El rival

 

Oliva B (@beandtuit)
Real Murcia, 1 ; Club Recreativo Granada, 0

¿Qué sentido tiene un España-Colombia en un estadio semivacío de Londres en el que España parece Colombia y Colombia no parece Colombia? ¿Qué sentido tiene un partido de Primera Federación a las 8 de la tarde de un domingo? ¿Qué sentido tiene una final de Copa que empieza a una hora en la que un niño de 6 años tendría que estar durmiendo y terminará a una hora en la que es posible que su padre se haya dormido? Nada de eso tendría sentido en una tierra civilizada, pero en cambio todo encaja a la perfección en un país que ha permitido que Mortadelo y Filemón gestionen su fútbol durante más de cinco años. ¿Por qué seguimos yendo un domingo a las 8 a ver un partido de Primera Federación? ¿Por qué ningún mallorquinista ni athleticzale se va a quedar dormido viendo la final de Copa? Pues cada vez cuesta más explicarlo, pero quizá para eso exista Welcome to Wrexham (perdón por la insistencia), esa serie documental en la que unos americanos se adentran en una ciudad europea para revelar al mundo, y a todo aquel que alguna vez se haya atrevido a ridiculizar el fútbol, que el vínculo entre un pueblo y su equipo de fútbol es una de las pasiones más auténticas y fascinantes que podamos encontrar en el mundo actual. En el último capítulo de la segunda temporada, en el clímax de la temporada (futbolística), la serie se centra sorprendentemente en el antagonista del Wrexham, el Notts County, acaso para rendir un homenaje al que suele ser el gran olvidado, si no despreciado, del mundo del deporte: el rival. En el día más grande, el que puede suponer 15 años después el regreso del Wrexham al fútbol profesional, la serie pone el foco en el rival, en la grandeza del rival, en la dignidad del otro, esencial en la naturaleza del deporte: ningún triunfo es absoluto, siempre estará marcado por el nivel del rival. El destino no está en nuestras manos, ni en nuestro trabajo, por mucha matraca ideológica que llevemos encima, está en nuestras manos y en nuestro trabajo pero condicionado por la fuerza del rival y del contexto. Es algo tan evidente como olvidado: siempre habrá alguien enfrente que intentará ganarte; que uno dé lo mejor jamás le garantizará la victoria y, tal vez por eso, perder y fracasar son dos cosas completamente distintas. No todo está en nuestras manos, ni tampoco todo es Welcome to Wrexham, afortunadamente. En el Informe Plus que analiza la brillante carrera de Feliciano López, la pregunta que sobrevuela todo el programa se lanza por fin hacia el final del Informe: ¿Qué le faltó a Feli para ganar más, para conseguir más cosas? Voces autorizadas, y que lo conocen bien, incluido el propio López, dan su versión, buscan una explicación: apuntan, entre dudas, a la falta de ambición, sobre todo en su juventud, quién sabe. Pero es Carlos Moyá finalmente el que, con ese aire sencillo del que dice cosas importantes sin querer darse importancia, se acerca más a la verdad del deporte: “Habitualmente ha perdido con jugadores que eran mejores que él”. A Feli le ha faltado, dice Moyá, lo que le falta a todo el mundo que no llega. “El rival juega también”.

El Murcia recibía (a las 8 de la tarde de un Domingo de Resurrección) al Recreativo Granada, el último, el colista con diferencia, el rival ideal para conseguir el triunfo. Al peor equipo del grupo, y de largo, según los números. Sin embargo, casi desde el primer momento, comprobamos que no era así: el Murcia es peor equipo, mucho peor, el Murcia fue incuestionablemente peor equipo. Ni el Jorge Valdano más inspirado podría convencernos de lo contrario; ni Álvaro Benito entusiasmado con una pizarra delante, nada; ni siquiera Pablo Alfaro en rueda de prensa, en su mejor día, aún más iluminado que de costumbre, elocuente y poderoso con la palabra, podría convencernos de que somos mejores que el Granada b este. El partido más cómodo se convirtió, de repente, en una nueva lección de humildad. Fue además un partido que todo murcianista con algo de memoria ya ha visto muchas veces; cualquier hincha del Murcia de cierta edad puede recordar una y otra vez al Murcia perdiendo contra un colista o un pequeño, perdiendo contra un equipo peor; es algo que ha sucedido en todas las categorías. Fue un partido para recordarnos la esencia del deporte: que al rival se le respeta siempre, no sólo al poderoso Notts County, sino incluso al más pequeño, al más malo, al más desahuciado. ¿Cómo no respetar a todos en un juego en el que te puede ganar el peor? El filial del Granada representó a la perfección la dignidad del deporte, frente a la de un equipo y una ciudad que no sólo no suele respetar al rival, no sólo lo ignora a veces, sino que tiende a despreciarlo. Aquí se habla de ganar en Linares o en Sanlúcar como si estuviera en nuestra mano, como si el destino estuviera en nuestras manos, pero no es así; uno puede proponerse tomarse diez cervezas esta noche y tomarse doce, pero uno no puede proponerse ganar en Sanlúcar y hacerlo. Es algo tan evidente como olvidado. Fue el partido de siempre, es la historia de siempre en este club. Subimos humildes de Segunda Federación y ya en Primera sólo nos valía ser primeros (!), sin tener en cuenta la categoría de los rivales. Y así lo encajó el entorno murcianista, decepcionado por un extraordinario sexto puesto. Y así destrozó aquel formidable equipo, para ser primero (!!) reuniendo un montón de figuritas, sin tener en cuenta de nuevo el nivel de los rivales de esta categoría (según confesó el propio director deportivo del equipo). La historia del Murcia es la historia de un equipo que se estrella contra su absurda soberbia; la historia de una estúpida sonrisa que se burla de rivales que no son peores. La historia de un equipo que se empeña en ganar sin haber ganado nunca. Marcó Carrillo en el 90 y el abrazo con Martín dio sentido a un partido de Primera Federación a las 8 de la tarde. “Por fin nos ha pasado”, me dijo feliz, en referencia a eso de ganar en casa en el último minuto, y quizá también a eso de ganar injustamente en el último minuto. Y me quedé con esa ilusión que aún tenemos, un Domingo de Resurrección a las 10 de la noche, a pesar de ser el peor equipo del grupo. Esa ilusión de que cualquier equipo es respetable, incluso este Murcia; la ilusión de que cualquier mal equipo que agarra tres o cuatro victorias injustas puede empezar a ser un equipo mejor. Me quedé con esa ilusión, sí. Pero también con la esperanza de que quizá algún día las nuevas generaciones tengan el valor de enfrentarse a nuestro máximo enemigo, que no rival, ese que aparece arrogante cada vez que nos asomamos al espejo.

Real Murcia: Manu García; José Ruiz, Alberto González, Marcos Mauro, Marc Baró (Carrión, 90'); Larrea, Sabit, Isi Gómez (Tomás Pina 46'); Pedro León (Enol Coto, 58'), Amin (Carrillo, 65') y Dani Vega.

Abrazos: Uno gordo en el 91 propiciado por Carrillo (ni Álvaro Benito entusiasmado con una pizarra delante podría explicar por qué estuvo 65 minutos sin jugar)


5 comentarios: