LM Valero (@mondo_moyano)
Córdoba, 1; Real Murcia, 0.
Ganar es muy difícil, casi imposible, y eso es algo que tenemos todos bastante claro. Dicen que hay equipos que se ponen 1-0 por delante en los primeros minutos del partido y que, tras navegar todos los mares de este mundo y enfrentarse a dioses prehistóricos, terminan sobreviviendo, es decir, acaban con ese mismo 1-0 que tan quebradizo parecía en un primer momento. Resguardan ese resultado, no se sabe bien cómo; lo acarician y lo protegen del equipo rival, que no está de acuerdo con que el partido acabe así. Transcurridos los siglos, el árbitro pita el final y resulta que el marcador está de su parte. Acaba el tiempo destinado al juego y todos les miran con un reconocimiento unánime: han ganado. No debe existir nada más complicado. ¿Pero perder? Perder es la cosa más sencilla de este mundo. Estornudas y has perdido. Le sueltas no sé qué frase desacertada a la humana que te gusta y lo mismo se marcha airada, tras una noche en la que habías encadenado prometedores acercamientos al área. Sólo un error basta, sólo un despiste. En dinámicas positivas, el error queda disimulado o compensado por otro error del rival, pero en las dinámicas que más abundan, es decir, en un día normal y corriente con calor de siesta en El Arcángel, pagas por ese error un precio muy alto, e incluso el más alto precio.
El Murcia, que fue mucho mejor que el Córdoba, está pagando precios muy altos en este arranque de temporada, y es sólo por 'detalles', pero a mí no me nace vincular esa palabra a la suerte, el calendario o cualquier otro argumento etéreo. Los detalles tienen una raíz. Kevin hizo un penalti increíble en Cádiz, luego evidenció en la falta del gol del Algeciras que a él le gusta defender tirándose al suelo, aunque los entrenadores siempre hayan enseñado a sus defensas que al suelo sólo se va en situaciones límite, y contra el Córdoba volvió a estar fuera de posición en la jugada del (grosero) penalti de Juanra. Nada, son minucias, pero que se van acumulando: Álvaro también se despistó en el centro del gol del Algeciras, el domingo pasado. Un detalle aquí, otro allá... Son matices que te invitan a clamar al cielo y preguntar qué hemos hecho nosotros para merecer tanta mala suerte. Pero eso sería confundirse. Me gusta que Adrián no sea de los que se cree esas milongas del azar: a esa excusa se aferrarían el 90% de entrenadores, porque es lo sencillo. Lo crudo es mirar a los ojos a la realidad. Todo pasa por algo. También este inicio.
Y el caso es que el Murcia tiene cosas, tiene cosas. Tiene a Chumbi, si le caen balones dentro del área, y especialmente dentro del área pequeña. Cuando eso ocurra, hará su trabajo. Tiene a Marcos Legaz, al que por primera vez le asomó toda la clase que lleva dentro, y que es mejor no encorsetar. Tiene a Juanma, que se ha convertido ya en Juan Manuel. Y por encima de todo, este equipo tiene fijada una virtud que parpadeaba dubitativa el año pasado: nadie se esconde, todos creen, y parecen preparados para sufrir. El año pasado, a saber. Regresando a las carencias: no tenemos mucho gol, pero imagino que casi nadie en Segunda B lo tiene todavía. Llegado el caso de que esa carencia de pólvora se hiciera estructural, no sería algo dramático: puedes salvarte con una delantera floja. Con lo que difícilmente puedes salvarte es con una mala defensa.
Ah, la defensa, la singular defensa diseñada por Julio Algar sénior. De Kevin no hay nada más que decir, y si Álvaro se sosiega en defensa, será un jugador válido por su banda. Llegamos a nuestros dos jóvenes centrales: curiosamente, hacía tiempo que no teníamos ahí atrás dos tipos con condiciones técnicas tan sobradas. Edu Luna tiene poderío y calidad, y Julio Algar júnior (que fue uno de los mejores en Córdoba) tiene una gran visión de juego y una zurda de Primera División. Dicho lo cual: ¿Me los imagino disfrutando de la agonía de defender un 0-1 en La Línea de La Concepción? Me cuesta. No sé si los veo navegando todos los mares de este mundo y enfrentándose a dioses prehistóricos. Lo que me apetece es verlos crecer, evolucionar, porque quizás puedan convertirse en muy buenos futbolistas, si resuelven sus limitaciones. La limitación de Edu está en la mente, y desconozco si tiene solución: demasiado acelerado y potencialmente propenso a meterse en líos (el actual mundo de Kevin). La limitación de Algar, intuyo pese a sus buenas actuaciones hasta la fecha, está en el físico: es muy sospechoso que la Cultural Leonesa no hiciera debutar el año pasado en su primer equipo a un central con esa zurda y esa clase. En cualquier caso, a los dos les falta mili para un puesto tan determinante, y por tanto son incógnitas a resolver con el tiempo. En Luna, por ejemplo, la conclusión quizás sea radical, en un sentido o en otro: o no puede jugar en el Murcia o lo mismo es un central para Primera, si desenreda su juego. Eso es lo que desconcierta de la planificación de Julio sénior: que el Murcia ha plagado los dos puestos más importantes de un equipo (portero y central) de misterios. Allí donde hay que vestir siempre de negro, Algar ha traído el arcoiris. A jugadores con poca experiencia (Tanis, Lejárraga, Luna, Algar) les ha sumado un futbolista que viene de un calvario de lesiones (Antonio López) y otro que ha estado fuera, dentro, queriendo irse, queriendo quedarse, recortado de sueldo e imagino que más que quemado con este escudo (Armando). No me cuadra demasiado.
Quería constatar una última realidad: qué poco se han reído del Murcia este verano. Qué poquísimo. Eso es bueno y es malo también. Es bueno, en lo institucional, porque por primera vez en milenios estamos haciendo las cosas con seriedad, y ese compromiso con lo real, con lo que podemos permitirnos, empieza a calar. Pero también es malo que no se hayan reído de nosotros, en lo deportivo. Yo esperaba un verano de titulares periodísticos en los que se anunciara que el Albacete se mofaba de nuestra oferta económica de 300 euros para obtener la cesión de no sé qué jugador, o que el Valencia nos pedía esperar hasta el 20 de agosto para decidir si nos cedía gratis a ese delanterico prometedor del Mestalla. Esperaba incluso un desplante del Fuenlabrada, o del puto Alcorcón. Que nos mirasen por encima del hombro cuando les dijéramos que no hay equipo como el Murcia en Segunda B para lucir a un jugador con talento. Que peleáramos como perros por algún segunda gratis, nosotros, que tantos segundas gratis cedimos en aquellos años en los que íbamos de espléndidos. Que escarbáramos en el San Fernando, y que fuéramos a muerte a por ese mediocentrazo del Melilla que prefiere jugar en el Murcia antes que ganar 500 euros más. Pero no: hemos cogido el carro de la compra, hemos ido a Jumilla y a Lorca, y hemos vuelto a casa en silencio. El resultado es un Murcia más humilde incluso de lo que dicta su presupuesto, un Murcia que ha arrancado renqueante pero que cuenta con una gran virtud, inoculada por su entrenador: llegado el momento, será capaz de mimetizarse con el Sanluqueño. Peleará en ese mismo barro, de tú a tú. Y poco a poco aprenderá a hacer una de las cosas más difíciles que existen en esta vida: ganar partidos de fútbol.
Goles: Qué fácil es perder.
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