El césped de Nueva Condomina sigue presentando un aspecto divino
Oliva B (@beandtuit)
Real Murcia, 1; Hércules, 1.
En un completísimo artículo publicado en la revista ICON en diciembre de 2019, la periodista Sara Navas desvela varias especulaciones y alguna certeza sobre ‘Lucha de gigantes’, ese himno escrito por Antonio Vega en 1987 que ha fascinado a tantas generaciones. La tesis más extendida, señala Navas en su texto ¿De qué habla la canción más críptica de Antonio Vega?, es la fácil, la que puede que te cuente cualquier día tu cuñado, la más acorde con la vida del compositor madrileño: Antonio Vega habla de las drogas, el tema recoge su lucha contra una adicción que le daba la vida y se la quitaba; también quien fue su pareja durante 18 años, Teresa Lloret, confirma que la canción está dedicada a la heroína. Pero no parece que el autor opinara así. En una entrevista publicada en la revista ‘Rolling Stone’ tres años antes de morir, Vega revelaba que la canción es una oda a una de sus pasiones: la astrofísica. No hay drogas en ‘Lucha de gigantes’, sino referencias a lo finito y lo infinito, a nuestra pequeñez en el cosmos, a la grandeza del universo e incluso a la vida extraterrestre, como argumenta el artículo de Navas con testimonios de investigadores y astrofísicos que hacen referencia a la afición del cantante por la física y el espacio, algo de lo que también da fe su biógrafo Bosco Ussía. Sin embargo, junto a estas dos tesis, y al margen de las casi infinitas interpretaciones que pueden darse a la letra de una canción, existe una tercera vía, oculta durante décadas, lo que explicaría que no haya salido aún a la luz: la que asevera que Antonio Vega, en mitad de los años 80, presintió un Murcia-Hércules en Cuarta división. Sí, sí, los genios tienen esas cosas, y parece ser que, acaso en mitad de una gira levantina, quizá conmovido por ver tantos descensos consecutivos a Segunda de ambos equipos, el autor vio muy claro que, unas décadas más tarde, Murcia y Hércules se enfrentarían a garrotazos por llegar a Tercera delante de casi 9.000 personas. Que sería un duelo salvaje, una pesadilla, corriendo con una bestia detrás. Que habría fantasmas terribles, de algún extraño lugar (referencia muy clara a la segunda refefeff); que nos daría miedo la enormidad, donde nadie oye nuestra voz. Y anticipó nuestra fragilidad en un mundo descomunal, donde no paramos de tropezar, y el monstruo de papel (aquí hay dudas sobre si habla del Intercity o de La Nucía), y el no tener nunca ni puta idea de contra quién jugamos, ni de si hay alguien más o solo jugamos contra nosotros. Antonio lo vio todo. Los de la tercera vía se mantenían en silencio, lógicamente, por un temor bien fundado a ser encerrados en un manicomio. Pero ahí están ahora, fuertes en su tesis, empezando a proclamar su fe. Lo tienen clarísimo. ‘Lucha de gigantes’ es un puto Murcia-Hércules. Y a ver quién los baja ahora de ese burro.
El 10 de abril de 2022 es el día en el que la Cofradía de la Tercera Vía, ahora ya constituida como tal, estaba esperando para salir de su particular cueva. Vivió Nueva Condomina este domingo un partido que en otro tiempo podía haber sido calificado de ilusionante, de espectáculo colorido y ambiente alegre, de fiesta del deporte y entusiasmo y todas esas cosas que antes rodeaban a un partido de fútbol. Pero ya no. Ahora lo único que vivió Nueva Condomina fue un homenaje al terror y a la agonía, a la pillería extrema para sobrevivir, a la tensión continua, al sufrimiento. Al miedo, en definitiva. El pánico, la fragilidad, los monstruos, se apoderaron del Murcia en 10 primeros minutos terribles que casi tiran por tierra los esfuerzos de media temporada. Pero Miguel Serna nos levantó del suelo, y a partir de ahí todo cambió o, al menos, todo volvió a ser como al principio. Un duelo salvaje. Un combate entre dos yonquis desdentados, desesperados y nerviosos, que se lanzan golpes inofensivos, como si en el fondo se tuvieran cariño, aunque estén obligados a zurrarse para salir del hoyo. Una pelea entre gorrillas por ganarse el mísero euro de la tarde, que poco a poco se fue inclinando hacia el lado del Murcia, que aún parece guardar alguna cazadora no demasiado rota, no demasiado sucia, un aire de fútbol, frente a un Hércules absorbido por la Biblia de la Picaresca, que la llevó a un extremo que no habíamos visto ni en el partidillo de la Comunión del hijo de Bordalás. Una auténtica lucha de gigantes, o de dos tipos que se creen gigantes, conscientes de que cada vez son más pequeños, hundidos en el barro por varios sinvergüenzas, por el fútbol moderno, por tropezar constantemente contra sí mismos. Y ya terminaba la pelea, que diga el partido, cuando el policía local de turno, que suele castigar al Murcia semana tras semana, el policía local que ya nos había robado tres penaltis antes y golpeado con uno en contra, terminó por premiar nuestra insistencia por sobrevivir. Fue un penalti lanzado contra el miedo, un penalti contra nosotros mismos, un penalti para atrapar al menos medio euro. Cien minutos de lucha agónica para conseguir medio euro. La dosis suficiente para que los dos podamos dormir una noche más, entre pesadillas, con más de una bestia detrás y algún fantasma terrible, sin dejar de tropezar. Pero sí, ahora la Cofradía de la Tercera Vía se ha hecho más fuerte, e insiste. ‘Lucha de gigantes’ es un puto Murcia-Hércules. Y aseguran tener fotos en las que, si miras fijamente el escudo de la camiseta de Andrés Carrasco justo antes de tirar el penalti, terminas viendo de manera incuestionable la cara de Antonio Vega. Lo tienen clarísimo. A ver quién los baja ahora de ese burro.
Real Murcia: Miguel Serna; Mario Sánchez, Manu Pedreño, Alberto González, Alberto López; Julio Gracia (Boris, 78), Pablo Ganet (Dani García, 84), Armando (Santi Jara, 45); Zeidane Inoussa, Pablo Haro (Javi Saura, 45); Carrasco.
Gol: Carrasco (100')
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