Regreso a Gramanet

Oliva B (@beandtuit)

1

Decides llamar a Cholo una mañana estupenda de mayo, después de leer durante el desayuno una breve reseña que te recuerda que ya han pasado 20 años del descenso del Murcia a Tercera. 20 años ya, piensas; cómo cojones nos hemos metido en 2015 en tan poco tiempo. 20 años de Gramanet, piensas al leer esa reseña, de aquella tarde de mayo del 95 en la que tu equipo tocó fondo al descender por primera vez a una categoría regional. Es una reseña brevísima, sin pretensiones, tan solo unas líneas para ofrecer ese dato, pero ya no se te va de la cabeza en toda la mañana. 20 años ya de Santa Coloma de Gramanet, te dices, de camino al trabajo, 20 años del Gramanet-Murcia, piensas, frente a la pantalla del ordenador, sin poder escapar de Gramanet; 20 años de aquel día en el que tu equipo tocó fondo, si es que se toca fondo alguna vez. Lo decides esa misma mañana de mayo, poco después del almuerzo. Llamarás a Cholo.

Decides llamar a Cholo, sobre todo, porque te das cuenta de que apenas te acuerdas de Gramanet. Tu equipo ha bajado a Tercera una vez, solo una vez, tu equipo tocó fondo aquel día y 20 años después lo has olvidado. ¿Cómo es posible? Si el tiempo pone las cosas en su sitio, como dicen los optimistas, se ve que ha querido arrinconar Gramanet en el olvido. Recuerdas temporadas y plantillas de hace más de 30 años, pero los 20 que han pasado de Gramanet parecen ahora un siglo. ¿Será posible que la tarde más negra de la historia del Murcia haya quedado perdida? ¿Le habrá pasado a todo el mundo? ¿Hemos olvidado Gramanet? Ahora que lo piensas, en realidad, la mayoría ni siquiera vivió Gramanet: o no habían nacido o no tenían edad para recordarlo. Y de los tres o cuatro mil murcianistas que entonces vivíamos al Murcia muchos habrán muerto. Gramanet se ha quedado en una breve reseña, en una línea de nuestra historia que siempre dirá que un año estuvimos en categoría regional. ¿Cómo has podido olvidar así la tarde más negra, la tarde en la que tocamos fondo? Piensas que ni siquiera has escrito sobre Gramanet, que así de olvidado lo tienes, o así lo has querido olvidar. Y decides llamar a Cholo para recordar, para entender cómo bajamos a Tercera. Para recordar Gramanet, para escribir sobre Gramanet, para intentar explicar Gramanet, tal vez.

Decides llamar a Cholo cuando te das cuenta de que ni siquiera los que estuvimos aquella tarde en Santa Coloma, en el Nou Camp Municipal, recordamos Gramanet. Ni siquiera tú, que entonces tenías 20 años, justo los que han pasado, y que viviste aquella temporada en primerísima fila, con la intensidad absoluta de la juventud, huyendo de las clases de Microeconomía para ir a La Condomina a ver los entrenamientos, todos los partidillos de los jueves en el viejo estadio ya entonces hecho pedazos. Ni siquiera tú te acuerdas de Gramanet. ¿Qué te queda a ti de Gramanet? ¿Qué te queda de aquel partido antes de buscarlo en Google? Gramanet son sólo unos cuantos recuerdos, como destellos que guardas almacenados en una especie de nube borrosa: varios autobuses cruzando la A-7, trescientos y pico murcianistas que ni se imaginaban caer a Tercera unos meses antes, la felicidad del hincha que come un par de bocadillos en una estación de servicio, los hijos de emigrantes murcianos en Santa Coloma que fueron a ver a su Murcia; Gramanet son Juanjo y Camacho, Etxarri y Gallastegi, Paquito Jurado y Cholo, la esperanza durante el partido, un gol suyo casi al final, un alcalde que daba al Murcia por muerto, porque el deporte del futuro era el baloncesto. Y poco más. Gramanet son esos destellos y el recuerdo de un llanto compartido al final; un llanto con cierto sabor a muerte; un llanto íntimo, también, personal, como si ese partido fuera el final de una etapa de tu vida, que relaciona Gramanet con el final de la inocencia y el inicio de la vida adulta. 

Decides llamar a Cholo porque Gramanet es esa nube borrosa de destellos, pero necesitas más, 20 años después, para escribir sobre Gramanet, para intentar explicar Gramanet. A los que no vivían, a los que no lo vivieron, a los que no lo recuerdan, quizá a ti mismo. ¿Cómo pudo bajar el Murcia a Tercera en los 90, tan poco tiempo después de la mejor década de su historia? Necesitas entender Gramanet. Necesitas a alguien que viviera Gramanet. Buscas en bdfutbol aquel equipo que jugó en Santa Coloma y encuentras a Cholo, que marcó el gol de la esperanza. Tu padre conoce a Cholo, tu padre te habla muy bien de Cholo, de José Ángel Ruiz López, ‘Cholo’. Recuerdas goles de Cholo en el Sevilla y no recuerdas el gol de Cholo en Gramanet. La memoria, otra vez. Cholo era un delantero completísimo que en los 80 jugó en el Zaragoza, el Madrid y el Sevilla, y ya en los 90 en Osasuna, con casi 50 goles en Primera División. Cholo fue un fichaje estrella en aquella temporada que terminó en Gramanet, de aquella plantilla que en los escombros del club debía intentar ascender a Segunda A y terminó bajando a Tercera. Cholo era un veterano que llegaba con 32 años a Segunda B y terminó llorando con nosotros en Santa Coloma hace ya 20 años. Cholo puede explicarte algo, Cholo puede que recuerde casi todo. Vas a llamar a Cholo.

Le pides a tu padre el teléfono de Cholo. ¿De Cholo? Sí, sí, de Cholo. Tu padre te da el teléfono de Cholo, pero antes vuelves a leer la reseña. 20 años ya de Gramanet. Vuelves a leer las alineaciones, el resultado, la clasificación. Buscas de nuevo en Google, ahora la hemeroteca de El Mundo Deportivo. ‘Gramanet manda al Murcia a 3ª’ es el titular grande de la página 27, de la edición del lunes 22 de mayo de 1995. El pie de foto, con una imagen borrosa en la que apenas se distingue al jugador del Murcia, dice que la victoria de la Grama “podría suponer la desaparición del Murcia”. No se te va de la cabeza. Sólo quieres saber más de Gramanet. Hace una mañana estupenda de mayo para llamar a Cholo, pero decides llamarlo al día siguiente.

 

2

Buenos días, Cholo, le dices a Cholo, soy el hijo de César Oliva. Qué hay, hombre, te dice Cholo, y sin mucho rodeo le cuentas que han pasado 20 años de Gramanet y el descenso a Tercera, le cuentas que necesitas recordar, que necesitas recuerdos de aquella tarde en Santa Coloma. Joder, Gramanet, te dice Cholo, y entonces le preguntas si podéis veros algún día, un ratico, una hora o quizá no tanto, para hablar de todo, de Gramanet, del Murcia, de fútbol. Vente una tarde, claro, te dice Cholo, cuando quieras. Vente una tarde, hombre, cuando quieras, y hablamos. Avísame y te vienes una tarde aquí, al club, te dice Cholo. Cuando quieras. Vente, vente una tarde. Y hablamos de fútbol, hombre.

Después de Gramanet, Cholo se fue del Murcia, pero se quedó en Murcia, como tantos otros que se van del Murcia. Primero jugando en Tercera, en el Mar Menor, y después formando a los niños, enseñándoles todo lo que aprendió en sus casi 20 años como futbolista profesional. Montó una escuela de fútbol en el Olimpic Club, que luego tuvo que trasladar a Llano de Brujas, al histórico Plus Ultra, donde ha sido pieza clave para levantar en pocos años una estructura notable, con equipos en todas las categorías base y un equipo senior que lucha por consolidarse en Tercera, además de unas buenas instalaciones. Cholo ha encontrado su hogar en Llano de Brujas. Allí irás a ver a Cholo, a recordar Gramanet con Cholo, y algo te dice que allí debe ser, justo allí, solo allí puede ser, que con Cholo no puedes hablar en una cafetería del centro, no, ni de Juan Carlos I, que con Cholo, de fútbol, tienes que hablar allí, en Llano de Brujas, donde ha construido su hogar.

Pero tardas en avisar a Cholo. Dejas pasar mayo, dejas que la temporada termine, más bien. Porque cuando llamaste a Cholo, el Murcia aún estaba vivo: iniciaba su primer intento de volver a Segunda A en un playoff contra el Hércules. Pero el Hércules nos elimina y la sombra de la desaparición crece, el Murcia vuelve a vivir un momento crítico y tú sigues teniendo en la cabeza Gramanet, aquel día en el que tocamos fondo, ahora con más razón. Se avecinaban años duros, si salíamos con vida, quizá los peores de nuestra historia, quizá peores que Gramanet. El Hércules nos elimina y recuerdas que tienes que hablar con Cholo. Tienes que volver a llamar a Cholo y quedar una tarde, tienes que recordar Gramanet ahora que el Murcia se puede parecer a aquel que tocó fondo, tienes que escribirlo, que intentar explicarlo. Vuelves a llamar a Cholo y quedas en ir a verlo esa misma semana a Llano de Brujas.

Vas a ver a Cholo un viernes por la tarde, cuando empieza a caer un poco el sol. Ha entrado con fuerza junio, el calor ya es insoportable, pero la luz, esa luz de final de curso y de exámenes, esa luz de playoffs y de mundiales, y del inicio del verano cuando eres niño, esa luz, amigo, es tan brillante que dan ganas de olvidar el calor y lanzarse a ser feliz. Coges el coche bajo esa luz de junio para ir a Llano de Brujas y pasas por tu barrio, pasas por La Condomina vieja, pasas por La Fama, junto a tu colegio. Vas a retroceder 20 años con Cholo, y de pronto has retrocedido casi a tu infancia.

El camino es corto y feo, casi horroroso, piensas, si no fuera por todo lo que te evocan esas calles. La Fama, la Paz, Primero de Mayo y el paisaje desolado de unos barrios tan cercanos al centro y, sin embargo, tan lejanos. Coges la carretera de Puente Tocinos y luego su Calle Mayor, y la palabra ya no es feo, no, la palabra —si es que existe una palabra que se pueda acercar a definir una pedanía de Murcia— sería más bien desconcertante, porque ya no estás ante un paisaje desolado, no, sino más bien ante un absoluto desbarajuste, un pitote urbanístico que reúne grandes almacenes chinos, salones de juego, naves abandonadas, algún solar vacío, vallas publicitarias desiertas desde hace décadas, bazares, kebabs, comercios con rótulos viejos y feos, comercios con rótulos nuevos aún más feos y un sinfín de elementos que chocan uno con otro, y que finalmente crean una extraña sensación de armonía en el caos.

Llegas por fin a Llano de Brujas después de otro kilómetro de transición caótico, de bares inquietantes y talleres y disco pubs y alguna casa de huerta perdida, hasta alcanzar por fin la pedanía donde se encuentra tu destino. La Calle Mayor ahora serpentea levemente hacia la izquierda y estás atento: pronto llegará el cruce del que te advirtió Cholo, no tiene pérdida a partir de ahí, te dijo Cholo. Entonces giras a la derecha y en pocos segundos, de pronto, estás en mitad de la huerta. Más que un giro a la derecha, piensas, es como un giro en el tiempo.

 

3

Sales del coche y el aire huele más a monte que a ciudad. Estás en el hogar de Cholo. Es otro mundo, un rincón completamente apartado de la carretera que te ha traído hasta aquí. Todo es verde, como el césped del estadio municipal de Llano de Brujas. Al fondo lucen los últimos escarceos penibéticos, la falda norte de Carrascoy, que sorprende por su espesura en medio de una región desértica. Antes está el Segura, muy cerca, casi aquí mismo, y detrás quizá Torreagüera ya, o el final de Beniaján, pero nada de eso se ve desde aquí. Sólo se ven árboles, verde, monte, huerta, limoneros y un campo de fútbol. Cholo, piensas, tiene su hogar en medio de un oasis, alejado por completo de los solares vacíos, las naves abandonadas y los rótulos feos.

Te acercas tímidamente donde diez o doce personas ven un entrenamiento, o tal vez un partidillo, y enseguida reconoces a su lado a Cholo, que te está esperando, atento, rodeado de chiquillos. Qué pasa, hombre, te dice Cholo, vamos dentro, que estaremos más tranquilos en un despachico que tengo, te dice. Vamos dentro. Pero antes de arrancar, se acerca otro grupo de críos, Cholo, Cholo, lo llaman con cariño, con una mezcla de la cercanía que ha despertado en el pueblo y esa admiración que generan los futbolistas que han jugado en Primera, o quizá en el Real Madrid. Uno de ellos, más valiente, de 11 o 12 años, le pregunta si podrá federarse el año que viene. ¿Qué dice tu padre?, le dice Cholo al chaval, fino, moreno, de pelo revuelto. Pues lo que diga tu padre hacemos, campeón, le dice Cholo.

Te sientas enfrente de Cholo, que ha ocupado su sillón detrás de una austera mesa, dentro de la pequeña oficina que tiene el estadio. Aquí estamos bastante bien, te dice Cholo, que te cuenta cómo han levantado el Plus Ultra en pocos años, lo feliz que trabaja enseñando a los zagales, la satisfacción de la formación, el caso de algún chaval que ha llegado alto después de pasar por su escuela. ¿Pero tú estás aquí para hablar de Gramanet, no?, te dice Cholo. Gramanet, sí, claro, y un nerviosismo raro, un nerviosismo bueno, te sacude por un momento. Llevas casi un mes pensando en Gramanet, en los 20 años que han pasado, en el Nou Camp Municipal de Santa Coloma, casi un mes recordando que apenas recuerdas. Sí, sí, le dices a Cholo. De Gramanet y del año de Gramanet. Del año que bajamos a Tercera.

Cholo te cuenta su llegada a Murcia, en mitad de julio a casi 50 grados al mediodía en la puerta del viejo estadio, y cómo le convencen para firmar por un equipo de Segunda B sin un duro. Cholo tenía una espina clavada con Murcia, donde estuvo cerca de fichar cuando era un delantero prometedor a principios de los 80, y cuenta al principio con el recelo de parte de la afición, que poco a poco va derribando con su compromiso. Te cuenta que no empezamos mal, pero que la plantilla no cobraba desde el principio; te cuenta que a mitad de temporada el equipo se hundió por completo, con siete derrotas en ocho partidos entre noviembre y diciembre, encierros en el vestuario, nóminas acumuladas, desidia y una Navidad penosa para toda la plantilla.

Has llevado la vieja grabadora de la universidad, pero ni la has encendido; has llevado un boli y un folio doblado, pero apenas has apuntado un par de chorradas. Sólo habláis. Habláis una hora larga de fútbol, y te maravilla la memoria de Cholo, esa memoria de los grandes delanteros que jamás olvidan un gol suyo, ese memoria de un futbolista con mayúsculas, de un profesional con más de 200 partidos en Primera, dos ligas y una uefa, pero que recuerda con detalle un partido en Premià de Mar. Pero terminamos muy bien, te dice Cholo, con el Chato González de entrenador el equipo reaccionó y casi no perdimos partidos. Recuerdas junto a Cholo entonces cómo le ganamos al Levante de Juande Ramos, que fue campeón, en una gran tarde condominera. Terminamos muy bien, te repite Cholo, enchufadísimos. Ganamos en casa y dependíamos de nosotros en el último partido. Si ganábamos, nos salvábamos, te dice Cholo.

Entonces regresas a Gramanet, por fin. Y vives con Cholo todo lo que habías olvidado. Vuelves allí, 20 años después, para recordar todo lo que tenías en la cabeza y habías perdido. Y tomas nota mentalmente de todo, para poder escribir sobre Gramanet, para intentar explicarlo. Nos jugábamos mucho, te dice Cholo, la supervivencia del club, el futuro del Murcia. Y te cuenta toda la tensión de la semana de antes, el ambiente bonito de salvación que se creó en una ciudad que llevaba años desencantada con el fútbol. Te cuenta la llegada al estadio, la sensación de que se ganaba, ante un rival ya clasificado para playoffs que salía con reservas. Te cuenta el inicio del partido y su gol, la celebración con la grada, la esperanza de que pudiera ser el gol que salvara al Murcia. El paso agónico de los minutos, con la relativa tranquilidad de que al descanso el Sant Andreu, uno de los rivales directos, perdía contra el Andorra, lo que acercaba aún más la salvación. Cholo te recuerda entonces esa sensación de la segunda parte, esa tensa espera en la que los minutos no pasan, con esa mezcla de euforia y miedo de esas tardes mágicas que nos da el fútbol. Te cuenta que ellos fallaron un penalti, incluso, a falta de un cuarto de hora. Y cómo todo se vino abajo en los diez últimos minutos, con un gol lejano de Parrado y un rumor que corrió por la grada como la muerte: el Sant Andreu había empatado. Apretamos, pero ya no podíamos, te cuenta Cholo. Estábamos en Tercera División.

 

4

Os ponéis de pie y le agradeces a Cholo la hora larga en la que tanto has recordado, en la que tanto has aprendido. Hablamos de la Gramanet, de la Unión Deportiva Atlético Gramanet, que vaga por la Segunda regional catalana y ya ni juega en aquel campo; hablamos del Murcia actual, del parecido con aquel suyo, de que jamás hemos tenido un proyecto serio más allá del corto plazo y que ahora, en este siglo, se habían vuelto a repetir todos los errores del pasado. Tenéis para otra hora larga de fútbol, pero la luz, esa luz eterna de final de curso, amenaza con caer por completo.

Mientras te acompaña fuera, le vuelves a dar las gracias a Cholo, sobre todo, le dices, porque no has ido a hablar con él de sus mejores años en el Madrid, ni del Sevilla o de Osasuna, sino porque has ido a hablar de la que probablemente fuera la temporada más triste de su carrera. Pero entonces Cholo se para en seco y te dice que no, que qué va, que ni siquiera tiene mal recuerdo de ese año, que lo peor que ha sufrido como futbolista lo vivió el año anterior en Burgos, en Segunda A, donde había bajado, y con un descenso que sí le costó la vida al club. Claro, joder, el equipo de tu tierra, le dices a Cholo, sería muchísimo peor aquello. Pero Cholo te vuelve a decir que no, que no; que no fue por bajar, que no fue sólo por desaparecer. Y entonces Cholo te cuenta que aquella temporada del Burgos se torció por completo en el mes de noviembre, cuando Vaquero, un jugador del equipo, murió en accidente de tráfico. Era un chaval muy alto, centrocampista, lleno de vida, te dice Cholo. Habíamos jugado en Badajoz, te cuenta Cholo, y teníamos un día libre, que Vaquero iba a pasar con su familia a Zaragoza. Chocó contra un camión que iba en sentido contrario, te cuenta Cholo. Tenía 21 años.

Puede que fuera en ese momento, o puede que fuera algo más adelante, ya en el camino de vuelta, en la soledad del coche, cuando te das cuenta de que no vas a escribir de Gramanet, o al menos de que no vas a intentar explicar Gramanet. No hay nada que explicar. La única explicación que tiene el fútbol está en el fútbol, en ese balón de Parrado que fue dentro y podía haber ido fuera. Bajamos a Tercera por toda la ruina que arrastrábamos de los diez años anteriores, más allá de todos los errores deportivos que se pudieron cometer ese año y que Cholo te ha recordado. Pero es mejor que todo se quede ahí, donde estaba: en Google y en bdfutbol, en la memoria de los pocos que lo recuerdan bien, como Cholo. Si el tiempo pone las cosas en su sitio, como dicen los optimistas, y ha querido arrinconar Gramanet en el olvido, no vas a ser tú el que lo desentierre ahora. Es mejor que Gramanet se quede en esos destellos que guardas almacenados en una especie de nube borrosa, que Gramanet sigan siendo esos autobuses cruzando la A-7 con trescientos y pico murcianistas que ni se imaginaban caer a Tercera unos meses antes, ese par de bocadillos con los amigos en estaciones de servicio, los hijos de emigrantes murcianos en Santa Coloma que fueron a ver a su Murcia; que Gramanet sean Juanjo, Camacho, Etxarri, Gallastegi, Paquito Jurado y Cholo, y esa esperanza que tuvimos durante el partido, hasta su gol casi al final, y ese alcalde que daba al Murcia por muerto, porque el deporte del futuro era el baloncesto.

Te asomas junto a Cholo al campo de fútbol, donde hay otra pachanga. Sabes que tienes que marcharte, pero siempre te ha costado irte de los sitios. Miras el entorno otra vez, todo verde, la huerta, el monte; piensas de nuevo en el encanto del lugar, ahora que el calor se ha apagado. Los chiquillos de antes vuelven a acercarse a saludar a Cholo, a revolotear alrededor de su ídolo, y ese chaval fino y moreno le vuelve a preguntar si podrá federarse el año que viene. Pero esta vez Cholo guarda silencio, sólo lo mira de reojo, sonriente, y agita despacio su pelo revuelto.

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