El chiquillo


Alejandro Oliva (@betandtuit)

Real Balompédica Linense, 0; Real Murcia, 0.
Es una de esas imágenes que le debemos al cine americano, una más, una de esas imágenes que tenemos grabada en la memoria de tanto verla en la tele. Hoy los chavales pueden elegir entre el youtuber de Toronto o la influencer de Burgos; hoy tienen el Netflix ese, y otros mundos y millones de opciones donde elegir; hoy son más libres que la hostia, son terriblemente libres; pero nosotros no, para nosotros en los 80 esas películas americanas de la tele eran algo obligado, impuesto, porque no teníamos otra cosa que ver, y en la calle era prácticamente imposible que no te robaran. Es una de esas imágenes que tenemos grabada en la memoria, parte de nuestra otra cultura, porque de alguna manera tuvimos dos infancias, una que vivíamos, en Murcia, y otra que veíamos por la tele, en una zona residencial de clase media en las afueras de una gran ciudad norteamericana. Es una de esas imágenes recurrentes, una que mostraba a una madre soltera, o separada de un hijo de la gran puta que le pegaba, una madre de una desestructuradísima familia americana, desesperada porque no tenía con quién dejar al niño, o niños, ante un acontecimiento inesperado (su jefe la había llamado para cambiar el turno en la cafetería, casi siempre), desesperada porque no podía dejar al chiquillo solo en casa, y con sus padres ya no se hablaba, o vivían en Florida; pero entonces, toma ya, la madre llamaba a una vecina a la que le pasaba al chiquillo, casi sin preguntar; le pasaba a un bebé con una capaza llena de pañales y algún potito, y le decía: “Louise, por favor, tengo que salir unas horas, ¿puedes cuidar del pequeño?”. Qué imagen aquella. Cómo recibíamos nosotros aquí esa imagen, señores; en qué momento, aquí, le íbamos a dejar al chiquillo a la loca del tercero. Pero lo veíamos en las películas, y así era, así nos ha llegado esa imagen, así la tenemos, grabada en la memoria. Ahí se quedaba el bebé, con la vecina, con la así llamada Louise, de la que no sabíamos nada, de la que intuíamos que cuidaría al bebé como si fuera suyo, o no, a saber, ese era el secreto y la fuerza de esa imagen, esa duda entre si era Louise-adorableLouise-loca del tercero. La Ley del Deporte de 1990 provocó en España un terremoto entre los equipos de fútbol, que dejaban de ser nuestros y pasaban a ser de un señor que, más allá de su amor por los colores, quería gestionarlos. Muchos clubes, casi todos, desestructurados y hundidos, tuvieron que ir dejando su chiquillo a vecinos, a veces serios, otras muy sospechosos, que con la excusa de cuidarlo intentaban sacar el máximo beneficio. Aquella ley, la que iba a arreglar los males de nuestro fútbol, terminó por multiplicar la deuda de los clubes de unos 170 millones de euros a más de 5.000. Nosotros, que ya entonces estábamos desesperados y arruinados, le dejamos el chiquillo a un señor de Madrid que nunca lo trató demasiado bien, lo utilizó para engordar su patrimonio y el de su familia y lo hundió en la miseria; pero sospechamos que, con el tiempo, le cogió cierto cariño, al chiquillo, sospechamos que a partir de un momento no quiso hacerle daño, no quería matarlo, no hubiera dejado nunca que muriera. Pero entonces murió él. Y cuando parecía que, en nuestra desesperación y en nuestra miseria, el bebé moriría rápido, sin nadie que lo acogiera, cuando parecía sentenciado, se abrió sorprendentemente la puerta de muchos vecinos, vecinos  antiguos y vecinos nuevos, vecinos de Archena o de Extremadura, vecinos sonrientes que nos invitaban cordialmente a dejarle a nuestro chiquillo, pasa, pasa, déjamelo a mí, que yo lo cuidaré y lo pondré fuerte. Pero siempre planeaba la sombra de la loca del tercero, siempre hemos visto algo raro en cómo lo alimentaban, a base de bollería industrial para ascender y poco alimento para crecer. Después, al límite de la desesperación, apareció un vecino de Orihuela, que, además de mucha bollería industrial, prometía tener algo más, una casa con piscina o algo así, parecía, un lugar donde el chiquillo pudiera crecer fuerte. Y a él se lo dejamos, esa es la imagen de la película americana que mejor describe nuestra situación actual: la de un señor de Orihuela con nuestro bebé en brazos, al que en cualquier momento puede dejar caer al suelo, y que no quiere devolvérnoslo. Justo esa imagen, justo esa sensación. Confiábamos en que la vecina Louise no le iba a hacer daño, confiábamos en que la tal Louise no acostumbra a ahogar bebés en la bañera, a pesar de que en Orihuela contaban que tiene enterrados varios cadáveres en el jardín. Y ahora lo ha secuestrado, ahora no nos devuelve al chiquillo, ahora ya no le da ni bollería industrial, ahora parece que muere. Y necesitamos que nos lo devuelva ya, porque hay incluso quien dice que ha empezado a oír el agua del grifo correr. ¿Estará llenando la bañera, el cabrón? Llamamos al timbre y no abre. ¡Louise! ¡Louise! Abre, por amor de dios. Abre. ¡Devuélvenos al chiquillo! ¡Louise!

Y mientras tanto, el Murcia no pierde. Nada, no hay manera de que pierda. El Murcia de Herrero debería perder ya, ya le toca, hoy sí, pensábamos, en La Línea, contra la Balona, sí, sí, se pierde, segurísimo, no se puede no perder tanto, secuestrados y todo, en la Línea, hombre, se pierde, segurísimo. Y no sólo no se perdió, sino que se pudo ganar, se debió ganar. El murcianismo ya veterano, el murcianismo maduro, ya vio a un Murcia así en Segunda B, confeccionado para luchar arriba, con sueldos altos que no pudo pagar desde bien pronto, que vivió en la miseria y terminó bajando a Tercera. Ya lo vimos, hace 24 años. Recordamos bien lo que sufrió aquel Murcia y quizá por eso nos maravilla la solidez de este Murcia de Herrero, que salta al campo los fines de semana como si hubiera cobrado prima doble, empujado por una corriente de murcianismo que no deja de crecer. Y eso es lo que más fascinante, eso es lo que más ha cambiado y más nos sorprende a los que vivimos aquel descenso a Tercera. Porque recordamos bien aquel Murcia que naufragó, pero lo que más recordamos es que entonces estábamos solos. Si en 1995 nos ponemos a vender pulseras, vendemos cuatro, y una de ellas a mi abuela. Ahora el Murcia es sólido en el campo y aún más sólido fuera, respaldado por casi toda la ciudad y apoyado por un emocionante movimiento de hinchadas españolas que nos hacen creer en cualquier cosa, no sólo en recuperar al chiquillo, sino en recuperar su custodia. Ahora el murcianismo veterano asiste asombrado a que miles de chavales que pueden elegir entre el youtuber de Toronto o la influencer de Burgos, entre miles de mundos y opciones, han elegido ser del Murcia. Ahora nos sentimos queridos, ahora el chiquillo se siente querido. Y no hay nada que te pueda hacer más fuerte. Ahora circula una corriente de murcianismo que terminará por tirar la puerta de Louise abajo. Devuélvenos al chiquillo, hombre. Devuélvenos al chiquillo, Louise, hijadeputa. Déjanos que no muera secuestrado, déjanos al menos verlo morir en casa, rodeado por sus seres queridos.

Real Murcia: Mackay, Migue Leal, Hugo Álvarez, Charlie Dean, Nahuel; Juanma (Héber Pena, 73'), Sergi Maestre, Corredera; Aquino, Manel Martínez (Víctor Curto, 62') y Julio Delgado (Josema, 82').

No hay comentarios:

Publicar un comentario