Oda al delantero asturiano


Real Murcia, 2; Langreo,1
Nos salvó sobre la campana un chico bajito llamado Carlos, delantero asturiano que debutaba en casa y que no tardó en responder al arquetipo de delantero asturiano que yo, entre delirios, mitifico y adorno con virtudes de héroe. ¿El delantero asturiano? El delantero asturiano es casi siempre un coloso, un hombre hecho a sí mismo y sin miedo a la muerte, un valiente con pillería de pueblo, esa pillería del que ha pasado hambre y conoce los suficientes trucos como para que eso no vuelva a ocurrir. Esa fe ciega en los delanteros asturianos le debe mucho a la leyenda de Quini, lo que nos contaban de él y lo que imaginábamos; luego, la fe gana fuerza con los Eloy, Oli o Villa, y finalmente se consolida con aquellos que hemos visto de cerca en Murcia: Luis García y Saúl Berjón. 

Aquel verano de 2003 en el que Juan Antonio Samper perpetró la plantilla que descendería a Segunda con Peiró y Toshack surgió el rumor de que el Murcia quería al capitán del Madrid B, un extremo derecho llamado Antonio Núñez. Por motivos que no vienen al caso terminé hablando por teléfono con la madre de Antonio, simpatiquísima, que me contó que su hijo no le había comentado ningún interés del Murcia durante la comida, pero que, de su cosecha, nos recomendaba que ficháramos a un compañero de Antonio "que es muy bueno y que tira muy bien las faltas". Su nombre, Luis García. Como si alguien del club hubiera escuchado la conversación, a los pocos días se anunció el fichaje de Luis, ovetense, nuestro mejor hombre aquella temporada junto a Iván Hurtado. ¿Tenía mucha técnica? No. ¿Tenía mucho gol? No, pero tenía todo lo demás. Era, al fin y al cabo, un delantero asturiano: valiente, peleón, ratonero, de los que no se escondía jamás. 

Un día, alguien que lo conocía bien me contó una de las aficiones favoritas de Luis García: si iba conduciendo por la autovía su BMW azul turquesa y otro coche lo adelantaba muy rápido, en plan chuleta, Luis se picaba siempre, apretaba a fondo, salía detrás de él como si fuera un coche de policía en plena persecución y no paraba hasta volver a pasarlo. Claro, si no le daba miedo jugarse la vida en la autovía, cómo iban a asustarle las batallas contra los centrales. Había en su mirada un orgullo que no se quebraba ni con las bromas que le gastaba el Pipa Gancedo, que una mañana le dijo: "Luis, ¿has leído la prensa de hoy? Dicen que te quiere la Juve". Acto seguido, el Pipa añadió: "¿Oíste, Luis? La Júver, la de los zumos. Dicen que te quiere la Júver". Y Luis le regalaba media sonrisa al Pipa, sólo media, porque Luis creía en sí mismo casi desde el integrismo. Si hubiera sido, no sé, de Ceuta, o de Ciudad Real, dudo que hubiera llegado a ser internacional. Pero era asturiano.

Encontré ese mismo orgullo en Saúl Berjón una noche de abril del año pasado, víspera del Sporting-Murcia, a las puertas del NH Gijón. Nosotros, que estábamos de despedida de soltero, habíamos ido al hotel a recibir a los jugadores, y algunos dicen que teníamos problemas graves e incluso gravísimos para articular según qué frases sin trabarnos. En mitad de una nebulosa, recuerdo que le di a Julio Velázquez uno de esos achuchones en los que los brazos se mueven mucho y acarician muchas zonas. Los jugadores se dieron cuenta de que nosotros estábamos quizá demasiado alegres y, aunque nos trataron con cariño, mantuvieron una distancia prudencial, lógicamente. Cuando todos parecían haberse ido a sus habitaciones y nosotros estábamos medio enzarzados con la nazi de recepción, apareció por allí Saúl, el también ovetense Saúl. "Qué pasa, chavales", nos dijo. Fue como una aparición divina. Había bajado exclusivamente a hablar con nosotros, con tres sujetos que tenían escrito en la frente un aléjate parpadeante. ¿Se habría atrevido a algo así un delantero de Ceuta o de Ciudad Real? No lo creo.

Por aquel entonces era habitual escuchar silbidos a Saúl en casa, e incluso como contraataque hacia los criticones había aparecido alguna pancarta en su apoyo, porque la cosa empezaba a ser verdaderamente desagradable. Nosotros, en aquel hotel de Gijón, quisimos darle cariño. "Saúl, es increíble que alguno se atreva a pitarte", le dijimos, como esperando que estuviera afectado y agradeciera nuestro consuelo. Nunca olvidaré su respuesta, que fue exactamente la respuesta típica de un delantero asturiano: "Pero si a mí me da igual. ¿Sabéis por qué me pitan? Porque me la juego, porque encaro siempre. Ése es mi juego, yo soy de atreverme, de desbordar, y si me la quitan cinco veces seguidas y la gente se pone a pitarme, a mí eso no me importa, yo voy a intentarlo a la próxima otra vez". Eres un valiente y además estás loco, eso pensé bajo la lluvia de Gijón, mitad y mitad. Valiente, sí, pero también loco. ¿Qué genes les reparten por allá arriba? ¿Hay algún ritual precoz que los espabila y los lanza al mundo sin aprensiones? ¿Les obligan a trucar su primera moto a los trece?

Y ahora llega Carlos Álvarez, otro ovetense, otro de esos delanteros que tiene escrito en la mirada que él sabe hacer nudos marineros con un brazo atado al hombro. Se le intuye el mismo descaro, el mismo coraje, la misma fe en sí mismo de los otros dos. Carlos nos ganó el partido en el descuento, porque él, en el córner agónico, buscó el sitio que buscan los pillos: el segundo palo. "Ahí, en el segundo palo, hay seis o siete goles todos los años para el que quiera cogerlos", eso decía y sigue diciendo alguien que sabe mucho de fútbol. El brinco de alegría a última hora hizo que olvidáramos las malas sensaciones, el atasco por el centro, la falta de ideas arriba, los inusuales despistes atrás. Javi Saura fue clave en la segunda parte, porque oxigenó al equipo con su descaro y su lucidez, pero fue Carlos Álvarez el que nos mantuvo vivos en la pelea con el Oviedo, el que me dio nuevos motivos para confiar ciegamente en los delanteros asturianos. Al fin y al cabo, ¿nos habría ganado el partido en el descuento un delantero de Ceuta o de Ciudad Real? No lo creo.

Real Murcia: Iván Crespo, Albiol, Jaume, Prieto, Víctor Ruiz, Acciari, Armando (Saura, 55'), Arturo (Carlos Álvarez, 63'), Rubén Sánchez, Jairo (Isi, 77') y Gerard Oliva.
Goles: 0-1. Robert (21'). 1-1. Jairo (35'). 2-1. Carlos Álvarez (92').
Luis María Valero  @Mondo_Moyano  torremendolliure@gmail.com

1 comentario:

  1. mi padre es de ceuta y mi madre de ciudad real, Ten cuidao por donde andas andate por lo segau

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