Hasta el final


Tenerife, 0; Real Murcia, 1.
No hay una luz como la luz de los partidos del Tenerife en casa, pensaba en mi viejo sillón azul marino, mientras veía a Eddy celebrar la victoria apretando los puños y rugiendo dos “¡Vamos!” muy seguidos. Y las elecciones son la fiesta de la democracia, y no te vayas tan lejos que no se te ha perdido nada allí, y no hay amaneceres como los de La Manga, pero realmente, viendo a Toribio arrodillarse sobre el césped y levantar los brazos y gritar algo incomprensible, pensaba yo entonces en mi viejo sillón azul marino que no puede existir luz en el mundo como la que inunda el campo del Tenerife cuando allí se juega al fútbol y no es de noche ni está nublado.

Esto lo he pensado siempre, pensaba yo entonces en mi viejo sillón azul marino, porque desde niño he visto partidos del Tenerife en su campo y resúmenes de partidos del Tenerife en su campo, y enseguida me sorprendió la potencia de esa luz, incluso la agresividad de esa luz, y eso solía ir acompañado de victorias del Tenerife, o al menos de partidos durísimos para el rival. Y Valcárcel ha sido un gran político que se va a Europa a defender los intereses de la Región, y casi todo el mundo es buena persona y ningún factor externo puede influir en lo que pasa dentro del campo, pero fue esa luz la que le quitó al Madrid dos ligas, fue esa luz la que calcinó la gorra de Buyo y de tantos otros, pensaba yo en mi viejo sillón azul marino, y es esa misma luz la que quería apartarnos hoy de la lucha por el ascenso, pensaba también.

Al final del partido, pero también al principio, pensé en mi viejo sillón azul marino que no hay una luz como la luz de los partidos del Tenerife en casa. Temí esa luz desde el primer instante, en cuanto asomaron los equipos por el túnel de vestuarios, y también cuando los vi pelotear hasta que se cumplieron exactamente las siete de la tarde. Me reencontré con esa luz tras mucho tiempo, y aunque la violencia de esa luz era exactamente la que recordaba, me sorprendió y me intimidó comprobar que era ahora mi equipo y no otro el que estaba bajo esa luz que yo siempre consideré perturbadora, y capaz por sí sola de generar situaciones imprevisibles.

En condiciones normales, el Tenerife habría sido un rival melancólico que se habría venido abajo tras el golazo de Kike, pero no lo fue, y eso que la implicación del público era baja, y afloraban reproches en cuanto los de blanco y azul fallaban un pase, y había chicos sin camiseta en una grada que desplegaron un mosaico con plásticos negros y que empezaron a desear la muerte de alguien, no logré descifrar quién. Eso no lo dijo el narrador, porque hay un gran reparo en anunciar algo así, y en consecuencia nunca oirán de los narradores una frase como: “Atención, parece que desde el fondo sur afloran cánticos en los que se está deseando la muerte de alguien”. Es hasta cierto punto comprensible que decidan no facilitar esa información, aunque otros comportamientos del público sí que se nos comuniquen; así, jamás escucharán a narrador alguno renunciar a contarles que los aficionados están haciendo la ola, por ejemplo. Lo que quiero decir es que en la grada del Heliodoro Rodríguez López había gente deseando muertes, y que todo eso nos beneficiaba, pero no era menos cierto, pensaba yo en mi viejo sillón azul marino, que la luz seguía allí; que la, por así decirlo, luz maldita que inunda el campo del Tenerife, no permitiría, de alguna manera, pensaba yo, que las cosas fueran tan fáciles para el Murcia, y de hecho no lo fueron.

Sólo recuerdo derrotas del Murcia en Tenerife, pensaba yo en mi viejo sillón azul marino, y también pensaba que varios allegados me habían consolado antes del partido diciendo: “Mucho ánimo, porque creo que hoy lo vais a tener difícil”. Antes del partido; me habían consolado antes del partido, no después, sino antes. Y acompañaron sus frases de muecas de compasión sincera, y hasta me acariciaron el hombro, porque vieron venir el dolor, porque hoy es uno de esos días en los que el Murcia se desmorona, porque históricamente se ha desmoronado en días como éste, y ellos querían que yo estuviera preparado. Y además, volvía a pensar yo, estaba esa luz brillante hasta la irritación, que era una luz, por así decirlo, maldita.

Lo que no pensé en mi viejo sillón azul marino ni antes ni inmediatamente después del partido, aún dominado por el miedo, es que quizás este Murcia llega a los estadios y salpica el vestuario de crucifijos invertidos, muchos crucifijos invertidos por todas partes, y ya no existe luz, por así decirlo, maldita, ni existen precedentes que puedan asustarnos. O quizás es que este Murcia vence a lo sobrenatural simplemente llegando al límite de lo terrenal, y esto tampoco lo pensé entonces. Pero sí lo pienso ahora, y pienso que si la temible luz de Tenerife, que me inquietó desde siempre, no ha podido frenarnos, si ni siquiera lo que bordea lo paranormal puede con este equipo, entonces no temo a nada que provenga de los hombres, y entonces, pienso ahora, es preciso que marchemos firmes y decididos hacia la última batalla, y pienso que si nosotros hacemos lo nuestro, habrá dioses malditos que velarán por este Murcia, que es titánico y que tiene el alma oscura.

Real Murcia: Casto; Molinero, Mauro, Truyols (Alcalá, 77), Dani Bautista; Toribio, Eddy, Wellington (Tete, 79), Saúl Berjón; Malonga (Iván Moreno, 57) y Kike.
Goles: 0-1. Min. 1: Kike.

4 comentarios:

  1. Oscura. Si, muy oscura.

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  2. Ya lo dejaba escuchar ese himno... ...como una sola alma (oscura) ¡Murcia, Murcia!...

    Gracias por la literatura. El Murcia de este año no se merece menos lírica. GRACIAS.

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  3. Y también el otro... ...tengo el alma blanca y grana (y oscura), Real Murcia, yo te quiero...

    A los que vienen el sábado, esos de blanco, si que debemos dejarlos negros...

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