Un par de belmontes


Real Murcia, 2; La Hoya, 1
Mi primera impresión fue que el speaker del Murcia se había tomado un par de belmontes antes del partido, si bien mi segunda impresión fue que se había tomado entre cuatro y seis. ¿Ha empalmado? ¿Realmente ha empalmado este speaker la noche del sábado con la mañana del domingo y viene directo desde la rave de Lorquí? Eso te lo tenías que preguntar. Un entusiasmo, una estridencia, unos bramidos como de arenga previa a batalla escocesa. Está excitado, pensabas; está muy excitado, repensabas, pero nunca llegabas a pensar que estaba demasiado excitado. Hace bien: ahora que necesitamos gente que ponga pasta en el Murcia, hay que demostrarles a todos que estamos muy vivos, hasta con estos detalles. En un momento dado, el speaker se atrevió a cantar el UOOOOH OOOOH OH OOH REAL MUUURCIA de la canción de Second, y esa interpretación nos estremeció (¿para bien? ¿para mal?). Identifiqué ese berrido: es el berrido que sueltas sin remilgos, a partir de cierto momento de la noche, y en manada. Quizás pueden cambiar algunas vocales (UAAAHH, OEEEEHH) pero esos alaridos guturales reproducen el entusiasmo que demostró nuestro speaker.

El equipo no estuvo al nivel de nuestro speaker en la primera parte. Una vez le escuché decir a un maestro budista llamado José Luis Acciari que una de las claves del fútbol, y más en Segunda B, es "la pasión por la segunda jugada". Esa enseñanza no suena demasiado romántica, pero deja aroma a verdad. Enamorarse de las prolongaciones de tu delantero centro, entregarse a los balones divididos, como si cada metro ganado fuera decisivo. El Murcia fue reacio a ese amor áspero en la primera parte, y lo pagó. Estuvo como destensado. No éramos nosotros quienes percutíamos, sino que éramos los percutidos. La Hoya avisó una vez, avisó dos, y finalmente confirmó que las advertencias iban en serio. La cosa se puso muy fea. El Murcia necesitaba un par de belmontes, o quizás de cuatro a seis.

Me llamó la atención en esa primera parte la melancolía de Javi López. Tengo una imagen de infancia clavada: la de un padre que ha presenciado el partido de cadetes de su hijo y tiene preparado un reproche didáctico que le lanza en cuanto el chico sale de vestuarios: "No quiero volver a verte amagando la cabeza en el campo. Si las cosas no te salen, sigue intentándolo, pero no te compadezcas. No sólo te predispones a que la siguiente jugada también te salga mal, sino que además das una imagen muy mala y haces que el rival se crezca". Javi López, ya mayor, cayó en la tentación, seguramente atormentado por la acumulación de actuaciones discretas de esta temporada. Su mirada clavada en el suelo y sus pataditas al aire certificaban su convencimiento de que hoy no, hoy tampoco. Convencido él, no costó que se convenciera también la afición, y finalmente el entrenador, que lo cambió en el descanso. 

Sergio García y Carlos Álvarez cambiaron la melancolía por hiperactividad. ¿Cayeron de verdad los belmontes en el descanso? ¿Se los trajo el speaker? Es posible. El vuelco se insinuó en los primeros minutos, y se plasmó poco después, tras un mano a mano kilométrico de Germán ante el portero rival. Solo, solísimo. Germán y el portero rubio de bote; el portero rubio de bote y Germán. ¿Quién ganaría? Una rivalidad de western fue ésa. Las señoras cerraban las ventanas y se escondían mientras Germán se acercaba al falso rubio. Llegaba el momento de la pólvora, todos nos tapábamos los oídos, ya en pie, pero, en el último momento, alguien canceló ese duelo al sol. Ya iba a desenfundar Germán cuando alguien le trabó por detrás, sin demasiada finura. Lo bueno es que esa cancelación del duelo fue ilegal y fue dentro del área, así que se nos brindó la combinación más deseada en fútbol: penalti y expulsión. El duelo original Germán-rubio de bote derivó por tanto en un duelo Chavero-rubio de bote, desde los once metros. Chavero ganó ese duelo, y el speaker gritó el 1-1 como si todavía siguiera en la rave de Lorquí. Bravo. Pocos lo habrían dicho en el descanso, pero también de este partido se podía salir sin magulladuras. Teníamos toda la segunda parte para demostrarlo.

Entonces Chavero se ofreció. Entonces Chavero dijo: "yo, yo". Nuestro guaperas de telenovela recibió entre líneas, unas, y viajó hasta líneas, otras, siempre con el balón muy pegado. Él anudó líneas que no se cruzaban, él estuvo en muchos sitios y en todos bien. Fue también él quien se la puso a Carlos al segundo palo, con una caricia, para que nuestro pichichi y escritor coronara la remontada. Debió haber un destello divino en el centro de Chavero, porque el portero rubio de bote quedó cegado y parapléjico, hecho mármol. Carlos mete el balón en la portería, y se mete él también, y lo celebra agitando las redes, como electrocutado por ellas. Ese calambrazo lo sentimos entonces también nosotros en las gradas. Una corriente continua, de Carlos a nosotros, de nosotros a Carlos. La segunda descarga nos llega cuando miramos la clasificación y recalculamos las distancias. Cierto vértigo. Pero yo propongo tomar otro par de belmontes, y ya no mirar más atrás.

Real Murcia: Fernando, José Ruiz, Ruso, Sobregrau, Hostench, Armando, Rafa de Vicente (Carlos Álvarez 46'), Chavero, Germán Sáenz, Javi López (Sergio García 46') y Azkorra (Arturo 75')
Goles: 0-1 Carlos Martínez, '35. 1-1 Chavero de penalti, '56. 2-1 Carlos Álvarez, '83.

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