(Primera parte: David Vidal y el año del ascenso)
Hay una generación, la
nacida a finales de los 80 o principios de los 90, para la que Ismael sigue
siendo el mejor jugador que han visto nunca con la camiseta del Murcia. Yo, que
nací un poco antes, tampoco he visto a nadie marcar tanto la diferencia en La
Condomina, ni ejercer tanta influencia en el juego del equipo. Se la dabas y se
iba. Se la dabas, desbordaba y metía un pase de gol. Se la dabas y marcaba. En
resumen: se la dabas y pasaban cosas. Han transcurrido diez años y medio desde
que se marchó, pero el paso del tiempo le ha sentado muy bien a su recuerdo.
Cada año que pasa, inconscientemente, le sumamos al menos un gol a los que
realmente marcó, y en las jugadas memorables en las que antes estábamos seguros
de que se marchó de tres defensas, ahora nos parece que sorteó un rival más.
Últimamente, en las discusiones de bares, incluso me descubro manteniendo que
Ismael bajaba a defender y ayudaba a su lateral como el que más. Supongo que es
lo que va haciendo el tiempo con las historias bonitas: las embellece todavía
más.
Él insiste en que el
fútbol es pasado, y prefiere que lo consideremos en su actual faceta de
entrenador personal, fisioterapeuta y readaptador en el centro que regenta en
Granada, pero me cuesta no imaginarlo siempre de corto, muy pegado a la línea
de banda, a su aire, levantando la Grada Lateral con sus piruetas. Después de
tantos años y de ver pasar a tantos jugadores por el Murcia, casi sin darte
cuenta vas haciendo tu once histórico, una especie de selección de todos los
que has visto, cogiendo de aquí y de allá entre las décadas. En mi once tendría
bastantes dudas, y me costaría decidirme en muchos puestos, pero tengo claro
que de extremo izquierdo juega él. Y no sólo eso, sino que como hacía Vidal, la
consigna para el resto del equipo sería clara. "Balones a Isma".
Cuando llega David Vidal a mediados de la 2001/2002, en plena pelea por la permanencia, tú
vienes de una racha de partidos como suplente con el Chato González, pero él te
pone de titular desde el primer día y sigues siendo fijo hasta que te lesionas.
¿Notaste desde el primer día que Vidal confiaba en ti?
Notaba que ese hombre había visto en mí cosas que le
gustaban. Sin embargo, también debo decir que nuestra relación personal, al
principio, lejos de ser buena, estuvo marcada por algunos incidentes. Al
segundo o tercer partido de él como entrenador me cambió a la media hora,
contra el Recreativo de Huelva en casa. El mismo Lucas Alcaraz, que era el
entrenador de aquel Recre, me dijo después del partido: “Pero bueno, ¿ese
hombre está loco o qué le pasa? Era de los partidos que te veía más entonado. Nos
estabas metiendo en problemas, y coge y te cambia”. Yo le pedí una explicación a
Vidal delante del grupo y él quiso imponer su mano dura de una forma que yo
entendía que no era correcta. Entonces nos distanciamos personalmente un poco,
cuando con el tiempo hemos llegado a ser buenos amigos. Con la buena intención
de ambos la cosa se arregló. Inicialmente no fue un gran flechazo el que
tuvimos en el terreno personal, pero sí deportivamente. Es uno de los
entrenadores que más ha confiado en mí, y cuando alguien confiaba en mí, yo
tenía recursos suficientes para devolverle esa confianza dentro del campo.
¿Qué tipo de liderazgo
ejercía Vidal?
No era un liderazgo de los más actuales que hay, de los más
modernos, lo cual es lógico porque él es de otra generación. No era un
liderazgo ganado por el respeto, por la admiración, llevado con consenso, con
negociación, abierto para el jugador… No. Era un modelo más de los de ‘la letra
con sangre entra’, o ‘yo soy el jefe, esto es lo que hay. El que lo quiera
aceptar, bien, y el que no ya sabe dónde está la puerta’. Sin embargo, también
tenía su manera de ser flexible, sus detalles para convencerte a través de ese
liderazgo. Por ejemplo, yo, sin ser un jugador rebelde, era un jugador al que
le gustaban las cosas bien razonadas,
porque si no, no las terminaba de entender, y Vidal, después de los incidentes
y las tensiones que habíamos vivido, supo tener en su momento esa mano
izquierda para transmitirme que las cosas no eran lo que parecían, que delante
del grupo debía haber una serie de reglas que todos teníamos que conocer y aceptar,
pero que de forma personal sí podía haber una forma más delicada de llevarnos
para que todos estuviéramos lo más contentos posibles. Esos detalles fueron la
clave de su éxito como director de equipo.
¿Recuerdas alguna
frase concreta que Vidal usara para pincharte o para motivarte?
Siempre me decía que era un jugador muy difícil. Y no sólo a
mí, se lo decía a todo el equipo. “Porque Ismael es un jugador muy difícil y me
cuesta mucho hablar con él” (imita la voz
de Vidal). Pero yo no tenía nada de difícil. Lo decía porque yo le pedía
explicaciones cuando nos imponía algo. Hay jugadores que no quieren
explicaciones porque no quieren complicarse, pero yo necesitaba una convicción
para poder creer en algo y comprometerme. Vidal no me daba los pequeños
caprichos que yo quería, como tirar faltas o penaltis, pero luego sin embargo
me decía: tú sal al campo, yo le digo al equipo que te dé el balón, y tú ya
haces lo que sabes.
¿Es posible que con
Vidal ocurra como con esos profesores que son duros, que te exigen mucho, que
en el momento te hacen la vida incómoda, pero que cuando pasa el tiempo te das
cuenta de que fueron los que de verdad te hicieron aprender?
Algo así. No sé si
Vidal fue de los que más me enseñó, porque ya de profesional hay mucho menos
margen para enseñar, pero sí fue el que más me hizo rendir, junto con Josu Ortuondo.
Hablando ya concretamente
del año del ascenso, ¿Te hueles ya algo en pretemporada? ¿Notas que
ese equipo puede dar la sorpresa?
Sinceramente, no. Yo creo que nadie se olía nada.
Simplemente veíamos que el ambiente era fenomenal, y ya está. Quizás el
ambiente la temporada anterior no fue tan sano. Aparte de eso, yo personalmente
no podía prever que ese equipo iba a hacer la temporada que luego hizo. No creo
que mucha gente contara con individualidades que luego pusimos sobre la mesa,
empezando por mi aportación. El primer año yo apunté cosas, pero tampoco fue un
despunte muy grande, y quizás no se contaba mucho con que hiciera la temporada
que luego hice. Tampoco creo que se esperara un Tito tan goleador. Haciendo un
análisis puesto por puesto de los que continuábamos, casi todos subimos un
escalón con respecto al año anterior. Y las incorporaciones echaron una mano.
¿Te llamó la atención
algún fichaje durante la pretemporada?
Puesto que había coincidido con él en el Extremadura, yo
sabía que David Karanka nos iba a ayudar mucho, además de que personalmente es
encantador e iba a crear un ambiente de vestuario sanísimo. Richi y Maciel
también fueron sorpresas fenomenales, pero hasta que no los vi metidos ya en
competición, tampoco es que de primeras me deslumbrasen.
Ese año te saliste
desde el primer partido. ¿Qué había cambiado con respecto al primer año?
¿Estabas mejor físicamente?
Estaba recuperado. Había superado la lesión de rodilla que
me afectó al final de la temporada anterior, de la que incluso algunos llegaron
a dudar, porque no dábamos con un diagnóstico claro. Esa sospecha de que me
estaba borrando me molestó terriblemente. Los médicos se llevaron las manos a
la cabeza cuando me abrieron la rodilla y se dieron cuenta de lo que había
tenido que soportar. Sufría una fractura parcelaria de rótula. Pasé por
quirófano y me recuperé yo solo durante el verano en Granada. En teoría se
necesitaba más tiempo de recuperación para esa lesión, así que nadie pensaba
que llegaría a comenzar la pretemporada, pero lo conseguí. No tuve vacaciones.
Me pasaba todo el día trabajando en piscina y en la clínica de fisioterapia.
Teníamos menos de un mes de vacaciones y aquella lesión necesitaba al menos dos
meses de recuperación, pero por mi afán pude incorporarme con cierta normalidad.
De todas formas, yo no partía de cero como todo el mundo, sino que llegaba
peor, y tuve que arreglármelas como pude para ponerme al nivel de los demás.
¿Cuáles eran los
puntos fuertes de ese equipo?
Teníamos una defensa muy sólida, lo cual es básico para
tener un equipo que rinda. También teníamos gente en el centro del campo que
aportaba mucho criterio. Tito y Acciari eran dos futbolistas que a lo mejor no
te tiraban de espaldas en la grada de lo que les veías hacer, pero tenían un
rendimiento constante, mucha regularidad. Y luego, cuando los partidos estaban
atascados, aparecían una serie de individualidades, ya fuera yo por banda, o
incorporaciones de gente como Juanma o Clavero. Richi también anduvo muy bien, Karanka
estuvo en su línea goleadora… Es decir, a la consistencia de dos líneas que
siempre solían estar bien como la defensa y el centro del campo, se unieron
individualidades en la parte de arriba que desatascaban los partidos.
Aunque estábamos
arriba, vosotros procurabais no hablar de ascenso, para no meteros presión.
Pero de puertas adentro, ¿Hablabais de que éste tenía que
ser vuestro año?
No, porque realmente, cuando estás a mitad de una temporada,
queda una eternidad. Esto es tan largo y las cosas cambian tanto… Nadie en ese
vestuario era tan iluso ni tan principiante como para pensar en ascenso
abiertamente. Sí hubo un partido que marcó un punto de inflexión: la victoria
en El Ejido (jornada 35). Fue un
triunfo psicológico. Se celebró como si el ascenso lo tuviéramos en la mano, y
a partir de ese día empezamos a pensar en Primera División. Vidal sí usaba el
ascenso como argumento de motivación desde el principio, pero porque es un
romántico y un echao palante, no sé si por convicción.
¿Notabas que conforme
avanzaba la temporada, los equipos te marcaban con más atención?
Sí, porque además Vidal se encargaba en prensa de
destaparme. La primera jugada de los partidos, tras el saque inicial, era
pasármela a mí, que yo hiciera lo que pudiera y que todo el equipo subiera. Esa
primera jugada ya dejaba entrever por dónde iba a tener que poner más atención
el equipo rival. Vidal les decía a mis compañeros: ustedes dénsela a Ismael,
apóyenlo por si necesita ayuda, y a partir de ahí ya veremos lo que podemos
hacer. Yo notaba que mi actuación ese año no estaba pasando desapercibida. Me
saludaba con conocidos en equipos rivales y ya me decían que estaban advertidos
de que tenían que marcarme muy bien. También hubo una votación de entrenadores
y capitanes para elegir el mejor jugador de la categoría, que finalmente gané
yo, con David Villa en segundo lugar, y bueno, eso refrendó un poco lo que los
comentarios estaban apuntando. Pero nunca me ha vuelto loco lo que puedan decir
los demás sobre mí.
¿Cómo explicas la
progresión del equipo durante ese año?
Es una buena metáfora la de la bola de nieve que se va haciendo cada
vez más grande. Era un equipo que nació con bases sólidas pero pequeñas, porque
veníamos de tener una temporada difícil, salvándonos por los pelos. Las
incorporaciones no fueron de excesivo renombre, porque quizás el año anterior
se había hecho un gasto económico importante. Sin embargo, desde la solidez
fuimos creciendo, creciendo, creciendo… Y claro, nuestra autoconfianza fue en
aumento hasta el punto de que nos veíamos capaces de todo. Eso es lo que
teníamos al final: nos creíamos capaces de todo. Y cuando lo crees, puedes
conseguirlo.
¿Quiénes eran tus
mejores amigos en esa plantilla?
Por formas de ser parecidas, me llevaba muy bien con Juanma.
También con Karanka o con Tito, pero con quien más planes hacía era con Jaime
Ramos y con Pedro Largo. Pedro me ayudó en muchos momentos, porque él tenía una
madurez y una estabilidad que a mí a veces me faltaban. Lo que pasa es que mis
costumbres extradeportivas, porque siempre estaba estudiando y atareado, hacían
que no estuviera demasiado vinculado con la gente del fútbol fuera de los
entrenamientos.
¿Veías que el club
tenía margen de mejora en la gestión?
Lo he dicho siempre: no me he encontrado nunca mejor
presidente que Jesús Samper. Pero a mucha distancia del segundo. Yo era más o
menos un desconocido en el mundo del fútbol, y él pagó lo que pagó por mí al
Alavés. Luego pagó con absoluta religiosidad y exactitud cada uno de mis dos años
de contrato, que era un buen contrato. Y Jesús ha sido alguien que ha estado
siempre abierto a poder hablar conmigo con cercanía. Eso era algo que no había
visto antes en mi carrera, ni lo vi después. Sinceramente, cuando he visto
críticas a Jesús Samper no lo he entendido nunca. También es cierto que una vez
yo me marché del Murcia, las cosas han podido cambiar. La situación de las
empresas de Jesús creo que ha cambiado, y eso, obviamente, lo condiciona todo.
Pero de los años que yo estuve en el Murcia sólo puedo decir de Jesús Samper y
su equipo que chapeau, y mi mayor agradecimiento. Al año siguiente tuve de
presidente a Lopera, y en la comparación sale maravillosamente parado Jesús.
¿Cómo recuerdas la
noche de Copa contra el Deportivo?
Fue una noche preciosa, un ejemplo claro de unión y conexión
entre afición y jugadores. Ese entusiasmo con el que la afición vivió la
posibilidad de remontar ante un equipazo como el Deportivo fue muy bonito.
Disfrutamos mucho. Viendo esa Copa y los equipos que llegaron a la final
(Recreativo y Mallorca) no era descabellado pensar que podríamos haberla
ganado. Era el año perfecto.
¿Guardas aquella
mañana del ascenso contra el Levante como uno de tus mejores recuerdos como
futbolista?
Es la mayor alegría de mi carrera. Aún guardo como un tesoro
la boina y la bufanda de Granas Sur que llevé durante la celebración. Me
recuerdo pasando del autobús a la fuente de la Redonda a través de los brazos
de la gente. Todavía conservo fotos. Ha habido consecuciones posteriores en mi
carrera, como la Copa del Rey con el Betis, pero no hay un éxito en el que yo
me sienta tan protagonista, donde yo disfrutase tanto… Eso no me lo puede
borrar nadie. Ese ascenso ocupa el primer puesto de mis ilusiones deportivas.
Si te parece, te diré unos
cuantos nombres de aquel equipo y me dices lo que recuerdas de ellos. Andreas
Reinke.
Recuerdo su frialdad y su indiferencia ante la vehemencia de
David Vidal. Cuando el entrenador nos quería conectar a todos, cuando nos
quería pellizcar, lo conseguía con todos menos Reinke. Ni lo entendía ni le
gustaba la forma de ser de Vidal, y el míster perdía la esperanza y la
paciencia con él. También recuerdo algo más: a mitad de temporada ya venían a
verlo ojeadores del Werder Bremen para ficharlo, y le llegaron a pedir de ese
club que me preguntaran si quería irme a jugar allí, porque estaban
interesados. Yo dije que no me veía en el extranjero. Mi carrera deportiva ha
estado salpicada siempre por malas decisiones. Habríamos tenido que ponernos a
negociar, pero no creo que para un Werder Bremen hubiese sido problema
económico convencerme. No quise ni negociar, cuando al año siguiente ganaron la
Bundesliga.
Ibán Cuadrado.
Ya lo conocía de la cantera del Barcelona. Representaba la
seriedad, la sobriedad y la profesionalidad. Era una demostración diaria de
esos valores. Me alegro de que gente como Cuadrado haya vivido tranquilamente
del fútbol, porque esos valores son los que deben premiarse en el deporte, y no
otros como la suerte ocasional o el talento sin control.
Tito.
Era el autocontrol y la madurez. Era un hombre con veteranía
y que dio una aportación goleadora que no se esperaba. Eso es importante,
porque cuando marcan los de la segunda línea, el equipo tiene mucho que decir.
Sigo manteniendo una estrecha relación con él. Fue un error del Murcia permitir
que se marchara.
Richi.
Fue una de las sorpresas. A pesar de su estética, encierra
un talento que pudimos descubrir con el tiempo. Yo lo que le tengo a Richi es
envidia sana, porque a él se le valoró y se le dio el sitio que merecía en el
Murcia. Jugadores como Richi han podido volver, se les han abierto las puertas.
Yo no pude regresar.
Juanma siempre dice
que si hubieran dejado ese equipo que ascendió con unos pocos retoques y con
Vidal de entrenador, habríamos estado tres o cuatro años seguidos en Primera
tranquilamente. Tú te fuiste al Betis, pero ¿Crees que ese equipo tenía
recorrido en Primera?
Total y absolutamente. Yo creo que la directiva podría haber
hecho las cosas de otra forma para haber obtenido otros resultados. Pero es
difícil decir de forma matemática que se habría producido ese asentamiento en
Primera, porque nadie sabe lo que habría pasado. Fue una pena que se escaparan
jugadores como Tito o como otros que podrían haber sido retenidos fácilmente.
¿Cómo fue tu marcha
del Murcia?
Muchos aficionados del Murcia me preguntan aún por qué me
marché, y no saben que mi situación estaba fuera de mi control. Había una
cláusula de recompra que el Alavés hizo efectiva. El Murcia ganó dinero
conmigo. Volví a estar en manos del Alavés, y desde el Alavés presioné para
salir, porque ellos querían que me quedara. Yo no quería jugar en Segunda en
Vitoria, porque allí nunca me habían valorado. Entonces el que más apostó por
mí fue el Betis. Muchos clubes candidatos a ficharme se retiraron al ver que
estaba Lopera pujando, con el dinero que manejaba.
¿Te habría gustado
seguir aquí?
Por supuesto. Ojalá no hubiera existido esa cláusula de
recompra del Alavés. Habría seguido con mi contrato, porque todavía me quedaba
una temporada de contrato con el Murcia, y habría jugado en Primera con mi
Murcia, que era con el que había sudado, llorado y sufrido desde el año
anterior. Si algo me considero es una persona agradecida, y yo quería jugar en
el Murcia por agradecimiento, porque era el club que había apostado por mí. Y a
la gente que dice que me fui por dinero, les diré algo: el primer año en el
Betis gané menos dinero de lo que habría ganado si hubiera seguido en el
Murcia.
¿El Murcia no entró en
la puja?
Yo sé que mantuvieron conversaciones, pero al Murcia le
sentó realmente mal que el Alavés les quisiera hacer pagar por segunda vez. Los
Samper decían que ellos me habían hecho jugador en su equipo, lo cual era
cierto. Les parecía vergonzoso que el Alavés quisiera que ellos pagaran una
segunda vez por mí. El Alavés les dijo que tenían cierta razón, que
facilitarían la operación, pero que esto tenía un trasfondo mercantil, que el
dinero es el dinero y ellos lo necesitaban. Entonces el Murcia, más por orgullo
y por enfado, dejó de pujar.
Insinuabas antes que
no te dejaron regresar. ¿Qué pasó? ¿Por qué no se culminó nunca tu regreso?
Hubo un momento en el que yo quise volver a la que entendía
que era mi casa, para echar una mano, y no me lo permitieron. Es algo que no
olvido, y sé quiénes son los responsables. El año que salí del Betis, creo que
la temporada 2005/2006, me llamó José Luis Acciari para hacer de puente con
Jesús Samper, que estaba encantado con la idea. Pero nos fuimos a topar con los
artistas y los fenómenos que han ocupado las oficinas del club durante algunos
años. Es gente llena de rencor, que creía que tenían más poder del que
realmente tenían, porque su verdadera responsabilidad estaba alejada de los
campos, en la faceta más gris de un club. Ellos se encargaron de enredar y manipular
a los que tenían que decidir los fichajes y me descartaron. Después, otra
temporada llamé a Juan Antonio Samper para hacerle ver que me encantaría
volver, pero no hubo demasiado interés.
Por último, ¿Qué
recuerdo te queda de tu paso por el Murcia?
Es el club al que más cariño le tengo, el que más me ha dado
personal y deportivamente. Mantengo aún mi casa en Murcia. Cuando me nombran
Murcia me cambia algo por dentro. Como jugador, si recibía una llamada de algún
medio de Murcia, la acogía de especial agrado. Si tengo que ir a algún curso a
Murcia, voy independientemente de las circunstancias. Si me llaman para un acto
como el del décimo aniversario del ascenso a Primera, en el que estuvimos
encantados, voy como un niño con zapatos nuevos. He estado en muchos sitios,
pero sé reconocer dónde me he sentido como en mi propia casa. Si alguien me
comenta “es que me han dicho de irme a trabajar a Murcia” yo les respondo: no
lo dudes, ve, porque es una de las mejores ciudades de España. Es una tierra
que siempre me despierta cosas positivas.
Excelente entrevista a un jugador inolvidable. Enhorabuena.
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