Valero
Real Murcia 1; Un un un un Lorca, 1
Hasta el último tonto de clase te preguntaba cuándo íbamos a echar a Simón, no a Fernando, sino a Carlos, a Carlos Simón Server, nuestro secretario técnico y luego entrenador durante 23 jornadas de la 98/99. Se apuntaba a la cantinela hasta ese tonto que no era siquiera de la clase media de los tontos, sino precisamente de los tontos últimos, esos que sólo se sacaban el Murcia del bolsillo para manosearlo como un pañuelo, sonarse los mocos con él, estrujarlo delante de ti y lanzártelo a la cara. Al seguir la corriente intentaban homologarse y salir desesperadamente del farolillo rojo de los tontos, escalar posiciones, remontar, sin percibir que se asentaban con firmeza en la zona de descenso, siempre en peligro de bajar a Segunda Imbécil, la categoría más temida. Cuándo VAIS a echar a Simón, nos preguntaban, cuándo íbamos a echar al hombre que en 23 jornadas promedió 1,74 puntos por partido en un Grupo III de Segunda B de finales de los noventa, con el Levante de Salillas y Vicente, con el Elche, con un Cartagena, con el Castellón, con el Valencia B de Jandro, con todos esos equipos de la periferia de Barcelona donde hasta el utillero había pasado por el Español o por el Barça. Venía Javi García de delantero del Terrassa y no arqueábamos ni una ceja. Ahora temblamos ante la visita al Linares y variamos alineaciones en función de cómo juegue un Lorca. Pero sigo: Carlos Simón era un hombre en soledad expuesto a todos los huracanes de este mundo, porque en La Condomina nunca soplaba brisa en estas categorías. En realidad, es como si esos vientos nos hicieran crecernos: hemos sido centellas en Segunda B y en Segunda, hemos sido supersónicos, ascenso, playoff, ascenso, resbalón esporádico, playoff, casi, casi, ascenso. En general, los vientos implacables nos han empujado, extrañamente. Pero a Simón empezaron a despeinarle muy pronto, pese a los resultados. La Condomina le tomó manía, por esos caprichos murcianos insondables. Había tantas ganas de echarle, tantísimas, y sin embargo no se podía, porque Simón tenía la manía de ganar e incluso ganar bien. Finalmente, cuando perdió en casa contra el Águilas y luego fue goleado por el Yeclano, se abrió una rendija, ya hacia el final de temporada. Aunque a saber el presupuesto que tendrían aquella temporada el Águilas y el Yeclano. Por aquel entonces no se hablaba de presupuestos. Se decía: aquel es el Águilas y yo soy el Murcia. Se decía: aquél es el Linares y yo soy el Murcia. Y eso no ganaba partidos, pero sí predisponía a que sólo valiera ganar, sin excusas. Han cambiado las cosas. A base de creernos pequeños, ya somos pequeños.
En fin: Simón estaba a la intemperie, todavía a diez años de la invención de Twitter y por tanto a diez años de poder contar con una tropa de defensa, con una camarilla de amigos que subieran una y otra vez fotos de su 3-0 al Elche de Huegún, Claudio y Armentano, igual que las tropas de ahora suben a Twitter una y otra vez la foto de Armando levantando la Copa Federación. Seis amigos con más o menos intereses en que a Simón le fuera bien podrían haber marcado la diferencia. "¿A este queréis echar, hijosdeputa? ¿Al hombre de los 1,74 puntos por partido, al hombre del 3-0 al Elche de Claudio? Lo mismo esperabais ganar en casa del Levante de Ettien, cabronazos". Pero en 1999 no existía Twitter, teníamos por delante diez hermosos años de paz, y el Murcia estaba más caro, estaba a cierto nivel, no muy alto pero tampoco muy bajo, gobernado por los vientos y siempre protegido de las excusas. O eras lo suficientemente fuerte para los vientos o simplemente eras suprimido, como siempre ha ocurrido. Dado que al Murcia siempre lo han dirigido deportivamente personas (secretarios técnicos y entrenadores) que previamente habían hecho los méritos suficientes para llegar aquí, y dado que esos méritos incluían haberse curtido en todos los vientos del fútbol (primero como jugador, que es lo ideal, y luego como entrenador), esas personas llegaban aquí sabiendo perfectamente lo que había, y aguantaban el viento. Nada les pillaba de sorpresa. Inconcebible discutir el viento: habría sido como discutir el frío de Rusia. Conocían el viento que sopla o que al menos soplaba entonces, y si es que querían ver el vaso medio lleno, concluían que incluso sopla menos viento que en latitudes similares, como el Hércules, el Córdoba, el Elche, donde sales volando con más facilidad. Bastante poco sopla para lo que podría soplar. Pero ahora se extrañan de que haya un mínimo airecillo, siquiera. Buah, Ángela Moreno, buah, Twitter, buah, no le gusto a todo el mundo, buaah, tenemos que ir todos unidos. Qué pereza. Quiero desde aquí rendir un homenaje a todos los que cayeron derribados en silencio por el viento que siempre existió en estos clubes, a todos los Quique Hernández, Carlos Simón, Ciriacos Canos, Crispis, hombres que cuando eran zarandeados no pudieron utilizar a una tropa de tuiteros para filtrar sus "demasiado hago con lo que me han dao". Sus esposas los recibían en casa tras derrotas cruciales y simplemente les abrazaban y les susurraban: "Qué, otra vez el viento, ¿verdad?". Y luego los echaban, o los ratificaban, y con dignidad aceptaban las reglas del juego.
Ahora que, con peores resultados, han tenido el margen que nunca soñaron tener los Simones de este mundo, se quejan de que sopla el viento. Claro: les gustaría que hubiera una calma chicha en la que continuar esculpiendo el club que mejor les viene, otro tipo de club, sin viento. Nos hablan de no sé qué fútbol utópico. Niegan el mecanismo de funcionamiento del fútbol y de los equipos importantes, que nos podrá gustar más o menos, pero que es el que existe. Y no hay nada menos ético que llevar la contraria a la realidad. Siempre ha soplado un viento implacable en el Murcia (¡no tanto como en otros sitios!), pero es más peligroso lo que se propone ahora: que ya no se mueva ni una hoja. Eso sería letal.
Nos empató un un un Lorca, el día que Carrillo y Fuentes nos demostraron que son muy buenos y que pueden ser mejores, esperemos que aquí. Lo que pasa es que hay tantos fichajes fuera de forma que el equipo se desmorona en la segunda parte. En cualquier caso, el equipo se viene aculando en las segundas partes durante toda la temporada, no es novedad. Un balance: a nuestro entrenador, que juega al pelotazo para no arriesgarse a perder balones cerca de portería, o sea, que juega al pelotazo para defender mejor, el colista le ha creado unas 15-18 ocasiones claras entre el partido de ida y el de vuelta. Algar y él han tenido dos temporadas para construir lo único que es indispensable en Segunda B: una defensa fiable. No lo han conseguido.
Real Murcia: Champagne; Adán Gurdiel, Edu Luna, Antonio López (Ton Ripoll, 58'), Álvaro Moreno; Verza, Youness, David Segura, Molinero; Jesús Carrillo (Palazón, 78') y Adrián Fuentes (Domi, 78').
Goles: De dónde sales, Carrillo. Y luego lo de siempre.
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