Vigo cuestas y droga


Murcia, 0; Vigo, 0
Vigo cuestas y droga, eso le respondió alguien que conozco muy bien a una morena que se le presentó a las tantas de la madrugada, en un bar de Madrid, hace ya tiempo. Me llamo Lucía y soy de Vigo, ¿Cómo te llamas tú?, eso le lanzó aquella morena escotadísima a ese chico que conozco tan bien, a ese chico que de entrada renunció a hacerlo fácil, renunció a comenzar la interacción brindando sus datos a la morena, su nombre, no te líes, dale el nombre, pero no, no, muy al contrario, ese chico tomó un mal camino y de hecho tomó el peor camino al quedarse con el detalle de que ella era de Vigo y al comenzar la interacción con un Vigo cuestas y droga. 

Esa síntesis sobre lo que Vigo representaba para él de manera superficial no gustó en absoluto a ella, a la así llamada Lucía (de Vigo), que si bien mantuvo la sonrisa al escuchar esas primeras palabras del chico al que había decidido dirigirse, tuvo que realizar para ello el más titánico de los esfuerzos. Al principio, todo su rostro acompañaba a esa sonrisa, pero tras Vigo cuestas y droga, todo su rostro abandonó a esa sonrisa, y sólo el protocolo más básico, las cenizas últimas del protocolo más último y más ultimísimo sostuvieron esa sonrisa, nada más. 

¿Cómo?, dijo después la así llamada Lucía, sin añadir calificativo alguno. No reaccionó al Vigo cuestas y droga con un ¿Cómo, tonto? ni con un ¿Cómo, pirao?, sino que simplemente deslizó un prudente ¿Cómo? que quizás daba una segunda oportunidad al chico, la oportunidad de ser normal, de volver al planeta Tierra y proseguir la interacción tomando decisiones muy distintas. Entonces brotó por primera vez la cortesía en ese chico, entonces llegó su volantazo: Yo soy de Murcia, también mucha droga allí. Con esa frase de compensación expresaba ese chico su firme voluntad de reconducir aquella charla con Lucía (de Vigo), ése era el empate a sordidez entre sus ciudades de procedencia que ese chico proponía para, a partir de ahí, empezar a construir algo. Ese chico está convencido de que la charla aún duró cinco minutos antes de que Lucía se marchara del bar con una excusa que ha caído en el olvido. Otros testigos presenciales afirman que la interacción entre ambos no llegó al minuto y medio, y hay alguno que incluso asegura que no fueron más de 40 segundos.

Celta B, 0; Real Murcia, 2
No te terminas de acostumbrar. Por la tele aparece un campo con césped verdísimo, un verde como dopado, y resulta que el Murcia es uno de los dos equipos que están sobre ese césped. Antes de que ruede el balón, siempre los mismos pensamientos: increíble, hemos vuelto a llegar a la otra punta de España, a Vigo, y una vez allí, el conductor ha preguntado a alguien o ha enchufado el GPS o ha consultado un mapa y ha encontrado el hotel. Como si eso no fuera ya de por sí heroico, al día siguiente el conductor ha encontrado también el campo del Celta B y ha dejado allí a nuestros jugadores, que se han cambiado y han salido a jugar contra alguien. En consecuencia, ahí están. Ponemos la tele y ahí aparecen ellos de grana, pero la tele no pone imágenes del viaje, las paradas en áreas de servicio castellanas, las conversaciones con camareros que ya empiezan a ser amigos, la primera vaca desde la ventanilla. Eso no nos lo ponen, así que hay que intuirlo y preguntárselo: qué secretos esconderá la odisea de esta semana. A qué pastor loco habrán conocido al parar en Medina del Campo. Qué jugador habrá sido el primero en golpear los cristales del bus pidiendo histérico que alguien lo saque de allí. Todo eso visualiza uno cuando nos enseñan a nuestro equipo sobre el césped.

Ellos eran gente joven y romántica, su romántica defensa situada en el centro del campo e intentando jugarlas todas; sus laterales, romantiquísimos, muy abiertos y muy adelantados, mucho subir y poco bajar; sus mediocentros, incorporándose una y otra vez al ataque de manera bastante romántica. Por decirlo de otra manera: era un equipo que pedía a gritos que le metieran cinco. Y qué románticos son y qué 0-5 tienen, eso es lo que pensé tras los primeros diez minutos de partido. En realidad, ellos a su estilo también pudieron hacernos daño en ese inicio, pero pronto espabilamos y nos dimos cuenta de que en el romanticismo hay todo tipo de grietas por las que hacer daño. Y lo hicimos sobre todo por banda, con Jairo y Rubén desbordando y centrando, una y otra vez, una y otra vez; los dos se iban muy fácil y los dos la ponían muy bien en el área, donde casi siempre había alguien que remataba (Rubén, gol mal anulado; Oliva, al palo; Javi Flores, gol).

En la segunda parte, el Celta B aún fue más valiente y más romántico que en la primera. Es decir: pedía a gritos que le metieran ya no cinco, sino siete u ocho, incluso catorce. Pero la cifra de goles a favor del Murcia esta temporada no es casual, ni engaña. En esas contras de tres para dos que olían a masacre, el Murcia tomaba siempre la peor decisión, daba un pase que quedaba demasiado corto o demasiado largo, y si todo parecía ir bien, de repente alguien se resbalaba. Qué mala suerte, decíamos, pero no, eso que chirría no tiene nada que ver con la suerte, y sí con la realidad, con limitaciones que ningún escudo puede tapar. De hecho, el debate que se abordó en mi salón durante la segunda parte fue: ya que con delantero-delantero nos cuesta mucho, ¿por qué no jugamos con delantero-no delantero? Se habló de Arturo como falso nueve, para ganar así capacidad de asociación. Justo desplegábamos esa fantasía cuando nuestro delantero-delantero, Gerard Oliva, que no había recibido muchos adjetivos cariñosos hasta entonces, se sacó de la manga un golazo como dándose por aludido, como diciendo aquí estoy yo, a ver si fantaseáis menos. Eso no zanjó el debate, pero sí que lo apagó de momento.

Seis puntos de seis posibles se ha llevado esta temporada el Murcia del término municipal de Vigo, lo cual es uno de esos datos geoestadísticos que nos interesan bastante. Primero cayó el Coruxo en O Vao, y ahora ha caído el Celta B en Barreiro. Completamos así el perfect del Murcia ya no sólo en Vigo, sino en toda la provincia de Pontevedra. Es ésa una de las frases que habrían producido nuestro desmayo si nos la llegan a decir en julio. "¿Ascenso a Primera el año que viene? No, no, el perfect de la provincia de Pontevedra". ¿Qué? ¿Cómo? "Ni visita al Villamarín ni visita al Sadar. No, no, a Somozas y a Langreo". ¿Quién habla? ¿Por qué? "Ni Sevilla ni Zaragoza. No, no. Vigo, para visitar al filial del  Celta. Vigo cuestas y droga". 

Real Murcia: Iván Crepo, Jose Martínez, Víctor Ruiz (Arturo, 83'), Prieto, Acciari, Jaume, Rubén Sánchez (Pumar, 67'), Javi Flores, Gerard Oliva, Armando y Jairo (Javi Saura, 55').
Goles: 0-1. Javi Flores (40'). 0-2. Gerard Oliva (64').
Luis María Valero

6 comentarios:

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    1. IGNORANTE DE LA VIDA,COMPPRTAE UNAS GAFAS Y VETE AL VETERINARIO,NO VENGAS, CONTAMINAS,ERES TÓXICO HASTA NUNCA 🍼

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  2. quien lleva esta web?? grande!!! ers muy grande!

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  3. es de Luis María Valero

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    1. Mari en Tú miserable vida estuviste en Vigo,no vengas, que aquí,sin ti María, seguimos respirando aíre puro tu ,Valerio, contaminarias la RIA DE VIGO Ó LAS ISLAS CÍES,🧶HAZ GANCHILLO

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    2. Hola Maruja Valerio, té por un favor NO VENGAS POR VIGO,SI TIENES UN POCO DE CEREBRO POR VIGO Y GALICIA,ERES TÓXICO, CHAOOO NARUJA,VAI Ó CARALLO

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