Navidad antes de Navidad


Real Murcia, 2; (un) Cartagena, 0
Reencontrarse con un viejo enemigo siempre tiene algo de entrañable. El roce de los años hace un cariño también en los estadios, hay una concesión en esa tirantez: sí, sí, has estado ahí enfrente bastantes veces, nos hemos hecho muchas heridas, te respeto. Son muchas escaramuzas en La Vieja, muchas grescas en El Almarjal. Aunque nos revistamos con la antipatía, si ponemos una lupa sobre nosotros mismos descubrimos una especie de afecto. Al Efesé lo llegamos a apreciar, de una manera oscura y casi inconfesable. Por eso le mandamos un saludo, allí donde esté. Creo que anda por Territorial Preferente. Mucho ánimo, viejo enemigo, sería bonito volver a encontrarnos en las alturas. Por ejemplo en Segunda, la categoría de la que tú fuiste uno de los clubes fundadores, en 1928. No es dónde estás, es lo que eres, eso dice siempre Alejandro Oliva. Dado que el Efesé tiene esta temporada unos 600 socios, puedo afirmar que hay 600 cartageneros que opinan como Alejandro.

El club que nos visitaba esta jornada lo conocemos menos. Poco a poco. Sabemos que nació en 1995, que lo llamaron Cartagonova y que lo fundó un señor al que deben caberle muchos amores, porque luego llegó incluso a presidir el Cádiz. Ya hemos tenido unas cuantas reuniones con este club, y de hecho en algunas de ellas nos magullaron. También salieron con esa intención esta vez, porque el arranque del partido fue de ellos. Si nosotros teníamos el balón, muchos humanos vestidos de blanco y negro venían corriendo hacia nosotros muy rápido, feroces. El Murcia tenía ya suficiente con evitar que esa hambre del así llamado Cartagena se tradujera en un mordisco serio. Lo evitamos. También ayudó la cruceta, en un córner que casi acaba en el 0-1 y que despertó varios movimientos nerviosos en la grada: ellas se pasaron el pelo por detrás de las orejas, ellos se mesaron agitados la barba, y los lampiños sólo suspiraron. Nos habíamos librado. En esa primera parte, ninguno de los dos tenía la claridad suficiente ni la calma para concebir ideas muy originales. Mucha igualdad, muchas faltas, la barra de energía todavía llena en cada futbolista. Pero en la segunda parte, tal y como viene ocurriendo en los últimos partidos, embestimos.

Y fuimos, y fuimos, y fuimos. Ante la superioridad física del equipo, ante su mayor poderío y su facilidad para instalarse en el campo rival durante las segundas mitades, yo debo poner dos nombres sobre la mesa: Morga, el preparador físico; y José Manuel Aira, el entrenador. A un jugador de esta plantilla le escuché decir una vez que con Aira “entrenamos como animales”. Y dado que se juega como se entrena, resulta que nuestros futbolistas juegan como animales. La segunda parte fue un monólogo, sólo hablamos nosotros. Un discurso de 45 minutos, fue aquello, en el que sólo permitimos que el así llamado Cartagena pronunciara monosílabos, antes de volver a arrebatarle el micrófono. Dijimos y dijimos y dijimos, aunque nunca fueron frases muy complejas ni muy pulidas. Teníamos el nervio y el impulso, y sólo nos faltaba combinarlo con una pizca de talento. De Vicente y Chavero no se bastaban, necesitaban de una ayuda, y esa ayuda vino desde el banquillo. En el minuto 78 entró Sergio García al campo, todo él, aunque podríamos decir que en el minuto 78 entró la pierna izquierda de Sergio García, eso era lo importante. Que entraran otras partes de su cuerpo no era tan fundamental como que entrara esa extremidad concreta. Entró esa pierna, y fue decisiva.

El partido debió ser nuestro antes, porque Ruso lo rompió de la manera exacta en que se rompen este tipo de partidos: con un cabezazo implacable, a balón parado. Un trabajo profesional, un corte limpio. El gol era completamente legal, aunque un juez de línea se atrevió a decir que no lo era. Mentía. Creíamos que ése era nuestro último tren, que ya más trenes no saldrían. Condenados al empate, pensaba yo. Sin embargo, el equipo siguió martilleando, y por esas vías vacías volvió a aparecer un tren, a ultimísima hora. A falta de cuatro minutos, Sergio besó un córner con su pierna de besar, nadie más besa con sus piernas, sólo Sergio, sólo él sabe besar con una extremidad, y su beso lo acogió Azkorra, que también con su cabeza sabe besar balones, realmente tenemos aquí dos casos excepcionales, dos casos de hombres que besan con partes de su cuerpo que no están destinadas a besar. Azkorra se elevó entre multitudes, y su cabezazo fue directo a un vértice de la portería. Un rugido se abrió paso en el estadio. Sabíamos que ese gol era la victoria, aunque la extremidad favorita de Sergio quiso tranquilizarnos definitivamente besando el 2-0. Una mañana feliz. Sonaron villancicos en Nueva Condomina. Hacia Belén va una burra rin rin. Dime niño de quién eres. Y por favor, mira cómo beben, hazme el favor de mirar cómo beben los peces en el río. Guirnaldas y sonrisas y niños ilusionados. Nadie se acordaba de Herodes Samper. Fue Navidad antes de Navidad.

Real Murcia: Fernando; José Ruiz, Jaume, Ruso, Pumar; Rafa de Vicente, Armando, Chavero, Germán (Javi López, 69); Carlos Álvarez (Sergio García, 78) y Azkorra (Eneko, 89).
Goles: 1-0 (Azkorra, 86) 2-0 (Sergio García, 89)

1 comentario:

  1. Que bueno. Como siempre, precisión de cirujano.
    Enorme Real Murcia.

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