Tomar Granada en un día tonto


Granada B, 1; Real Murcia, 2
"Ahora a las 12 juega el Murcia en Granada", eso anunciabas a tus humanos más cercanos, pero algunos no te creían, no podían concebir que el Murcia pudiera estar en una mañana así luchando por ser el mejor de ochenta, sí, sí, el mejor de los ochenta equipos de Segunda B en esta primera vuelta, sin dinero, sin futuro, pero con todo lo demás. A la apertura de regalos fuimos con los auriculares puestos. Autorizamos a todos nuestros sentidos a volcarse en la apertura de regalos, menos al sentido auditivo, a ése no le autorizamos tal cosa, porque el sentido auditivo debía dedicarse en exclusiva a Granada. Y mira, mira: unos calcetines. Y escucha, escucha: a punto de marcar Carlos. Y no, no: ésta no era mi talla. Y sí, sí: gol del Granada B. Y recuerda, recuerda: ahí dentro va el ticket regalo. Y olvida, olvida: expulsado Carlos, de este partido hay que olvidarse.

En el descanso, con 1-0 en contra y un jugador menos, estábamos convencidos de que éste no era un día listo, sino que, muy al contrario, era un día tonto, el día tonto que ya nos venía tocando. En base a lo material, un resquicio de esperanza: este equipo es capaz de todo. Pero en base a lo inmaterial, un convencimiento negro: a este equipo le corresponde perder hoy. Realmente le correspondía, y sin embargo, se rebeló ante esa correspondencia. En sus días tontos, otros equipos besan la lona, lógicamente, pero el Murcia, en uno de sus días tontos, tomó Granada. El  Murcia convierte los días tontos en días listos, no se resigna a que sea un día tonto, y de hecho en Granada no paró hasta girar el día. Todo en Granada gritaba: cáete, pero el Murcia respondió: no me caigo. El Murcia no se cae, y no se cae, y no se cae. Dentro y fuera de los campos le empujan, le arrojan a la cabeza todo tipo de objetos, intentan hacerle sofisticadas llaves de judo, pero el Murcia sigue en pie.

¿Qué pasó en la segunda parte? Eso sólo lo saben los que estuvieron en Los Cármenes, lo demás son habladurías. Se dice que jugamos más tranquilos con diez que con once, que la tocamos más y que nuestro escudo empezó a lanzar destellos que cegaban a los jugadores del Granada B. Si nuestro escudo hubiera sido otro, ellos habrían querido rematarnos. Pero nuestro escudo es el que es, para lo bueno y para lo malo, qué le vamos a hacer, y los rivales se lo saben de memoria. ¿Ese triángulo coronado? Se lo saben, y hasta podrían dibujarlo a ciegas. Por eso les dio igual tener un jugador más: simplemente se resguardaron atrás para lanzar contragolpes que involucraran a los cinco continentes. 

Sí, sí, es que el Granada B es uno de esos experimentos aterradores del fútbol capitalista moderno, ése que domina magistralmente Quique Pina desde una ética muy particular que no te explican los libros de Filosofía. Tenían un portero macedonio que de cintura para abajo pertenece al Fondo Soberano de Noruega, un ghanés que sólo tiene el usufructo del 33 por ciento de su oreja izquierda, y un brasileño que fue adquirido en una partida de cartas por un holding chino-marroquí. Por supuesto, Udinese tiene una opción de compra sobre los órganos internos de todos ellos. Horripilante. Se trata del filial del Granada, pero podría ser perfectamente el filial del Racing de Kuala Lumpur, o una comitiva de la ONU para tratar el conflicto de Venezuela con Guyana. 

Yo no vi venir el milagro. Absolutamente convencido de que estábamos ante un día tonto de manual, abandoné toda fe. Pero los jugadores de este Murcia no saben no creer. Creyeron. Y mediada la segunda parte, Chavero, tras una prolongación de Azkorra, giró el día. Control y empalme valiente a romper, sin dejarla botar, así lo describieron. No todos los goles del Murcia que escuchamos por la radio los cantamos inconscientemente, pero éste fue uno de los que sí, uno de los que entran por el oído y salen por nuestros labios, casi a la vez. Hay que aguantar, me decía, no hay que permitir que el día vuelva a girar. Buscábamos bolis por toda la casa, y firmábamos el empate en las paredes, en servilletas, en los marcos de las fotos. "Por la presente, yo, Fulanito, en posesión de todas mis facultades mentales, doy por resuelto el partido con empate". Garabatos y garabatos por todas partes. 

El orgasmo nos pilló firmando. Todo empezó con una falta de entendimiento entre dos defensas del Granada. Y no me sorprende. En un equipo donde ser granadino es lo exótico, la falta de entendimiento debe ser algo habitual. Arturo se aprovechó del despiste y corrió 40 metros lisos en solitario, hacia el portero. Descrito por radio, fue un mano a mano eterno. Yo visualicé muchas opciones: que nuestro superclase de Abarán se tropezaba y se caía por el camino, que lanzaba una vaselina, que se regateaba al portero... Pero tras una conducción perfecta Arturo eligió lo más simple, lo que concuerda con su talento natural: amagó ligeramente con el cuerpo, provocó que el portero se venciera a un lado, y la puso con el interior en el lado contrario. El gol entró por el oído, salió por nuestros labios y luego volvió a entrar otra vez por muchas otras partes del cuerpo. El gol nos salía y entraba, sin parar, y yo corría y gritaba, movía unas extremidades y después movía otras. "Menudo día tontico, ¿eh?", eso dijo Aira tras el partido, eso dijo el mejor entrenador entre los ochenta de Segunda B, mientras abría las puertas de la Alhambra, se tumbaba en el sofá y se quitaba los zapatos.

Real Murcia: Fernando; José Ruiz, Pumar, Tomás Ruso, Armando, Satrustegui, Azkorra (Sergi Guilló, 79′), Chavero, Carlos Álvarez, Germán (Isi, 67′) y Rafa de Vicente (Arturo Molina, 56′)
Goles: 1-0. Morante 37′. 1-1. Chavero 72′. 1-2. Arturo 88′.

5 comentarios:

  1. Como no te voy a querer...

    ResponderEliminar
  2. Te falto decir que la aficion murcianista de 10, estuvimos 90 minutos cantando y presionando al arbitro, en mas de una jugada los jugadores del Granada fallaron por la presión del publico, fue una conjunción perfecta equipo y afición.

    ResponderEliminar
  3. "Te falto decir ..." . Gran frase que revienta como pocas. Cada crónica de Mondo son 100 abonados más. O eso faltaría decir.

    ResponderEliminar