Ruido bonito del Zelda


Real Murcia, 1; Compostela, 1
Sí, sí, un empate que aleja, pero en realidad, nunca tan cerca. Ésa fue mi conclusión de camino a casa, ésa mi resolución: nunca tan lejos del primer puesto, y nunca tan cerca del ascenso. "Ha ganado el Oviedo", dijo un hombre de mediana edad en paralelo a mí, mientras salíamos del campo. Y yo pensé: más cerca hoy del ascenso, señor. "Otra vez a siete puntos del liderato", añadió ese hombre. Y yo pensé: ayer más lejos que hoy, señor. "Papá, Somozas está en Totana" (?), apostilló el hijo de ese hombre, ambos cogidos de la mano. Y yo pensé: su hijo está loco, señor. En ese pelotón que abandonaba el estadio, dos locuras de diferente intensidad: por un lado, mi ahora más cerca que nunca, y por otro lado, el Somozas es Totana de ese niño, que ya tendría unos ocho años y que realmente sorprendió a todos los que andábamos junto a él cuando, de repente, enunció categórico su locura, que sin duda era una locura mucho más loca que la mía.

Y recuerdo bien que la locura del niño fue rápidamente atajada por la sensatez del padre, porque el padre le corrigió enseguida diciéndole que nuestro próximo rival, el Somozas, no juega en Totana sino en la provincia de La Coruña. Y recuerdo también que yo no tuve interlocutor a mi salida del campo, que no tuve a nadie con quien discutir mi ahora que tan lejos, nunca tan cerca, pero realmente pienso ahora que ese niño (su mente) reunía todas las condiciones para comprender mi razonamiento, y quizás él habría sido el interlocutor adecuado para mí. Yo arrojándole a su cabeza mi muy lejos y muy cerca, él arrojándome a mi cabeza su Somozas es Totana, y yo asintiendo: sí, sí, es Totana, sí, sí, por fin un desplazamiento corto. Ésa habría sido quizás la situación ideal para ambos, a la salida del campo, desaguar nuestra locura el uno en el otro, y asentir él a lo mío, y asentir yo a lo suyo, reforzarme yo en lo mío, reforzarse él en lo suyo. Pero yo no tuve interlocutor para mi locura, y por lo que a ese niño respecta, su locura fue rápidamente sepultada por la lógica de su padre. 

¿Y por qué creo que ahora estamos muy cerca? Porque este Murcia ha mejorado. Ya miramos los primeros puestos de otros grupos de Segunda B sin cerrar enseguida la página. Ya nos atrevemos. Hasta ahora pulsábamos donde ponía 'Grupo II' y sólo ojeábamos la primera sílaba del cuarto clasificado antes de huir. Leíamos el To del Toledo, o el Ba del Barakaldo, pero ya está, nunca leer más, nos decíamos, siempre buscar la x de la esquina superior derecha, vámonos de aquí enseguida, porque al Murcia le faltaba quizás el juego y quizás cosas importantes en ataque, y ese To (del Toledo) y ese Ba (del Barakaldo) ya eran suficientes para intimidarnos y para imaginar tardes de junio malsanas, con nubarrones de otoño. Pero eso ha cambiado. 

Un reformismo feliz ha irrumpido en el Murcia, un tiempo nuevo que nos invita a ser valientes. Con Carlos Álvarez e Isaac Palazón ahí arriba, algo ha empezado, y lo cóncavo ha encajado con lo convexo. Es como si a Carlos y a Isi, que dominan el arte de estar ahí, nos los hubiéramos encontrado al abrir un cofre perdido, mientras sonaba el ruidito del Zelda de cuando resolvías algo importante. En efecto, el Murcia ha resuelto algo importante: su ataque. Ahora, con esos dos puñales y Javi Flores y Arturo inventando, lanzamos dentelladas y somos simplemente mejores que antes, más preparados para tardes malsanas con nubarrones. Ahora miramos los primeros puestos de los otros grupos y leemos todas las sílabas de esos equipos, sin miedo.

Este Murcia lanza dentelladas, pero esas dentelladas no siempre vuelven desfogadas: dos clarísimas sin final feliz se fabricó Carlos, y tres mano a mano falló Javi Flores, más torero de Sevilla que nunca. Asistió en el gol de Isi y cosió jugadas que merecían lanzamiento de claveles al campo, pero, ay, la suerte de matar. Ay, la estocada. Quizás fue el partido con más ocasiones claras para el Murcia, y quizás ante el rival que más difícil lo puso, porque ellos estuvieron valientes: defensa en el medio campo y presión altísima, sobre todo a partir de nuestro gol. En lo que quedaba de primera parte nos fueron invadiendo hasta que empataron. Después sólo mandamos nosotros, especialmente con unos últimos veinte minutos de poderío, de equipo serio que acosa y reclama el territorio que antes cedió medio despistado. Fueron claves para eso Javi Saura y su violín; también Jairo, que ratoneó pasadizos y nos acercó al gol de la victoria, el que merecimos una y otra vez pero que nunca llegó.

Ahora más lejos, concretamente a siete puntos del Oviedo. Y sin embargo, a la salida tenía yo ganas de decirle a alguien que no, que en realidad más cerca. Lo que yo tendría que haber hecho es tocar el hombro de ese niño que abandonaba el estadio junto a mí y preguntarle: ¿No te parece a ti que ahora en realidad más cerca? Y él responderme a mí: el domingo, a Totana. Y yo decirle a él: es Isi uno de esos extremos que siempre va al remate cuando centran por banda contraria. Y él decirme a mí: sí, sí, y estaba en un cofre. Y yo decirle a él: ahora todo tiene sentido y no dejo de escuchar el ruido bonito del Zelda. Y él decirme a mí: sí, sí, ruido bonito. Y yo decirle a él: sí, sí, a Totana.

Real Murcia: Iván Crespo, Jose, Jaume, Prieto, Pumar, Acciari (Saura, 72'), Armando, Arturo (Jairo, 55'), Isi, Javi Flores (Gerard Oliva, 85') y Carlos Álvarez.
Goles: 1-0. Isi (14'). 1-1. Yacine (34').

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