, fuese un amistoso o un partido importante: sus compañeros festejaban, si había algo que festejar, o se lamentaban, si había algo que lamentar, pero Cañete solamente se daba la vuelta, trotaba hasta un lateral de la portería, recogía su toalla, se la echaba al cuello y desfilaba en silencio hacia vestuarios. Mi imagen en este mundo de la profesionalidad y la eficiencia es Cañizares recogiendo bártulos y pensando: hoy he cumplido, hasta la próxima. Estos días me acuerdo de todos los que, siendo fundamentales o simplemente útiles para resolver lo del virus, no se dan importancia. Me acuerdo de los que saben abajarse y olvidarse de sí mismos, porque entienden que ellos son sólo piezas necesarias de algo mucho mayor. Me acuerdo de los discretos recogedores de toallas que nos rodean. Juegan un partido decisivo, dan lo mejor de sí mismos y, cuando todo acaba, recogen la toalla y se van a su casa. No presumen, no te enseñan la toalla (¡Mira lo que he sudado, qué cansado estoy!), no caen en la tentación de la queja (¡los que mandan deberían comprarnos toallas mejores!). Sólo hacen lo que tienen hacer, lo mejor que saben, y no tienen tiempo para mucho más.

La difunta Paloma Gómez Borrero fue corresponsal en el Vaticano para varios medios, y una vez le leí esta anécdota relacionada con Juan Pablo II. Ella estaba cubriendo la visita del Papa a no sé qué país africano, y la jornada había sido de locos: el vuelo, la visita a unas cuantas comunidades de cristianos, una misa de esas que parecen un concierto de los Rolling, actos con grupos de jóvenes... En fin, un día ajetreado para Su Santidad. Pues bien, ya de madrugada e incapaz de conciliar el sueño, Paloma salió de su habitación de hotel y bajó a una capilla cercana. Allí, en la penumbra, se encontró al Papa de rodillas y rezando. Paloma, que era amiga hasta de Dios, se atrevió a interrumpirle y le preguntó: "Pero Su Santidad... Después del día que lleva, no está cansado?". El Papa la miró, sonrió y le respondió: "No lo sé".

Estas fuentes ya son menos fidedignas, pero se dice que acto seguido el Papa se levantó, recogió su toalla, se la echó alrededor del cuello y se marchó.

Mundo: Illgner; Brehme, Kohler, Augenthaler, Buchwald, Berthold (Reuter, 73'); Littbarski, Hassler, Matthaus, Voller, Klinsmann.

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