LM Valero
Mario Simón es muy listo y hace tiempo que sabe que el Murcia lo va a echar a la mínima. Los vendemotos aguantan más, al menos un poco más, porque su populismo les proporciona partidarios fáciles y en consecuencia la directiva cobarde de turno tiene más miedo de echarlos. Los echan igual, pero a la máxima. Sin embargo, Mario Simón no vendería una moto ni en Vietnam, que tiene 7 millones de habitantes y 6 millones de motos. Así que él va a caer a la mínima. Qué caso tan curioso el de este tipo con pinta de monaguillo. Lleva tanto tiempo sobre el trampolín y con los tiburones abajo acechando que estoy convencido de que ya ni siquiera le asusta un ultimátum oficial. Mario Simón duerme en un ataúd y tiene la frase "el partido del domingo es una final" tatuada en la frente desde que llegó. Quieren cargárselo desde siempre, pero el monaguillo se ha empeñado en ganar y en empatar muy a menudo. Sólo tenía que perder algo para que lo echaran, pero ha perdido poco. El monaguillo no se ha dejado echar tan fácilmente. Cuando caiga, porque va a caer, toda la Segunda B volverá la mirada hacia Murcia sin entender nada, y tras un "¿Pero no es el que los subió? ¿Pero es que acaso van tan mal?", tras esa incomprensión inicial, digo, enseguida comprenderán, enseguida caerán en que se trata del Murcia, y sonreirán al recordar que así es este club, así es Murcia, así es el sureste y así somos los murcianos e incluso los del Pilar de la Horada. Como el partido del domingo siempre es una final, el Murcia no ha jugado una final de verdad en la vida.
A Simón le ha correspondido un a la mínima en vez de un a la máxima porque no es un vendemotos, ni un ex futbolista de éxito, ni venía con gran cartel. Pero por encima de todo, Simón va a caer a la mínima porque no lo eligió el actual presidente. Agustín heredó a Simón, y eso no se lo perdona. Es como comprar un piso y heredar un jarrón del antiguo propietario: aunque sea un gran jarrón, estás deseando quitarlo de en medio. Y ojo porque, a diferencia de otros entrenadores evangelistas que nos exigían actos de fe, Simón nos ha dado lo más importante: resultados. ¡Un ascenso! E incluso jugando bien muchas veces, sea lo que sea que signifique jugar bien en estas categorías. Pero ni así. Agustín no le perdona a Simón no ser nuevo. Siempre con esa carica de buena persona, diciendo las mismas palabras correctas de siempre. Se han aburrido de él. Es siempre el mismo humano, no muta. Quieren otro, el que sea, uno moreno o incluso negro, alguien que tenga la virtud de tener otra cara, otra voz. Además, la educación y los modales de Simón se confunden fácilmente con apocamiento. Es el perfil perfecto para ser pisoteado sin remordimientos, y en este mundo es más fácil pisotear a las buenas personas, que tienen la costumbre de no alzar la voz en el proceso.
No es por comparar con recientes entrenadores del Murcia (sísí, sí es por comparar), pero cuando Simón haga la maleta, recoja su sombrero y regrese a Albacete quedará para siempre el ejemplo de lo que significa la elegancia al frente de un club histérico y muchas veces barriobajero. Es evidente que Simón es una persona madura y segura de sí misma, porque sólo así se entiende que haya renunciado a la queja, al reproche, al victimismo. Y qué fácil habría sido recurrir a todo eso. La marcha de Manolo Molina, las intromisiones del palco, y hasta los entrenamientos a tomar por culo de Murcia, cada día. Había un buffet libre de excusas ante el que Simón ha pasado de largo. Qué fácil habría sido darse golpes de pecho, recordar logros e incluso la humilde trayectoria de jugadores a los que hoy les exigimos subir a Segunda. Nada, este hombre no dice nada. No sabe tirar chinicas. Prefiere olvidarse de sí mismo para que el único protagonista sea el club. Renuncia a sí mismo por respeto al Murcia. Y en la pasarela, maniatado, con venda en los ojos y los tiburones dando vueltas, con todos los periodistas pregonando que el monaguillo por fin va a protagonizar el resbalón final, Simón aún tiene que aguantar que un bigotes que no sabemos ni quién es le llame, y con la voz aflautada le diga, sólo cinco minutos antes de echarlo, que tiene toda la confianza del club. Siempre hay un bigotes de estos en nuestra historia.
Mario Simón tiene una final el domingo contra un Logroñés. Si la gana, lo mismo sigue cinco minutos más. Lo único que no cambiará es el decorado eterno de fondo: el club que más finales juega desde que se inventó el fútbol no ha jugado una final en su puta vida.
A la mínima porque carece de propuesta táctica.
ResponderEliminarA la mínima porque da bandazos cada semana en busca de no se sabe bien que pero si se sabe lo que no busca y es el instinto ofensivo.
A la mínima porque mientras desde arriba se pone como meta aspirar a lo más alto, él se conforma con empatar.
A la mínima porque le salva la excelencia individual y que no colectiva de algunos jugadores. Porque al igual que el no acierta ni falla penaltis, tampoco son mérito suyo los golazos de Arnau, Vega, Ganet o León.
A la mínima porque en casa no se puede hacer peor.
En fútbol, es una máxima que un mal entrenador salga a la mínima.
Que si, que no jugamos a nada José Manuel.. lo que hay que ver. Si echan a Mario Simón será un gran error, pero como muchos que ha cometido nuestro Real a lo largo de su historia.
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