Orgullo a distancia


Real Murcia, 2; Marino, 1
Yo no estaba en el estadio rodeado de gente, sino que estaba en mi habitación rodeado de pañuelos y de botellas de agua. Yo no estaba donde debía estar, viendo el Murcia-Marino, sino que estaba en el único lugar donde podía permitirme estar, en mi casa, oyendo el Murcia-Marino. Subo o no subo, me había preguntado durante todo el día, subo mi faringitis a Nueva Condomina o dejo mi faringitis en casa, subo la enfermedad conmigo o no subo la enfermedad y por tanto no me subo a mí mismo, porque subir yo sin subir la enfermedad, eso no era posible, ahora yo soy la enfermedad y la enfermedad soy yo, ambos uno solo. Subir o no subir, así una y otra vez hasta que me dije: no subir. Si no subo, puedo seguir recuperándome, pero si subo, peligro, porque allí arriba hace un frío letal y porque allí arriba circulan corrientes de aire asesinas, corrientes que convierten a una persona sana en una persona con faringitis, y corrientes que convierten a una persona con faringitis en una persona medio muerta. Esas cosas tuve presentes a la hora de decir finalmente: no subo.

Sobre el partido o más bien sobre las jugadas del partido, aquí poco. Igualmente, sobre el resto de cosas que pudieran haber pasado dentro del estadio, aquí poco o aquí nada. Si una chica aparentemente drogada se desnudó en mi sector o si un cantinero del Fondo Sur decidió presentarse con una camiseta del ISIS, yo no puedo saberlo puesto que no estuve allí donde suelo estar, y por tanto no quedará constancia aquí de eso que pudo haber ocurrido. Si ese cantinero se hubiera puesto a despachar bocadillos de chorizo con la camiseta del ISIS y yo hubiera estado en el campo, la noticia habría llegado a mí rápidamente, y ahora ese cantinero protagonizaría completamente la crónica, pero yo allí no, y por tanto, dado que yo allí no, sobre lo que pasó en el estadio, aquí poco. 

En Nueva Condomina, el partido; en mi casa, la intuición del partido a partir de palabras de otros, a partir de palabras como desangelado, como aburrido o como decepcionante. Quizás el que pronunciaba esas palabras había depositado grandes esperanzas en que un Murcia-Marino salvara el fútbol mundial, o quizás ese hombre traía ya preparadas esas palabras para lanzarlas muy pronto, realmente tan pronto como le fuera posible, porque la queja es el verdadero deporte nacional de este país, y a ese deporte no renuncia nadie. A él, que esperaba una goleada, no se le dio una goleada, ¿Cómo se atrevía el Murcia? A él, que esperaba un gran juego y una victoria tranquila, se le ofreció un juego regular y una victoria intranquila, ¿Cómo era posible? Pero en el centro de esa queja no estaba el Murcia, sino esa voz, en su egoísmo. Su planteamiento no era: El Murcia y la afición del Murcia merecen una tarde tranquila contra el colista, sino otro muy diferente: Yo, yo merezco una tarde tranquila contra el colista, y goles, y poder hacer mofa con la defensa del Marino. Yo, yo, yo. Yo soy del Madrid, y ya que vengo a ver un Murcia-Marino, por lo menos que haya goleada y nos riamos de alguien. Dado que eso no ocurre, se indignan.

Anda que sufrir en casa contra el colista es buena señal para el playoff... Eso dijo irónicamente la voz, quizás desconociendo que con nuestros actuales 45 puntos lideraríamos todos los grupos de Segunda B menos el nuestro, quizás desconociéndolo, digo, o quizás conociéndolo, quizás sabiendo que somos el segundo mejor equipo de los 80 de Segunda B y quizás diciéndose a sí mismo que eso le daba igual, que lo importante y la verdadera vara de medir es no ser capaz de humillar a un colista. Al deporte de la queja juegan y juegan y no renunciarán jamás a jugar. 

También en las gradas jugaron varios a ese deporte, porque a través de la radio se escucharon algunos silbidos. Más, le piden más al Murcia, aunque en realidad el Murcia ya da mucho, porque da victorias, y a pesar de que hay achaques, este equipo tiene orgullo vietnamita y los disimula silbando y encomendándose a Acciari como quien se encomienda a un santo que tiene en la mesilla de noche. Llegará un día en el que Acciari no pueda correr, un día en el que Acciari sólo pueda desplegar un ligero trote de civil. Pues bien, incluso ese día será completamente discutible que Acciari no deba seguir en el Murcia y de hecho seguir jugando y liderando el Murcia en el campo. Su influencia sobre los que le rodean ha dejado atrás los niveles de El Cid y se dirige firmemente a cotas como las de, no sé, Moisés, o Napoleón. A veces dan ganas de escribir en el móvil: "El pichichi de mi equipo es mi pivote defensivo de 36 años", para después enviar ese mensaje a un número al azar. 

Manifiéstate, le grita la afición del Real Murcia a la ciudad (¡a la Región!) de Murcia, y lo que hizo Acciari es darse por aludido, decir ¡Presente! hasta cuando nadie le esperaba. Y sí, sí, dicen que el partido no fue bonito, y que sufriendo así contra el Marino no vamos a ningún sitio. Según parece, en el Grupo III el Nástic sí que se merienda a los colistas que da gusto. También hablan muy bien de la placidez con la que se viven estas tardes en el campo del Cádiz, llegando a ser catalogadas como "verdaderamente deliciosas". Todos a pastar. El Murcia se está muriendo fuera del campo y está sobreviviendo dentro de él con una fortaleza admirable. Sobregrau y Prieto están tan unidos ahí atrás que veo probable que, cuando se retiren, monten un negocio juntos; Javi Saura emerge, y Javi Flores empieza a ver portería. Así que para desahogarse no viene mal coger el móvil, escribir "Si pitaste contra el Marino, estás muerto por dentro", y mandar ese mensaje al mismo número al azar de antes.

Real Murcia: Iván Crespo, Jose Martínez, Jaume, Prieto, Víctor Ruiz, Acciari (Saura, 74'), Armando, Arturo (Carrillo, 62'), Rubén Sánchez, Javi Flores (Albiol, 87') y Gerard Oliva.
Goles: 1-0. Javi Flores (39'). 2-0. Acciari (69'). 2-1. Omar (75').
Luis María Valero  @Mondo_Moyano  torremendolliure@gmail.com

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