Pandilleros gonna pandillear


Real Murcia, 1; Alcorcón, 1.
Mamá siempre dice: “No te metas en líos”, donde meterse implica una voluntad, la toma de una decisión. Ese consejo viene a ser un decide no meterte en líos. Y sí, existen líos en los que puedes decidir no entrar, eso lo acepto. Pero qué hay de los líos que vienen a ti, de los que no puedes escapar de ninguna manera, de los que te engullen sin preguntar. Cómo me libro de esos líos, mamá. Y en este caso, cuando hablo de líos me refiero a ellos, por supuesto, a esos tipos de amarillo que están arremolinados siempre en el mismo banco de la misma calle, con esa música indescifrable atronando, y en eterna maquinación de planes oscuros; esos que han provocado más cambios de acera en ancianas que Billy el Niño.

Dan igual los itinerarios que sigas normalmente por el barrio, porque al menos dos veces al año te los vas a encontrar. Te gustaría que ese día no llegara nunca, pero las hojas del calendario van cayendo, y no puedes eludir tu destino: tienes que pasar por ahí y salir con el menor daño posible, así que te plantas en sus dominios, resoplas, te armas de valor, das un paso, luego das otro, comienzas a recorrer su calle y rezas por que ese día no tengan ganas de bulla. Error: la tienen. Siempre la tienen. “Eh, tú, dónde te crees que vas”, preguntan cuando pasas a su altura. “¿Yo? Pues allá al fondo, caballeros, que me han dicho que reparten plazas para jugarse el ascenso a Primera”. Todos miran a su líder, Pepe Bordalás, que observa la escena inmóvil, sentado algo más alejado del grupo en un sofá desvencijado, a modo de trono. Bordalás sonríe maliciosamente y hace un gesto rápido con la mano, como autorizando algo. Los pandilleros interpretan la señal y comienzas a ser el protagonista de un pinball de empujones. A ver cómo sales de ésta.

De ésta intentamos salir con cuatro defensas, igual que en la segunda parte de Gijón. Julio quería volver a la zaga de cuatro sin perder el trío Toribio-Dorca-Eddy en el centro del campo, ni la presencia de Kike y Malonga arriba. ¿Solución? Escorar a Malonga a la izquierda, por primera vez esta temporada. El francés tiene salida desde ahí para asociarse bien o incluso buscar su disparo a puerta, como demostró en El Molinón, pero esta vez no entró demasiado en juego. Lo que pasa es que un partido contra el Alcorcón quizás no sea la medida exacta para determinar si Malonga se siente cómodo ahí, porque ninguno de nuestros jugadores ni de los jugadores de toda la Segunda División se ha podido sentir cómodo alguna vez contra este equipo.

Qué década, señores. Qué década nos está dando el Alcorcón desde que llegó al fútbol profesional. El partido tuvo la misma cordialidad y la misma dulzura que un ataque vietnamita al amanecer, o una junta vecinal. Esta vez, la clásica presión sofocante de los equipos de Bordalás añadía un grado más de frenesí, por las urgencias en la clasificación. No había un solo hueco en el campo, que estaba lleno de trincheras, surcos, hoyos, cascos y alambre de espino. En un partido donde dos equipos de acero se jugaban tanto, sólo cabía el juego en largo, los navajazos por capturar los balones divididos, asumir los riesgos mínimos y soñar con decantar el partido gracias a algún centro o alguna jugada a balón parado. Por eso nos hizo tan felices el penalti al borde del descanso, porque intuíamos que podía ser suficiente, entre tanto metal.

No lo fue; el único despiste de todo el partido vino en el gol del Alcorcón. Pacheco se fue con habilidad de Molinero y sirvió un pase mortal, aunque sorprende que Mauro no siguiera a Arnal cuando éste se incrustó en el área pequeña para esperar la asistencia. Tras ver la repetición, la casi siempre demagógica pregunta de “cómo puede estar ese tío tan solo ahí” acudió a nuestros labios. Estamos lejos de ser un equipo brillante, pero este Murcia hila tan fino últimamente que cualquier rasgado de ese estilo nos turba.

Tras el empate estábamos distraídos y enfurruñados con el circo de triquiñuelas de Bordalás, y por eso nos costó procesar lo que vieron nuestros ojos: de repente un rinoceronte agarró el balón casi en su propia área, se comió el campo en un par de trotes, por el camino atropelló y pisoteó a no sé cuántos humanos de amarillo, y al final, sólo al final, pudieron lanzarle una red gigante y apresarlo en el corazón del área contraria. Enseguida nos dijeron que no era un rinoceronte, sino Eddy, y entonces tampoco lo vimos tan extraño, ni tan sorprendente. Unas horas después del partido, National Geographic emitió un comunicado especulando con que la carrera pudo iniciarse al sur del Parque Nacional del Serengeti (Tanzania), y que seguramente concluyó en un punto indeterminado del desierto del Gobi, en Mongolia. 

Casi al mismo tiempo en que se publicaba ese comunicado, un policía local redactaba con desgana un anodino informe en su despacho. "Incidente leve en calle (...) Grupo de pandilleros se muestra agresivo con viandante (...) Exigen tributo para permitir que reanude la marcha y termine de atravesar su calle (...) Inicial resistencia del transeúnte, que dice que no puede darles nada si quiere subir a Primera (...) Se requiere nuestra presencia, pero finalmente acuerdo amistoso entre las partes. Los pandilleros reciben un punto y permiten el paso".

Real Murcia: Casto; Molinero, Dos Santos (Saúl Berjón, minuto 63), Truyols, Alex Martínez; Dani Toribio, Dorca, Eddy, Wellington Silva (Iván Moreno, minuto 89), Malonga (Tete, minuto 75) y Kike García.
Goles: 1-0. Minuto 41: Kike, de penalti. 1-1. Minuto 60: Arnal.

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