No pasar


Real Murcia, 0; Oviedo, 0
Compartí semáforo en rojo con dos del Oviedo, camino del estadio. Supe que esos dos veinteañeros morenos sin rasgos especialmente destacables eran del Oviedo porque los dos vestían la así llamada camiseta del Oviedo, y además uno de ellos llevaba anudada al cuello, en plan capa, la bandera azul con la Cruz de la Victoria amarilla, la así llamada bandera de Asturias. Yo, por mi parte, era del Murcia, aunque no ofrecía pistas. Ellos a mi lado, yo al suyo. Dos del Oviedo bajo el sol asesino de Murcia, y yo también. Ellos quizá debutantes bajo ese sol criminal, yo veterano y experto bajo ese sol que tiene tantas almas sobre su conciencia. A miles y a cien miles ha matado ese sol en Murcia, por eso en cuanto asoma abril se apodera del murciano un miedo mortal, y miramos hacia arriba y pensamos: ¿Eres hoy un sol asesino o sólo un sol agresivo? ¿Hoy matas o simplemente hieres? Y el sábado, por suerte, el sol de Murcia únicamente hería, aunque yo me referiré a él siempre como un sol asesino, porque incluso cuando hiere, el sol de Murcia hiere de muerte.

Ellos esperaban mientras ojeaban lo que parecía ser un folleto con líneas y horarios de transporte público, yo esperaba mientras miraba el monigote rojo encendido que te dice: renuncia a cruzar para vivir, pero por supuesto, lógicamente, cruza para morir. Realmente cerca ellos de mí, en paralelo. Miraban ellos el folleto, miraba yo el monigote, pero quise muy pronto mirarles a ellos y de hecho me giré a los pocos segundos y pasé a disfrutar del espectáculo de unos rayos de sol del Grupo IV desparramándose sobre una camiseta del Grupo I. Casi parecían guiris. Todos esos destellos dorados en ese azul tan serio de sus camisetas, una especie de visión. ¿Vosotros aquí? ¿El Oviedo aquí? Qué bonito que el Oviedo aquí. A uno de ellos, engominado, le fosforecía la frente con puntitos como de brillantina. El sol de Murcia ya le estaba hiriendo. Y yo dudando: les hablo o no, interactúo o no. 

Pero hay que llevar cuidado. Somos nuestras ciudades, en este tipo de abordajes a los visitantes. Tenemos un poder absoluto. Si por ejemplo nos acercamos y le acariciamos la mejilla a uno de esos visitantes, Murcia será eternamente tierra de locos para ellos. Si nos acercamos y les decimos: Yo tengo un amigo en Oviedo llamado Pablo Fernández, ¿lo conocéis? Sí, sí, tenéis que conocerlo, y describimos durante cinco minutos a Pablo Fernández e insistimos en que tienen que conocerlo, aunque ellos respondan que Oviedo es muy grande y que ni idea, si hacemos eso, digo, y si nos acercamos muchísimo y si invadimos sus espacios de seguridad y si les tocamos mucho el hombro, Murcia ya no tiene solución, Murcia será siempre la tierra donde se te acercan auténticos desequilibrados en los semáforos, y el boca a boca hará que ni ellos ni las dos próximas generaciones de sus familias pisen Murcia. 

Al contrario ocurre igual. Si nos acercamos y les decimos: Un placer teneros aquí, ojalá subáis, y si queréis cenar luego, os recomiendo La Viuda y El Orly. Si hacemos eso, no habrá barrio de los gitanos ni soles asesinos ni decenas de jeringuillas por las aceras que puedan borrar en ellos la idea de que Murcia es una gran tierra, de que en  Murcia sólo gente amable y bellísimas personas. Esos abordajes condicionan la posibilidad de que los futuros nietos de esas personas lleguen a pisar Murcia, así que es mejor no arriesgar, y yo no arriesgué, porque yo no les hablé, sino que sólo los miré fijamente y retuve detalles. Uno de ellos estaba empezando a perder pelo en la coronilla.

Lo feo de la tarde es que el semáforo no llegó a ponerse verde nunca. El partido fue sucio, pero sucio de emborronado, de desdibujado. El Oviedo es el que más goles marca de toda la Segunda B, pero cuando se concentra en defender, tampoco lo hace nada mal. Cerró todos los huecos y bendijo el empate desde el principio, aunque optando a contragolpes que nuestra defensa, sobresaliente, apagó siempre. Con el balón nos costó, sobre todo en la segunda parte, en la que los cambios no sólo no aportaron, sino que restaron. Tuvimos un par muy buenas en el primer tiempo: ésa de Carlos en la que baila un pasodoble en un zulo, y el cabezazo de Acciari que salva Esteban con una estirada ninja. Los dos se felicitaron mutuamente tras la jugada, y entonces los 75 años de edad que suman se diluyeron. Ese choque de manos pareció el de dos chavales en el patio, y en realidad fue una celebración: qué más da la categoría en la que estemos o las penurias, lo que importa es que tú con 36 años y yo con 39 estamos aquí, brincando y correteando, defendiendo el escudo que queremos. Dado que no queda demasiado para que estos dos emblemas guarden para siempre el brazalete en una caja de recuerdos, abrochamos en una sola ovación junto a los 700 héroes que vinieron de Oviedo el reconocimiento y el respeto absoluto por ambos capitanes.

No hubo manera. Omgba lo barrió todo en el centro del campo, y como es uno de esos jugadores que no sabe no correr, se dio prisa hasta para salir del terreno de juego cuando lo sustituyeron. Nuestro espesor a la hora de crear nos llevó a echar de menos a Arturo y a Javi Saura, porque el centro del campo no raseaba casi nada y Carlos era una isla inalcanzable. En la grada, algunos decían que daba igual empatar o perder, y por eso pedían lío, idas y vueltas, caos. No lo vio así Aira, que valoró el punto quizás como refuerzo moral de cara al playoff. El Oviedo celebró el empate como el alivio definitivo, como el pasaporte para el primer puesto y para el cara o cruz con repesca. A nosotros, el empate nos ha dejado contando hasta tres sin parar. Primero levantamos el dedo gordo, y decimos en voz alta, por ejemplo: Hércules. Luego levantamos el índice y decimos, por ejemplo: Huesca. Y finalmente levantamos el dedo corazón y decimos, por ejemplo: Lleida. Y te tienes que reír. Sólo de imaginar lo difícil que es y la de semáforos en rojo que hay por un camino así, te tienes que reír.

Real Murcia: Crespo, Jose Martínez, Jaume, Prieto, Pumar (Víctor Ruiz, 88'), Acciari, Armando, Isi (Carrillo, 57'), Javi Flores, Jairo (Gerard, 71') y Carlos Álvarez.

1 comentario:

  1. Simplemente genial. La escritura, el estilo, el sentido del humor: todo. Por lo demás será difícil cualquier cruce, pero sí, ojalá suba tu Murcia con mi Oviedo.
    Y ojalá sigas tú escribiendo mucho tiempo.

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