La fila única

Oliva B (@beandtuit)

Talavera, 1; Real Murcia, 2.
Llévame antes al infierno que a un supermercado sin fila única, socio. Llévame, si lo prefieres, a las puertas del infierno, que ya entraré yo, pero no se te ocurra llevarme a un supermercado sin fila única, que me pongo malo sólo de pensarlo. Cómo es posible, cómo puede tolerarse que, ya bien metidos en el siglo XXI, alguien pueda seguir teniendo los santos cojones de no implantar la fila única en su negocio. De malnacidos y desalmados está lleno el mundo, ya sabes, y en algunos lugares hasta mantienen la pena de muerte, pero no te pierdas de vista a estos pájaros que nos niegan la fila única. Si hay algo que no aguantamos las víctimas de este tiempo nuestro, donde reina lo inmediato, es esperar; si hay algo que nos caracteriza es la ansiedad; y si hay algo que nos irrita, ahora y siempre, es la injusticia. Pues bien, la fila múltiple reúne todos estos ingredientes en un mismo espacio, reúne espera, ansiedad e injusticia en una situación; es la tormenta perfecta de la mala hostia. Esa maldita sensación de tener el carrito lleno, casi feliz, hasta arriba de cervezas, rebosante, y saber que no llegarás, impotente ante seis o siete filas de carritos también rebosantes, que no llegarás a casa o adonde sea, el caso es que no llegarás, aunque no vayas a ningún sitio. Esa maldita sensación, amigo. Llévame al infierno antes que eso. Esos segundos que son minutos, esos minutos que son horas, en los que piensas que la vida es sólo una larga espera con el carrito lleno hasta la muerte. ¿Cómo gestionar esa impaciencia, cómo vencer esa ansiedad? Por si fuera poco, a esa certeza de que no llegarás se une la seguridad de que el hijodeperra de la otra fila, que llegó más tarde que tú a las filas, sí va a llegar, él sí, él va a llegar y tú no, él ha elegido bien la fila y va a llegar a casa, o adonde sea, va a llegar a algún sitio mejor, eso seguro, va a enfriar a tiempo su cerveza; va a ser feliz, él, el hijodeperra. ¿Y qué haces entonces? ¿Te quedas parado en tu fila, te quedas parado como un pasmarote, como siempre has hecho en tu vida? ¿O te cambias de fila? ¿Pero ahora? ¿Ahora te vas a cambiar, hombre? ¿Y te vas a cambiar a la del hijo de perra? ¿Vas a ver cómo te vence una vez más? ¿O te vas a cambiar a otra, a una tercera fila que sólo avanzaba más rápido porque tú no estabas en ella, a una tercera fila que pasará en ese momento, contigo, a ser la fila más lenta de la historia de las filas? La fila única, socio, la fila única, qué invento. Con la fila única seguimos sabiendo que no llegaremos, claro, pero al menos elimina el desasosiego, proporciona la tranquilidad de que no tenemos que elegir, ni que dudar, la tranquilidad de que nuestro carrito (nuestra vida) no se va a retrasar más que la de los demás. Y proporciona el infinito consuelo de que, al menos, el hijodeperra que llegó más tarde que tú tampoco va a llegar a ningún sitio.

En Talavera, el Murcia sumó los tres puntos, por fin, pero lo que consiguió fue algo mucho más importante. El Murcia ganó tranquilidad, además del partido. En Talavera el murcianismo pudo respirar aliviado, después de unas semanas en las que la ansiedad nos dominaba, nos había hecho creer que éramos incluso peores de lo que somos, en semanas que parecían meses, en las que llegamos a pensar que igual esta temporada no ganábamos ningún partido. Una intranquilidad sin más fundamento que la ansiedad, porque el equipo fuera de casa ha competido bien desde el principio. Y una intranquilidad que también afectaba a los arbitrajes, después de tantos años extraños, y de comprobar que este año de nuevo cualquier penalti posible en contra siempre es penalti, mientras que cualquier penalti posible a favor nunca lo es. Y más cuando vimos que el enemigo/asesino, en cambio, había retomado el sábado su buena costumbre de jugar sus partidos contra diez. Pero no, no. Tranquilidad en eso también. En Talavera, el segundo penalti clarísimo a favor del Murcia sí fue pitado (el segundo, ojo). Y en Talavera comprobamos que hay plantilla, incluso equipo, para competir bien, al menos fuera del infierno nuevocondominero; que el Murcia puede perder, puede hasta bajar, pero que tiene mimbres de sobra para ser superior a un equipo estándar del grupo IV, sobre todo al ver el rendimiento de Antonio López en la posición más decisiva del fútbol, impecable en la defensa de cinco, con valentía y elegancia. Tras Talavera, Adrián puede estar tranquilo, permanecer en su fila sin ansiedad, intentar hallar una fórmula que funcione en casa con esa identidad (defensa de cinco y la vieja guardia titular al completo) que mostró en el estadio El Prado. Sin prisas ni urgencias, sin escuchar esas voces que nos atormentan cuando estamos en la fila múltiple. Tras Talavera, el murcianismo debe intentar vivir en esa tranquilidad, ser consciente de dónde estamos, pero sin dramatismo cuando (pronto) volvamos a perder. Estamos en una fila única, la de la supervivencia en diciembre, la de un proyecto austero que no va a mirar la clasificación a corto plazo. La de dejar trabajar a un entrenador por fin, cien años después. La de un equipo con siete titulares de la tierra, más otros dos que salieron desde el banquillo. Déjate las voces catastrofistas, que en el Murcia de hoy están jugando nueve murcianos, socio. Sólo hay que tener paciencia y confianza, estar tranquilos, esperar a que la pantallica de las cajas se vaya iluminando poco a poco sin desesperar. Cualquier giro, cualquier voz atormentada que grite alarmado que somos colistas, que clame por un delantero con gol y un organizador, o que apele al cambio de rumbo porque los resultados mandan, sólo puede llevarnos a las puertas del infierno. No hay que volver a cambiar de fila, no hay que mirar de reojo a ningún hijodeperra. Tranquilidad. Tarde o temprano llegaremos, si es que hay algún lugar al que llegar.

Real Murcia: Lejárraga, Álvaro Rodríguez, Armando, Antonio López, Juanra (Edu Luna, 41'), Iván Pérez; Manolo, Juanma Bravo; Josema, Víctor Curto (Peque, 66') y Alberto Toril (Marcos Legaz, 69').
Goles: Tres. Se adelantó un exmurcianista (en un tanto por el que pidió perdón, el payo) y remontó la vieja guardia.

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