Rusomurcianismo


Real Murcia, 3; Real Avilés, 0
De repente vemos un ruso con la camiseta del Murcia y de repente nuestra tarde cambia por completo. Pensamos que la así llamada tarde de partido se centra únicamente en el partido, creemos que ir a la Nueva Condomina consiste sólo en ir a ver a nuestro equipo desde muy cerca, y despreciamos de esta manera toda la periferia sensorial de la así llamada tarde de partido, todo lo que la tarde de partido nos arroja a la cabeza en el antes y el después (del partido). Esa subestimación es un gran error, porque la tarde de partido tiene la capacidad de jugar sus propias cartas y agitarnos ya antes y muy antes (del partido), como prueba el hecho de que yo fui agitado por una magistral jugada de la tarde de partido: la jugada de colocar en mi camino hacia el estadio a un adolescente ruso que vestía la camiseta del Murcia.

Poco antes de descubrir al ruso comía yo en el así llamado The Good Burger del centro comercial de Nueva Condomina, elegido por mí en base a la recomendación del candidato por UPyD a la alcaldía de Murcia, Rubén Juan Serna. Que le encantaba ese sitio, había dicho Serna en Twitter. Que eran hamburguesas realmente sabrosas, había dicho Serna en Twitter, y yo había estado atento y permeable a esa sugerencia suya. Un partido como UPyD que implosiona y no contento con implosionar se dispara después a sí mismo en el pie y en más sitios se gana misteriosamente nuestra atención y nuestra permeabilidad a sus propuestas (una vez han dejado de implosionar y de dispararse a sí mismos). Los supervivientes a esa autoaniquilación tienen inmediatamente nuestro respeto y nuestro interés, ya  propongan la modificación de la ley electoral o recomienden restaurantes. Siempre esa vocación casi enfermiza de ir a la contra, siempre ese placer: ahora que sois despreciados y no os escucha nadie ni cuando recomendáis hamburgueserías, ahora me interesáis especialmente.

Cabe suponer que si más y más gente sigue abandonando UPyD (en la derrota) para marcharse a Ciudadanos (oliendo a victoria), el interés que continuará despertando UPyD en nosotros será cada vez mayor (misteriosamente), y sus propuestas gastropolíticas nos irán resultando más y más seductoras: de pronto ya no sólo esperar las propuestas de Rubén Juan Serna, sino apremiar a Rubén Juan Serna y a UPyD Murcia a que nos recomienden más y más restaurantes, a que nos informen de más y más puntos de su programa político. Y por supuesto, al llegar a The Good Burguer, ni un alma. Nadie había en ese sitio a las cuatro y media de la tarde, yo era el único cliente de la hamburguesería de los socioliberales. A mi izquierda, el McDonalds a rebosar incluso a las cuatro y media de la tarde (Ciudadanos). A mi derecha, The Good Burguer vacío (UPyD). Lógicamente y sin pensarlo un segundo, directo hacia la hamburguesería del socioliberalismo autoimplosivo. ¿Pero el Murcia sube o no?, me preguntó el encargado, buscando conversación de manera muy agradable y quizás también esperanzas de que un ascenso traiga más clientes. No lo sé, le respondí, y después me limité a esperar mi hamburguesa, que resultó ser una hamburguesa realmente deliciosa, y que reforzó mi confianza en las propuestas gastronómicas e incluso gastropolíticas del socioliberalismo suicida.

Después, el ruso. Mi genial cambiatardes. Lo encontré al sol en la puerta del centro comercial más cercana al estadio: unos catorce años, camiseta del Murcia de esta temporada, la Hummel; pantalón corto negro, zapatillas de deporte blancas, pelo pincho rubísimo, hablando con su madre mientras se apuraba uno de esos yogurts helados que no terminan de pasar de moda. La barrera del lenguaje en Rusia, él no. Abrirse paso por Rusia, fácil junto a él. En ese diálogo con su madre había muchas uves y muchas pes pronunciadas y colocadas y combinadas para producir los sonidos que asociamos inmediatamente al idioma ruso, ese toque ruso, ese saber ruso cuando eres de Rusia. Su condición de ruso, no elegida, pero su camiseta del Murcia, sí elegida. Yo lo miré y lo miré al pasar junto a él, y aún cuando lo sobrepasé y caminaba en dirección al estadio me volví un par de veces como para confirmar: sí, sí, ahí sigues. Qué enigma tan bello el de este ruso, que a lo mejor vive en Torrevieja con sus padres y que un día dijo en ruso: yo quiero ser de esos llamados Real Murcia, llevadme a ver a esos llamados Real Murcia que cada año están en una categoría distinta. Y realmente sus padres debieron tomarle en serio y realmente sus padres lo traen a ver al Murcia contra el Avilés. 

Para competir con el rusomurcianista en lo improbable, gente de Avilés también vino a ver a su club, el octavo más antiguo de España y el más antiguo de Asturias, uno de esos equipos que tienen el 'Real' en el nombre y por tanto un equipo sobre el que los abuelos pueden y deben pronunciarse. Se nos atragantaron esas rayas blanquiazules en la primera parte, cuando la solanera ahogaba más, por lo que algunas miradas se cruzaron en la grada y algunas preguntas fueron intercambiadas para romper el murmullo generalizado: ¿nos pasa algo serio? ¿nos ha afectado dejar de saber a cuántos puntos estamos del Oviedo? En la segunda parte, cuando la sombra conquistó todo el campo, Jairo nos pidió a regate limpio que nos calláramos y que dejáramos de hacer preguntas tontas. Las rayas blancas y azules lo sujetaron un buen rato, pero llegó un momento en el que se rindieron, y  hasta la corona del escudo le lanzaban para intentar pararlo. Fue entonces Jairo un jugador verdaderamente canario, incluso muy canario. Descarado, eléctrico, preciso. Su centro a Isi en el primer gol, una maravilla culminada por esa sublimación que es que un bajito vaya con todo por alto. Casi todos los pequeños aceptan la derrota de antemano en esas pugnas, pero Isi es de Cieza, lo que probablemente tenga que ver con el hecho de que este chico no regale un solo metro, no perdone una sola carrera ni una sola pelea de balón, aunque sea por el aire y contra gigantes.

A partir del gol nos liberamos, y Javi Flores empezó a encontrar los espacios suficientes para arrancarnos los suspiros de siempre. Ni primavera sin flores, ni un solo partido sin un Ay, Javi brotando de nuestros labios. Qué hondo juega usted, Javier, cómo se nos clava cada amago de esos en los que engaña usted hasta a su propia sombra. Ni siquiera nos permitió Javi el quejido habitual en voz baja, el ay si este hombre tuviera gol, porque Javi cerró el marcador con una falta desde el pico del área en la que, por seguir fiel a su escuela de burla y señuelo, convenció al portero de que centraría. Fue una fiesta entonces el estadio, la memoria tan ligera que nadie recordaba ya las dudas del principio, ¿cómo? no, no, yo siempre creí. Al final, las únicas preguntas que sobrevivían eran tres. Primera: Cuánto hacía que Acciari no marcaba un gol con el pie. Segunda: Cómo será la vida en Avilés de ese coreano llamado Kiu que salió en la segunda parte para acabar siendo lo mejor de su equipo. Y tercera: ¿Alguien conoce a ese rusomurcianista y sabe si hay alguna forma de ponerse en contacto con él?

Real Murcia: Fernando, Jose Martínez, Jaume, Prieto, Víctor Ruiz, Acciari, Garmendia (Armando, 82'), Jairo (Arturo, 78'), Isi (Carrillo, 68'), Javi Flores y Carlos Álvarez.
Goles: 1-0. Isi (53'). 2-0. Acciari (58'). 3-0. Javi Flores (71').

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