La rabia

Y aunque no nos quede nada
aparte de nuestra discordia
se quedarán con las ganas
de acabar con nuestra historia
Thelma & Louise 
(Travis Birds)

A ti, que tienes siempre caldo en la nevera


Oliva B (@beandtuit)
Peña Deportiva, 1 ; Real Murcia, 2.

1. Antes de perderte para siempre, guarda alguna luz especial, nos dice Viva Suecia al inicio de La Voz del Presidente, así, para empezar, toma, la primera en la frente. La canción, lanzada hace poco más de un año, fue la elegida por el Murcia para su campaña de abonados de esta temporada, #TodosTenemosConQuien, por apelar precisamente a eso que realmente nos lleva a volver al Murcia una y otra vez, a eso que nos lleva a ser de un equipo: la magia de compartirlo con alguien. Pero, más allá de la campaña de abonados, el temazo se fue quedando con nosotros durante el verano. Sonaba bien, decía mucho y le encantaba a Martín, de tal manera que, al inicio de temporada, era ya una especie de banda sonora del Murcia 2021/2022. Todos tenemos con quién, en efecto, pero es justo después de ese verso cuando Viva Suecia, que no sé si son muy del Murcia, más allá de su amistad con mi hermano Yayo, nos suelta una sentencia en la que parecen ser del Murcia a muerte; en la que parecen querer poner voz al murcianismo: Somos la rabia que nos han obligado a sentir. Somos una rabia obligada, involuntaria, a la que nos han empujado, nos dice Viva Suecia, en la mejor definición del murcianismo que se haya escrito en años. Somos rabia, sí, eso somos, no somos otra cosa ahora mismo, pensaba camino de Nueva Condomina, antes de recibir al Marchamalo allá por septiembre; y somos, además, la rabia que nos han obligado a sentir. Y así hemos pasado la temporada: escuchando La Voz del Presidente y dándole vueltas a esa rabia, sin tener muy claro si eso era bueno, malo o regular. Somos la rabia por estar en Cuarta sin ni siquiera haber bajado de Segunda. Somos la rabia por haber estado en vilo cada verano por si no volveríamos a jugar; somos la rabia por haber sido un juguete en manos de cuatro o cinco o veinte mafiosos. Somos la rabia por aguantar incondicionalmente los palos; somos la rabia por vivir en una ciudad de murcianos que no son del Murcia y que, encima, nos aleccionan de vez en cuando con que la ciudad merece otra cosa. Somos la rabia por ser la puta séptima ciudad de España; y la rabia por ser probablemente la primera del mundo en machacar nuestro patrimonio. Somos la rabia por que nuestra casa está pintada de azul, la rabia de que nadie respete la memoria en esta tierra. Somos la rabia por contar con un concejal, luego vicealcalde, que se atreve a despreciar al Murcia en un Pleno del Ayuntamiento, incluso con cierta chulería, intuyendo que gozará de popularidad por despreciar al Murcia. Qué rabia. Somos la rabia por aguantar que sistemáticamente los árbitros piten en contra en toda jugada dudosa, en Segunda, en Tercera, en Cuarta. Somos la rabia por asistir año tras año a una pelea de egos y rencores más preocupados por figurar que por trabajar, más sedientos de tener razón que de ganar. Somos la rabia por aguantar, también año tras año, eso de que el entrenador no vale para Tercera, eso de que no jugamos a nada; somos la rabia por que aún no entendemos que se puede perder un partido, un puto partido, sin necesidad de salir con antorchas a quemar la Torre de la Catedral. Somos la rabia por aguantar los insultos por una derrota o un empate, por aguantar insultos al capitán, ojo, casi hasta el penúltimo día; la rabia por que incluso cuando el mejor de tus futbolistas es injustamente expulsado tenemos que aguantar que lo desprecien, que lo castiguen, que lo multen, que lo lapiden. Somos toda esa rabia, y toda esa rabia alimenta que la rabia siga creciendo, y que nos distancie, cuando por fin parecíamos caminar juntos. No recuerdo haber sentido tanta rabia yendo al fútbol como en estos últimos ocho o doce años; no recuerdo celebrar los goles con tanta rabia; no recuerdo que el fútbol fuera rabia, la verdad. Somos la rabia que nos han obligado a sentir. No sé si los de Viva Suecia son algo del Murcia, pero lo parecen, nos han puesto voz. Tendré que preguntarle a Yayo. 


2. ¿Merece la pena sufrir tanto por algo? ¿Merece la pena querer tanto? La pregunta nos ha recorrido estos angustiosos 15 días de primavera, estas dos finales a partido único para poder subir, para poder respirar un poco al margen de tanta rabia. ¿Merece la pena? La pregunta que nos ha recorrido estos 15 días es tal vez la pregunta, la única pregunta posible (¿Merece la pena enamorarse tanto? ¿Merece la pena sufrir tanto este ratico que estamos por aquí?). Pero el fútbol nos permite hacernos la pregunta de manera más superficial. El puto fútbol solo es fútbol. Once tíos detrás de un balón. El fútbol nos permite hacernos la pregunta y, sobre todo, el fútbol nos permite acercarnos un poco a la respuesta. ¿Merece la pena llorar tanto? ¿Merece la pena quererte tanto, Real Murcia?


3. Qué 15 días. Qué tensión. Qué manera de darle vueltas a la cabeza, de querer no pensar en algo; de querer que llegue y no llegue, de querer vivirlo y no vivirlo. La rabia entera en 180 minutos en Alicante. Recuérdalo bien, para siempre: el que te hable de la belleza de los playoffs puede parecer un buen tipo, pero siempre será un auténtico hijo de puta. De modo que en Alicante salí con un esquema ultradefensivo, 4-5-1 o así, doblando laterales, contención absoluta para intentar no quebrarme en ningún momento, porque lloramos por el fútbol, pero no lloramos por el fútbol, y aún es pronto para que Martín entienda eso. El riesgo era llorar por ganar, claro, la falta de costumbre, llorar por subir, la rabia de ascender; porque yo creo que los que tenemos esta rabia acumulada ya apenas lloramos por las derrotas. El riesgo era ganar, subir junto a los tuyos. Mario Simón, en cambio, volvió a salir valiente, sin un medio defensivo, sin miedo a los fantasmas, fiel a cómo ha terminado la temporada. Para él, por suerte, solo era un partido de fútbol, que volvió a dirigir con maestría. Un puto partido de  fútbol por el que no debería merecer la pena sufrir tanto. Y eso fue al final, solo fútbol. Carrasco, 0-1, empate, Ganet, a la escuadra, 1-2. Y asaltamos el césped del Rico Pérez no como si fuera un ascenso, sino más bien una liberación. Asaltamos el césped del Rico Pérez como si Stallone hubiera parado el penalti, derribando soldados nazis mientras nos camuflábamos bajo abrigos y boinas, entre abrazos y lágrimas, en un escenario mucho más parecido a Evasión o Victoria que a un ascenso. Como si nos liberáramos de ese peso que nos ha asfixiado tantos años. De esa rabia. Habíamos ganado, por fin.


4. Camino del coche, aparcado supersticiosa y casi lógicamente en un sitio parecido al de la semana anterior, aguantamos la conversación futbolera: la Primera refefeef, los rivales, el Castellón, los filiales, la putada del Hércules, el gol de Ganet, el gol de Ganet, el gol de Ganet. El asalto al césped del Rico Pérez. El puto fútbol solo es fútbol. Once tíos detrás de un balón. La calma obligada, el esquema ultradefensivo firme incluso en el coche, porque uno se quiebra en el momento más inesperado. El alivio, la satisfacción, la rabia, el amor compartido a un escudo. El Valladolid, que parece que sube; pon Onda Regional por si ya se escucha, a ver qué dice Simón, a ver qué dice Simón. Pero en Onda Regional, pasado Orihuela, apareció Yayo, de pronto, que había llegado ya a la Redonda, y escuché su voz emocionada: era la primera alegría que vivían sus hijos, la primera que vivía con sus hijos. Entonces bajé el volumen de la radio y, en ese silencio, mientras Martín buscaba el gol de Ganet por tuiter y mi padre recibía felicitaciones por whatsapp, pensé en el Córdoba y en Tebas, en el Hércules y el Toledo, en el Mestalla y el Elche; en la Balona y el Tamaraceite y en su putísima madre, en toda esta travesía increíble de tropiezos y decepciones casi anunciadas. Pensé en la rabia y en todo lo que hemos pasado, en que ya estamos en 2022 y parece que fue ayer cuando Acciari metía el gol del ascenso a Primera, cuando todavía éramos hijos, solo hijos. Pasamos por Nueva Condomina y recordé todas esas contrariedades, y me sorprendí de que la rabia se fuera casi diluyendo en mi cabeza hasta perderse en el horizonte, en los últimos rayos del sol de finales de mayo. Al llegar a Murcia, dejamos a mi padre, que se despidió de su nieto con un disparo que pegó en el palo y lo dejó temblando: “Lo de hoy no se te va a olvidar”. 


5. Después dejé a Martín cenando y fue justo entonces, camino de la Redonda, cuando pensé que la pregunta tiene trampa, que no tiene respuesta, o que más que una pregunta es una respuesta. Que solo existe este sufrimiento, esta rabia, este amor profundo y estas lágrimas, y pobre del que no llegue a saberlo. Entré a un chino a por cervezas frescas y, después de darle las gracias al chino, le di las gracias al fútbol, por permitirnos hacernos la pregunta, y sobre todo por acercarnos tanto a la respuesta. Y al llegar a la Redonda vi al Morata, y poco después a Rifle, a Reina, a Yayo, a José Carlos, a Josu, a Zamora y a mi querido Gavin Pearce, compañero de tanta rabia acumulada, colega de tanto sufrimiento compartido en los domingos más oscuros de invierno. Pero también vi allí a sus hijos, a Guille y a Miguel, a Carmen y a José Carlos júnior, a Javier, a tantos chavales de menos de 15 años rebosando la emoción única de la primera vez. Y ahí no vi rabia, ni alivio, sino algo mucho mejor que creo que no tiene nombre pero que tú sabes lo que es. A la mañana siguiente desperté a Martín para ir al cole y le enseñé un selfi con Boris, su ídolo durante todo el año, una imagen que sabía que le haría especial ilusión. Y con los ojos apenas abiertos, entre legañas, esbozó una sonrisica satisfecha sin decir palabra, en la que quiero creer que ya brilla esa luz especial que todos ellos guardarán antes de perdernos para siempre.  


Real Murcia CF: Serna; Mario Sánchez, ALBERTO GONZÁLEZ (ojo), Athuman, Alberto López; Ganet (Luis Madrigal, 95’), Julio Gracia (Dani García, 85’), Javi Saura (Armando, 58’); Santi Jara, Pablo Haro (Zeidane, 58’);  Andrés Carrasco (Boris Kouassi, 85’).

Goles: Carrasco, empate, el gol de Ganet.

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