Luis María Valero
A lo tonto, Oliver y Benji nos enseñó a querer a las figuras de equipos que pasaban por ahí ocasionalmente. Oliver jugaba contra no se sabe qué equipo, y todo en ese rival era una planicie de jugadores robóticos con el mismo peinado, entrenados por algún Bordalás que se empeñaba en joder el episodio con un 5-4-1 asfixiante. Pero no bastaba un equipo-ejército para ganarle a Oliver o al menos estar muy cerca, se necesitaba también un líder, un genio, alguien que marcase la diferencia de verdad. En esos equipos difusos de extrarradios japoneses brotaba entonces el milagro: un todocampista taquicárdico que llevaba loco al 112, unos gemelos fugados del circo de Ángel Cristo, un mediapunta lector de Verlaine, o un carnicero recién salido del orfanato, al que los árbitros respetaban profundamente. Alguien especial a quien se amarraban compañeros, aficionados e incluso el Bordalás de turno. ¿O es que creéis que Valerón no jugaría con Bordalás? Durante muchos años, José María Cases Hernández (Orihuela, 23 de noviembre de 1986) ha sido el cromo dorado del Orihuela y por tanto de la Vega Baja, esa figura especial como de dibujos animados, porque también su fútbol era así. Sus compañeros eran todos morenos con el mismo peinado, parapetados tras el diferente, el rubio, el bueno. Cualquier Orihuela era un buen Orihuela si Cases jugaba ahí arriba. Entonces el fútbol se hacía simple: consistía en darle el balón y esperar a ver lo que se le ocurría. Para el Murcia era un clásico redescubrirle en cada amistoso de pretemporada en Los Arcos: “Otra vez ese Cases, el mismo de siempre, ése que no terminamos de fichar ningún año”. Hay muchos Cases en Orihuela, pero a éste se le distinguía fácil. Allí donde estuvo siempre desempeñó el mismo papel: el que encaraba y se iba. El que desequilibraba lo equilibrado. El diferente. El rubio. El bueno.
¿Cómo es Orihuela?
Para
mí es una ciudad increíble para vivir, muy cómoda. Puedes ir andando a
cualquier lado. Conoces a casi todo el mundo. Tiene un muy buen clima, aunque
ahora haga más calor de la cuenta. Tenemos muy cerca Alicante, Murcia y Elche,
tenemos el mar a un paso. El único problema que tiene Orihuela es que si
estuviste allí hace 30 años y vuelves ahora, piensas que no ha pasado el
tiempo. Pero bueno… Eso son cosas que no dependen de la gente, sino de los que
dirigen.
¿Cómo son los oriolanos?
Somos
muy orgullosos. Nos encantan nuestros Moros y Cristianos, nuestra Semana Santa,
y nunca dejamos que venga alguien de fuera a criticar nuestra tierra. Ya la
criticaremos nosotros, pero tú no vengas de fuera a criticarla.
Hay gente que dice que
Orihuela es murciana. Yo digo que la Vega Baja tiene su personalidad propia
Estoy
contigo. Ni nos sentimos murcianos ni nos sentimos alicantinos. Somos de la
Vega Baja, que tiene sus propias particularidades y una idiosincrasia especial
(risas). Somos gente en tierra de nadie. Algunos tiran más hacia Alicante y
otros tiran más hacia Murcia, pero somos simplemente de la Vega Baja.
En tiempos de reguetón, tú eres
de Calamaro
Escucho
mucha música indie, y sobre todo en castellano. Me encanta Leiva. Pero si tengo
que elegir un cantante favorito a lo largo de los años es Andrés Calamaro. Mis
hermanos escuchaban Los Rodríguez en casa, y yo siendo pequeño ya me he criado
con su música. A partir de ahí, he ido a sus conciertos siempre que he podido.
Recuerdo un concierto impresionante en la plaza de toros de Murcia. Son muchos
años y muchas canciones, me gustan especialmente ‘Crímenes perfectos’ y ‘Te
quiero igual’. Otra de mis favoritas es un tema que canta Calamaro con Coque
Malla, de Los Ronaldos: ‘Tú sólo piensa en ti’. La solía escuchar antes de
jugar los partidos.
¿Qué opinas de la moda de hacerse foto en el vestuario tras cada victoria?
Ni me gusta eso ni me gusta el tuit de cada jugador después del partido dando las gracias a la afición tanto si han ganado como si han perdido. Todas esas tonterías no me gustan mucho. Ha cambiado un poco el fútbol, y te lo tienes que comer. Cuando volví a jugar a España ya estaba instaurado lo de la foto en el vestuario después de cada victoria, y al principio yo no me ponía, porque no me gustaba. Pero bueno, supongo que es una forma de hacer ver que el equipo está unido, y si no sales en la foto, se te mira mal. En fin, que haga cada uno lo que quiera, y que se intente vender el menor humo posible.
¿Te habría gustado jugar en el Murcia?
Me habría encantado, pero nunca tuve la más mínima opción. Estuve cerca del UCAM, pero ese equipo sí que no me decía nada (risas).
¿Qué campo, qué patio o qué
calle es la sede del fútbol de tu infancia?
La
pista de futbito del Colegio Desamparados de Orihuela. Yo iba a ese colegio
porque mi madre era maestra allí. Cuando llegábamos por la mañana, ya bajaba
del coche con el balón en los pies. Siempre que no estaba en clase, jugaba al
fútbol. Nos quedábamos a mediodía en el comedor, así que después del turno de
clases de la mañana y antes de que empezaran las clases de la tarde, jugábamos
en esa pista. Pero claro, jugábamos siempre que nos dejaran los mayores, porque
había una pista y jugaban los mejores. Lo que pasa es que ya desde pequeño, los
mayores querían que jugara con ellos. Recuerdo que, tras el comedor, cuando
sonaba la campana a las 15:30 para entrar de nuevo a clase, yo subía chorreando
de sudor. Los maestros se enfadaban, pero jugar al fútbol era lo primero.
Cuando en esa pista del
colegio había que pedir a los integrantes del equipo, ¿Siempre te solían elegir
el primero? ¿Te ponías de delantero en esos partidos?
Al
principio, cuando era pequeño, pedían primero a los más mayores. No me pedían
el último, pero es que era mucho más pequeño que todos los demás. Ahí jugabas
sin posiciones definidas, eras todoterreno. Me gustaba más jugar de delantero,
pero jugaba por todo el campo. Era una pista de fútbol sala pero parecía el
Bernabéu. Corrías como si fuera el último partido de tu vida.
¿Ya de niño había alguna
jugada concreta que era algo así como tu ‘especialidad’?
Nunca
he sido mucho de regates y filigranas… aunque sí más de taconazos. Yo era de
conducir rápido el balón e ir pasando a los contrarios. Si tengo que decir un
regate, diría la ruleta que solía hacer Zidane. O sea, la pisas con una pierna,
te giras y la pisas con la otra. Ese ha sido siempre mi regate favorito, y lo
hice bastantes veces en el fútbol profesional. Es un recurso muy bueno cuando
estás entre dos jugadores. Pero nunca he sido de hacer regates muy
espectaculares.
Hazme una arqueología de los
Cases y el fútbol: lo que significa el fútbol en tu familia, y quiénes habéis
jugado al fútbol
Desde
que tengo memoria, el fútbol ha estado en mi casa. A mi padre incluso le llaman
Kubala en Orihuela, y la verdad que no sé por qué. Será por el parecido físico,
porque no jugó al fútbol más allá de juveniles. Desde pequeños, mi padre nos
llevó al fútbol y nos lo inculcó mucho. Mis hermanos y yo íbamos a jugar a
Bigastro, porque no había escuela de fútbol en Orihuela. Mi hermano mayor,
Manolo, que era delantero, se fue al Juvenil de División de Honor del Valencia
con 17 años. Ese mismo verano, mi padre fue a verle en pretemporada, y Javier
Subirats, director de las categorías inferiores del Valencia, le preguntó si mi
hermano Roberto, portero, podía ir al día siguiente a jugar un partido con el
Valencia cadete, porque se les había lesionado el titular. Mi padre cogió el
coche, se vino a Orihuela, recogió a Roberto y lo llevó a Valencia a jugar ese
partido. A Roberto le salió el partido de su vida, con unos paradones
impresionantes. Así que el Valencia lo firma también ese verano. En casa me
quedé yo solo con mis padres. Ahí empieza la saga. Manolo jugó en muchos
equipos de Tercera División murciana cuando esa división era muy fuerte: Mar
Menor, Águilas… también en el Orihuela o el Hércules, en Segunda B. Luego
estuvo en el Jaén, pero ahí se rompe el ligamento cruzado, y muy pronto, con 26
años, deja el fútbol. En cuanto a Roberto, estuvo en el Valencia hasta
juveniles, luego firma en el Murcia de División de Honor, Murcia B, y tiene la
suerte de ser el tercer portero del Murcia el año del ascenso a Segunda División
en Granada, en el año 2000. Luego estuvo en diferentes equipos de Tercera
División, como el Abarán, el Orihuela… y también lo dejó pronto. Aunque Roberto
es a quien más le gusta el fútbol, es también a quien menos le gustaba jugar. Y
ya luego estoy yo. Ah, y también la generación que viene detrás, los hijos de
los tres, que ya han empezado y vienen pisando fuerte. Esperemos que continúen
la saga.
Imagino que de más pequeño
sólo jugabas al fútbol por diversión, pero ¿Cuándo empiezas a darte cuenta de
que tienes mucho nivel y de que quizás puedes llegar a profesional?
Cuando
voy al Villarreal es cuando me doy cuenta de que puedo ser futbolista
profesional. Ficho por el Villarreal con 14 años, siendo cadete de primer año.
Vinieron a vernos dos ojeadores, y nos ficharon de la Escuela Municipal de
Orihuela a tres chicos: a Verza, a un chico de Jacarilla llamado Darío, y a mí.
Nos fichan de cara a la temporada siguiente, pero antes, en Semana Santa nos
invitan a un torneo para que conozcamos las instalaciones, la ciudad deportiva
y la residencia. Y ahí es cuando empiezo a pensar que puedo llegar a ser futbolista.
Al final, tú eres bueno en el equipo de tu pueblo, pero no sabes exactamente
cuál es tu nivel. Al llegar a Villarreal, me di cuenta de que allí no había
nadie mejor que yo. De hecho, tras el primer entrenamiento llamé a mis padres y
les dije: aquí soy el mejor.
¿Recuerdas ese cambio de irte
a Villarreal como muy brusco? ¿Se te hizo duro dejar a tu familia?
Cuando
vas unos días allí a entrenar, a jugar un torneo y te vuelves a casa, pues
dices: qué chulo, qué guay la residencia, todo lleno de campos de fútbol… Pero eso
no es lo real. Lo real llega cuando haces las maletas después de ese verano,
pasas dos noches allí, y después de esas dos noches te das cuenta de que eso ya
es para siempre. Me fui con Verza y con Darío, pero fue muy complicado. Al final,
éramos críos, aunque ni siquiera éramos los más jóvenes. Había niños incluso más
pequeños. Te separas de tu familia, ya no está tu madre para cualquier
problema. Tenía 14 años, así que el cambio fue duro.
¿Qué hace un chico de 14 años
por Villarreal? ¿Vivíais en el mismo pueblo?
Vivíamos en la ciudad deportiva, porque allí tienen una residencia rodeada de campos de fútbol. Está a las afueras de Villarreal, con un instituto al lado. Mi vida era ir al instituto por la mañana, comer, entrenar, cenar y a dormir. La calle la pisábamos lo justo. Sólo para ir al pueblo ya teníamos que andar veinte minutos, y a los más niños no nos dejaban ir solos. Se hacía duro.
¿Cómo fue tu evolución en
Villarreal?
La
primera temporada, la 2001/2002, la disputo con el Juvenil B, en Liga Nacional,
aunque alterno algunos partidos con el Cadete, para jugar el Campeonato de
España. Y ya la segunda temporada, la 2002/2003, la empiezo con el Juvenil de
División de Honor, me suben enseguida al filial, y en enero de 2003 ya empiezo
a entrenar habitualmente con el primer equipo. El Villarreal se queda sólo con
18 futbolistas profesionales y con cuatro jugadores de la cantera que hacemos
dinámica del primer equipo.
Creo que ya debutas en la
última jornada de Primera División
En
aquel Villarreal que entrenaba Benito Floro había un equipazo. Los jugadores
que más me impresionaron fueron Jorge López, Farinós, Víctor y Marcos Senna.
Floro nos hizo debutar a Verza y a mí en la última jornada, contra el Betis en
casa. Era un lujo entrenar cada día con esa gente. Aprendes mucho cada día,
coges un ritmo de entrenamiento espectacular. Fue una experiencia increíble. Al
año siguiente llegan Riquelme, Forlán…
Por curiosidad: ¿qué fue de
ese Darío que se fue al Villarreal con Verza y contigo? Imagino que habrás
coincidido con jugadorazos que luego no te has explicado cómo no han llegado a
jugar al fútbol. ¿Recuerdas algún caso concreto?
Darío
se volvió muy pronto de Villarreal. La primera temporada jugó, pero en
juveniles le costó más. Era un fenómeno, un delantero pequeño, muy rápido y muy
goleador. Pero se quedó muy pequeño, en cuanto mejoraron los físicos ya no
tenía esa velocidad con la que destacaba tanto antes. Estuvo jugando después en
Preferente. Está en Jacarilla, donde tiene un negocio familiar. Recuerdo muchos
jugadores que apuntaban a jugar en Primera, y luego, por un motivo u otro, no
han llegado. Uno que recuerdo especialmente y que iba conmigo a la Selección
Española era Oskitz, de la Real Sociedad. Era la perla de esa cantera, todos
aseguraban que iba a llegar seguro, y era incluso famoso para esas edades. Era
el típico que cogía el balón en medio campo, regateaba a todos y marcaba. Lo
veías y pensabas: va a jugar en Primera seguro. Pero luego hay muchos factores
que se tienen que alinear para llegar.
¿Qué recuerdas de ese partido
en el que debutas en Primera? ¿Pudiste dormir la noche de antes? ¿Tocaste
muchos balones en esa media hora que jugaste?
Lo
recuerdo perfectamente. El día antes, Benito Floro me comunica que voy a
debutar. Era la última jornada, el Villarreal ya no se jugaba nada, y como
premio a toda la temporada en la que había estado entrenando con el primer
equipo, me iba a hacer debutar. La noche anterior costó mucho dormir. Floro me
mandó calentar cuando empieza la segunda parte, y jugué media hora más o menos.
No tuve mucha incidencia en el juego. Jugué en banda izquierda, y alguna jugada
intenté, pero tampoco toqué demasiados balones. Recuerdo las sensaciones de
haber cumplido un sueño, de haber llegado a algo por lo que has trabajado
mucho. Fue un día muy feliz. Mi familia y mis amigos estaban en la grada, así
que fue un recuerdo para toda la vida.
¿Qué te dijeron tras esa
02-03? ¿Que contaban contigo y harías la pretemporada con el primer equipo? En
esa 2003-04 creo que vas convocado a algunos partidos de la primera vuelta,
pero no llegas a debutar.
Esa
01/02 subimos con el Villarreal B de Preferente a Tercera. En la 02/03 hago la
pretemporada con el primer equipo, y luego sólo juego un partido de Copa del
Rey, la vuelta contra el Sevilla. En la ida habíamos perdido 1-3 en Villarreal,
y al Sánchez Pizjuán nos llevaron a varios canteranos para dejar descansando a
las estrellas del equipo. Jugué toda la segunda parte. Íbamos 0-1, hice la
jugada del segundo gol, y luego con 0-2 tuvimos un poste para remontar la
eliminatoria y ponernos 0-3. Recuerdo que estaba Dani Alves en el Sevilla, casi
recién llegado, y que tuve que correr varias veces detrás de él. Ese año voy
convocado algunos partidos de Liga, pero no jugué ningún minuto.
Imagínate que eres tu propio
entrenador. O sea, que José María Cases entrena a José María Cases. ¿Qué harías
como entrenador para sacar el máximo del Cases jugador? ¿Por dónde le pondrías,
qué indicaciones le darías?
La
posición no sería tan importante. De segundo delantero, de mediapunta, de
extremo derecho, de extremo izquierdo… Da igual. Pero le habría dicho que
jugara con libertad, que hiciera lo que le saliera en cada momento. Que
recibiera entre líneas, que la pidiera, que encarara… Y sobre todo le habría
dicho que no se preocupara, porque al partido siguiente iba a volver a ser
titular. Desde que salí del Villarreal y hasta los 24-25 años, jugué cada
partido como si fuera un examen. Cada partido necesitaba hacer un partido de
diez para jugar el domingo siguiente. A jugadores como yo siempre se les exigía
mucho más que al resto. Para el resto, con defender y hacer lo normal, era
suficiente. Siempre he sentido que se me ha mirado con una lupa diferente,
porque se esperaba mucho más de mí. Siempre he notado que se me ha exigido
mucho más para ser titular. Defensivamente, siempre se me ha tachado de que no
defendía. Así que los entrenadores siempre han buscado una alternativa cuando
yo no estaba en mi tope de forma. Pero con el tiempo lo fui cambiando: empecé a
jugar más tranquilo, a tener más confianza en mí mismo. Si fuese mi propio
entrenador, eso es lo más importante que haría: darme confianza de que al
domingo siguiente también jugaría.
Y para redondear esa labor
imaginaria de entrenador... ¿Cómo jugaría un equipo tuyo? ¿4-4-2? ¿A tenerla?
¿Al contraataque?
Ahora
estoy entrenando con mi hermano al Benferri, el filial del Orihuela. Yo a mis
jugadores siempre les digo que yo quiero tener la pelota para atacar. No me
gusta nada rifar la pelota. Me da mucha rabia cuando mis jugadores la rifan.
Quiero que mis jugadores sean valientes, que quieran la pelota, que la pidan.
Les digo que van a perder balones, que van a fallar, pero que no importa. Que
tienen que intentarlo. Me gusta que mi equipo sea protagonista, y apretar alto
para robar y volver a tener el balón. Pero no para tenerla por tenerla, sino
para atacar. En cuanto al esquema, te tienes que adaptar a los jugadores que
tienes. Pero sobre todo: un equipo que sea protagonista, que no la rife y que
tenga el balón para atacar.
Háblame de tus convocatorias
con la selección. ¿Qué recuerdos tienes? ¿Con qué jugadores coincidiste?
Fui
principalmente a la Selección sub’17. A principio de temporada, antes de los
torneos, hacían entrenamientos y llamaban a muchos chavales. La primera vez que
me convocaron fue para un torneo en Portugal, pero tuve la mala suerte de que
me lesioné y no pude ir. Al final fue buena suerte, porque hicieron una ruina
de torneo, y muchos de los que fueron convocados ya no volvieron. Luego empecé
a ir convocado habitualmente, y me llamaron para el pre Europeo. Ese pre
Europeo se juega en la Comunidad Valenciana, y en el primer partido en Valencia
tuve unas 6-7 ocasiones clarísimas de gol en la primera parte, y las fallé
todas. Nos fuimos 0-0 al descanso, y recuerdo que nuestro seleccionador, Juan
Santiesteban, me decía: “Pero Cases, ¿Cómo se puede fallar tanto?”. Al comienzo
de la segunda parte, en la primera que me cayó metí un golazo con la izquierda.
Ganamos ese pre Europeo, y en el Europeo de Portugal jugué todos los partidos.
Fui el segundo máximo goleador del torneo, y quedamos subcampeones, lo que nos
clasificó para el Mundial de Finlandia.
¿Cómo fue ese Mundial sub'17
de Finlandia en 2003?
Participé
menos, porque llegó Javi García, de la cantera del Madrid. Fue el que me quitó
el puesto. Ese torneo fue una muy buena experiencia, y fuimos también
subcampeones tras perder la final contra Brasil. Coincidí con Cesc, Jurado, David
Silva, César Arzo, el portero Roberto... una generación muy buena. Que suene el
himno de España antes de jugar un partido es un sueño cumplido. La pena es que
no tuvimos la suerte de ganar al menos uno de los dos torneos, el Europeo o el
Mundial. Con la selección sub’19 llegué a ir a algunos entrenamientos, pero no
debuté en partido oficial.
¿Qué recuerdas de Cesc o
Silva?
Silva
era el mejor jugador de nuestra generación, y se veía desde que tenía 14 años.
Fábregas sí fue más sorpresa. Era un año menor. Tras jugar el Europeo, vino con
nosotros a la preselección del Mundial, y aunque se le veía bueno antes del
campeonato, no destacaba tanto. Parecía el típico centrocampista del corte del
Barcelona: de tocar en corto, no arriesgar mucho… Sin embargo, en el Mundial fue
el mejor jugador y el máximo goleador, jugando de mediocentro. Fue un
espectáculo, ahí se destapó. Pero antes de ese Mundial no se hablaba tanto de
él como de Silva o Jurado.
¿Cómo concluye tu etapa en el
Villarreal? ¿Y cómo acabas en Terrassa?
El
filial del Villarreal estaba en Tercera, y se quedó en la 2004-05 a un gol de
subir a Segunda B. Y claro, al año siguiente, la 2005-06, el equipo iba a
seguir en Tercera, y tanto el club como yo decidimos buscar una cesión para no
jugar otro año en esa categoría. No sale ninguna opción de Segunda División, y
se me plantean dos opciones de Segunda B: por un lado ir cedido al Terrassa,
que acababa de bajar de Segunda, y donde estaba de entrenador Vinyals, con
quien ya había coincidido en el filial del Villarreal. Y por otro lado, también
me salió la posibilidad de ir al Cartagena, donde estaba de entrenador Juan
Ignacio. Me decido por el Terrassa, pero era muy joven, y se trataba de un
equipo con mucha presión por subir. No jugué tanto como me hubiera gustado, y
fue un año difícil. Era la primera vez que salía realmente para vivir yo solo,
en un piso, tras varios años en Villarreal.
Luego, el Orihuela
El
Orihuela sube a Segunda B, y aunque el Villarreal me ofrece ir cedido allí para
la 2006-07, yo decido rescindir mi contrato con ellos. Fue un error como una
catedral, porque de los clubes grandes te tienen que echar, no te tienes que ir
tú. Pero bueno, son decisiones que se toman un poco en caliente tras pasar un
año malo y estar fuera de casa mucho tiempo. Además, el Orihuela iba a hacer un
equipo fuerte, y no salió mal del todo.
Tu primera etapa en el
Orihuela: dos muy buenas temporadas, en las que destacas mucho. ¿Comienzas a
tener ofertas de Segunda?
En
las dos temporadas estuvimos cerca de meternos en el playoff de ascenso a
Segunda. En la primera, la 2006/07, firmo un precontrato con el Salamanca a
falta de unos tres meses de Liga. Ellos estaban arriba en Segunda División,
entrenados por Juan Ignacio. Yo pensaba que era libre a final de temporada para
irme a un club de superior categoría, pero el Orihuela interpretó esa cláusula
de mi contrato de otra forma y no me pude ir. Yo ya sabía que me iba a quedar
una temporada más, pero que si hacía las cosas bien, iba a tener opciones de
jugar en Segunda al año siguiente.
¿Cómo se forja después tu
fichaje por el Éibar?
Cuando
acaba la 2007/08 se da la opción del Éibar, al que entrenaba Carlos Pouso.
Realmente fue la única oferta interesante que tuve de Segunda. Ellos venían de
hacer buenas temporadas, con gente como David Silva. Empecé jugando bastante,
hasta que llegó la segunda lesión grave que tuve en el menisco, y prácticamente
no volví a pillar la forma después. La recuperación fue más lenta de lo
esperado. Sólo jugué algún partido hacia el final de temporada, cuando el
entrenador ya era Josu Uribe. Fue una pena, porque aunque los resultados no
eran buenos del todo, yo estaba jugando bien y disfrutando. El equipo se metió
abajo y terminó descendiendo.
¿Cómo es la vida en Éibar?
La
vida es diferente. El clima y la gente son muy distintos, pero tiene su
encanto. En el sur, caen cuatro gotas y nos metemos en casa, pero allí arriba tienen
que seguir viviendo. Allí hay mucha vida en la calle para el clima que tienen,
muchos bares, mucho ambiente. La afición es espectacular. Te animan pase lo que
pase, a diferencia de otras aficiones de España. Allí no importa el resultado.
El recuerdo que tengo es muy bueno.
¿Y cómo es que tras jugar
bastante en Segunda decides volver en la 2009/10 la temporada siguiente a un
filial como el Valencia B?
El
Éibar había bajado a Segunda B y tras recuperarme de la lesión, contaba
conmigo, pero yo quería volverme cerca de casa, porque jugar en esa categoría
tan lejos de Orihuela lo veía inviable. Pensaba que podía jugar en Segunda B
más cerca. Me salió la opción del Valencia B. Yo ya no era sub-23, por lo que
no podía subir con el primer equipo. Pero era un buen contrato y un proyecto
importante, y me convencieron. Fue un año complicado, porque una vez que has
estado tantos años lejos de filiales y rodeado de profesionales que se juegan
el pan, volver a un filial se hace muy complicado. Ya has vivido el fútbol
profesional, y de repente pasas a estar rodeado de chavales que no le dan la
importancia que merece al fútbol. Fue un error irme allí.
Llega tu segunda etapa en el
Orihuela: ¿Qué te viene a la mente de esa temporada 2010/11 en Segunda B con
Pato?
Volver
fue complicado, porque era partir desde cero otra vez. Ya me había ido, había
jugado en Segunda División… y me costó. Pero bueno, siempre dije que si tenía
que jugar en la misma categoría en la que estaba el Orihuela, prefería hacerlo
ahí, en casa. Era un proyecto que tampoco era para obtener los buenos
resultados que luego conseguimos. Esa temporada 2010/11 con Pato fue muy buena
y nos metimos en playoff de ascenso en la última jornada. Lo recuerdo con mucho
cariño, porque pelear por el ascenso fue un hito. Aunque yo estuve bien,
tampoco fue una temporada muy muy buena en lo personal para mí. Siempre
recordaré que me perdí el primer partido de playoff contra el Guadalajara
porque en la última jornada me sacaron la quinta amarilla.
¿Qué recuerdas de esas tres
jóvenes promesas que teníais atrás? Benja, Carmelo y Juanma
Tener
a esos tres jugadores era un espectáculo. Lo bueno que tenía la plantilla era
que mezclábamos jóvenes que tenían mucha hambre y mucha ambición con veteranos
muy muy buenos, que eran buena gente y que aportaban mucho en el campo. De
Juanma, Benja y Carmelo se podía aprender muchísimo cada día.
¿Cómo era Pato como entrenador?
Era
un entrenador que lo tenía muy claro. Sabía muy bien lo que quería, lo que
tenía y lo que podía hacer con sus equipos. Jugábamos de forma muy clara: sin
complicarnos atrás, y teníamos arriba a Florián, que le tirabas una lavadora y
te la bajaba. A partir de ahí, en segunda línea teníamos jugadores habilidosos,
con mucha calidad, que hacían que fuéramos un equipo muy difícil de ganar. Pato
era muy buen gestor de grupo, sabía llevar a la gente. Con la ayuda de Portu en
la preparación física, aquel equipo volaba.
¿Alguna anécdota con Pato?
Pato
era un tío muy gracioso. Lo pasábamos muy bien con él. Un día estábamos
entrenando en Campoamor, porque Los Arcos estaba resembrado. Empezamos a jugar
el partidillo, y era un campo grande, con el césped en buenas condiciones. Comenzamos
a sacar el balón jugado desde atrás, pim pam, balón al mediocentro, luego a
banda, se juega con el delantero, que la da para atrás, balón de nuevo a banda,
un centro y gol. O sea, estábamos jugando espectacular. Y entonces Pato empieza
a pitar, pi-pi-piiiii… para el partidillo y nos dice: “¡Me cago en la puta!
¿Qué os pensáis, que somos el FCB?” (refiriéndose al Fútbol Club Barcelona).
“¡No os equivoquéis, eh! ¡Que somos el OCF! ¡El Orihuela Club de Fútbol!
¡Benja, pégale p’arriba!”. Acabábamos de hacer una jugada espectacular y él nos
puso en nuestro sitio, porque tenía claro a lo que teníamos que jugar.
¿Daban para mucho todos esos
viajes de Segunda B?
Los
viajes eran un espectáculo. Las camisas de Pato las conocían en toda Cataluña.
Cuando los jugadores se iban a dormir, el cuerpo técnico hacía maravillas por
allí. Era otra época. Ahora la cosa ha cambiado mucho.
Perdéis la primera
eliminatoria del playoff contra el Guadalajara, y la siguiente temporada, la
2011/12, sigues en el Orihuela ya con Garitano de entrenador. Sólo estás allí
durante la primera vuelta. ¿Fue tu mejor tramo como jugador del Orihuela?
Ese
verano de 2011 se oye que va a haber recorte de presupuesto, que se va a hacer
un equipo más barato, y Pato decide no continuar. Así que firman a Garitano. Desde
el principio todo funcionó. Se hizo un gran equipo, que jugaba muy bien. La
mala suerte fue que tuvimos en nuestro grupo al Atlético Baleares, que quedó
primero con jugadores muy importantes y un gran presupuesto. Pero el Orihuela
estuvo peleando por ser primero hasta el final. Yo jugué hasta enero, y fue
seguro mi mejor tramo como jugador del Orihuela. Estuve muy bien.
¿Cómo se da tu fichaje por el
Cádiz para la segunda vuelta de esa temporada?
Yo
tenía un amigo representante que era de la cuerda de Quique Pina y Juan Carlos
Cordero, y él me decía desde principios de temporada que el Cádiz estaba muy
interesado en mí. Ese interés fue creciendo poco a poco durante la temporada,
también por mi rendimiento en el Orihuela. Aunque ellos iban arriba en su
grupo, buscaban ese mediapunta que les faltaba. Se dio la casualidad de que el
Orihuela jugó contra el Cádiz en Copa del Rey, en Los Arcos, y aunque ganaron
ellos, yo hice un partidazo. Así que en diciembre me llamaron y me dijeron que
me iban a fichar sí o sí. Fue una pena salir a mitad de temporada de Orihuela,
con lo bien que estaba yendo todo, pero era una oferta importante, y el Cádiz
era de los equipos más fuertes de la categoría. Quique Pina era el presidente
del Granada, y a mí me fichó el Granada por tres temporadas para después
cederme al Cádiz. Era firmar tres años con un equipo de Primera División, algo
irrechazable.
¿Qué recuerdo tienes de Cádiz?
Fue
todo perfecto hasta el playoff. Llegué en enero, hicimos una racha muy buena y
nos pusimos primeros. Mantuvimos el ritmo y fuimos campeones de nuestro grupo a
falta de tres jornadas. Eso no nos vino bien del todo para el playoff, porque
con tantas jornadas sin jugarte nada es fácil que haya un poco de relajación.
Nos tocó en la eliminatoria de campeones el Madrid Castilla, que tenía muchos
jugadores que hoy están triunfando, como Nacho, Carvajal, Morata, Joselu… No
sólo nos ganaron, sino que nos golearon. Y ahí empezó todo a torcerse. Como
habíamos sido campeones, nos repescaban y podíamos subir si pasábamos dos
eliminatorias. Logramos recuperarnos del palo del Castilla y pasamos contra el
Albacete, cogidos con pinzas… Luego en la eliminatoria final nos tocó el Lugo.
Nos robaron en el partido de ida allí, que perdimos 3-1. En la vuelta en
Carranza les pegamos un meneo, y ganamos 3-1 incluso fallando un penalti
durante el partido. Hubo prórroga y penaltis. Tiré uno de ellos y fallé.
Ascendió el Lugo. A partir de ese día, el recuerdo es muy malo. Lo pasé mal.
El entrenador de aquel Cádiz
era José González, al que también tuvimos en el Murcia. ¿Qué tal con él?
No
tengo ninguna mala palabra sobre él. Desde el primer día me dio muchísima
confianza y me puso de titular prácticamente todos los partidos. Era un hombre
que lo tenía claro: el equipo no hacía nada especial, pero trabajábamos mucho
el balón parado. González tenía claro que la estrategia era muy importante en
Segunda B.
Supongo que la afición del
Cádiz es 'diferente' a la del Éibar, por ejemplo...
Cuando
llegué a Cádiz, yo flipaba, porque la repercusión de todo lo que hacíamos era
increíble. Venía de sitios diferentes, como el Orihuela o incluso el
Villarreal, que estando arriba en Primera no tenía ni la décima parte de
repercusión en la ciudad que teníamos en Cádiz en Segunda B. Yo al principio
les decía a mis compañeros que era impresionante jugar los partidos con ese
ambiente y con la gente entregada. Ellos me respondían que efectivamente, que
cuando las cosas van bien todo es perfecto, pero que el problema llega cuando
las cosas ya no van bien. Y así fue. Cuando las cosas se torcieron, toda esa
pasión se vuelve en tu contra. Todos los aficionados creen que su equipo merece
estar más arriba de lo que está, y no entienden que los jugadores queremos lo
mismo que ellos. Fue una etapa que me hizo aprender mucho.
Tenías tres años firmados con
el Granada. ¿Qué pasa en la siguiente temporada, la 12/13? ¿El Cádiz no cuenta
contigo y te ceden al Mirandés?
Ese
verano, Quique Pina deja de controlar el Cádiz. Yo tenía contrato con el
Granada, y como yo, un montón de futbolistas. Me dicen que me busque equipo y
que me cederán al equipo que yo encuentre. No me sale nada durante el verano, y
ya al final de agosto, con la Liga empezada, firmo en el Mirandés. Me llevan
allí Carlos Pouso y el director deportivo, Carlos Lasheras, que me conocían.
Empecé tarde y me costó adaptarme. La gente en Miranda es espectacular. Los dos
equipos del norte donde he estado, Éibar y Mirandés, eran ejemplares, tanto el
club como la afición.
¿Cómo era aquel Mirandés?
Hicieron
un equipo muy veterano, con fichajes como Gonzalo Colsa, Koikili, Díaz de
Cerio, César Caneda… Yo aprendí mucho de ellos, porque además, desde joven me
gustó juntarme con los veteranos, y fijarme en ellos. Pero en el Mirandés se
mantenía un bloque que llevaba varios años juntos, y que había subido de
Segunda B. Siguieron apostando por esos jugadores. Así que no conseguí hacerme
con la titularidad. Me quedé hasta enero, porque no estaba jugando mucho y
además había ido un poco de prestado económicamente, al fichar tan tarde. Por
tanto, decido salir.
Por cierto, ¿qué tal Pablo
Infante? En aquellos años se hizo famosillo. Banquero y futbolista
Era
un tipo complicado. En el vestuario no era el que mejor caía, pero luego en el
campo era muy bueno. Entrenábamos por la tarde porque él tenía que trabajar por
las mañanas, y eso causaba diferencias con él… Si hubiera explotado un poco
antes como futbolista, habría jugado en Primera varios años. De hecho, creo que
llegó a tener una oferta de Primera tras debutar en Segunda con el Mirandés, y
no se fue por el puesto que tenía en el banco.
En el mercado de diciembre de
esa 12/13 dejas el Mirandés y te vas al Alcoyano de Garitano. Juegas el playoff
de ascenso, cayendo contra el Éibar.
Allí
caí de pie. Fui yo el que llamé a Garitano, con quien ya había coincidido en
Orihuela, porque en Miranda no estaba jugando. Y además, el Alcoyano estaba
arriba. Me fue muy bien, aunque fue una pena que destituyeran a Garitano antes
de acabar la temporada. Conseguimos meternos en playoff y jugué a gran nivel.
Iba y venía desde Orihuela cada día, era un viaje largo, pero estaba contento,
porque estaba en casa y era un sitio muy bueno, con un campo y una afición
espectacular.
¿Cómo es Alcoy? Son
alicantinos como Orihuela pero a la vez muy distintos.
Alcoy
es como si cogieras un campo y una afición del norte y la plantaras en medio de
la provincia de Alicante. Beben un líquido verde para calentarse antes de los
partidos, creo que licor de menta, porque allí hace un frío de cojones. No lo
llegué a probar, porque ese licor debe ser como el mate para los argentinos,
que sólo les puede gustar a ellos. Es una afición que anima a muerte a su
equipo. Disfruté mucho, aunque sólo estuve medio año. Aquello no es ni Valencia
ni Alicante, es más parecido al norte. Y desde luego no se parece a Orihuela.
Los alcoyanos son la típica gente que no te van a contar un chiste el primer
día, pero que a la larga valen la pena.
¿Pudiste vivir allí los Moros
y Cristianos? Tienen mucha fama
No
pude aquella temporada y tampoco después. Y mira que mucha gente de Orihuela va
a Alcoy en Moros. Pero conozco los Moros y Cristianos de Orihuela. Este verano,
después de una pandemia y ya retirado del fútbol, sí que los he vivido
intensamente, y casi muero en el intento.
Rescindes con el Granada en el
verano de 2013. ¿Cómo te da por mirar hacia el fútbol de otros países? ¿Es
porque no te salía nada interesante en España?
Antes
de terminar la temporada con el Alcoyano ya tenía bastante claro que quería irme
al extranjero. No quería volver otra vez a Segunda B para lo mismo de siempre.
Además, sabía que iba a ser muy difícil encontrar un equipo en Segunda. Ya
había estado dos temporadas en esa categoría y no había tenido suerte. Quería
algo nuevo. Si hubiera subido a Segunda con el Alcoyano quizás me habría
quedado allí, pero al caer en el playoff, tenía claro que quería salir.
Estuvieron siguiéndome desde Grecia en los últimos partidos con el Alcoyano, y definitivamente el Panthrakikos
se interesó en mí. Lo único que les pedí es que me igualaran el contrato que
tenía firmado con el Granada. Era Primera División, y un equipo que estaba
haciendo las cosas bien. Cuando me llegó la oferta, lo pensé poco.
El Panthrakikos juega en
Komotini, una ciudad de unos 50.000 habitantes en el noreste de Grecia, muy
cerca de Turquía ¿Qué tal esa Grecia?
Ya
sólo llegar a Komotini es complicado. Hay que hacer un vuelo Alicante-Madrid,
luego Madrid-Atenas, Atenas-Alexandropoli, y después en coche hasta Komotini. No
conozco mucho Atenas, pero las ciudades de Grecia donde he vivido son como
trasladarse a la España de los años 80. Están un poco atrasados. Todo es un
poco desastre, pero al final le ves el encanto a ese desastre. Komotini tiene
mucha influencia turca, y hay una mezcla de culturas bastante peculiar.
Háblame más de Komotini
Es
sobre todo una ciudad universitaria. Tiene la facultad más importante de Grecia
de ciencias del deporte. Hay mucha gente joven, mucha vida, lo cual es un
problema para los futbolistas... Lo pasé muy bien allí. Nos juntamos un grupo
muy bueno de varios portugueses, argentinos y españoles. El clima es un poco
frío, al estar en el norte. En invierno nieva, incluso. Pero se vive en la
calle. Es una ciudad parecida a Orihuela de grande, pero con una universidad y
mucho ambiente. Allí se come espectacular, además. Está muy bien, para lo
pequeña que es la ciudad.
Imagina que me organizas un
viaje a Komotini
Si
te tengo que organizar ese viaje, no iba a ser muy cultural ni de museos.
Seguro que alguna iglesia tanto musulmana como ortodoxa estaría bien, pero
sobre todo sería turismo gastronómico y de ocio. Es una ciudad para gente
joven.
¿Algún choque cultural que te
llamara la atención?
Allí
son muy religiosos, ortodoxos, y en el primer entrenamiento hacían la típica
bendición antes de que empiece la temporada. En España se suele llevar un ramo
de flores a la Virgen, pero allí se hace en medio del campo de entrenamiento,
con curas de estos a los que les llega la barba hasta la cintura. De repente
todo el mundo besando a los curas, no entendía nada… Tienen cosas muy
peculiares. Son vivencias muy chulas que te quedan para siempre.
La gastronomía
Es
difícil recomendar sólo un plato, porque se come super bien. Es de las cosas
que más echo de menos de allí. Está muy buena la melitzanosalata, que es una
ensalada de berenjena. También la bougatsa, que toman mucho para desayunar, y
que es un pastel típico con queso feta. Hay un montón de cosas allí que están buenísimas.
¿Qué balance haces de esos dos
años en el Panthrakikos entre 2013 y 2015? Metiste 10 goles en total y jugaste
mucho
Realmente,
lo mejor fue la primera mitad de mi primera temporada allí, la 13/14. Terminé
esa primera vuelta con ocho asistencias y seis goles, y sonaba para equipos
grandes de Grecia: el AEK y el Panathinaikos. En ese mercado de diciembre tuve
una oferta muy importante de Turquía, que mi equipo rechazó. Dijeron que me
venderían en junio. Pero ese mismo enero sufrí una lesión de cartílago, que
terminó de joderme la rodilla. Ya no jugué hasta la siguiente temporada, pero
con muchas molestias. Me costó coger la forma y ponerme otra vez bien. Esa
segunda temporada también jugué mucho, pero ya no al nivel de la primera.
¿Si tuvieras que elegir un
campo de todos los de tu carrera para jugar ahí como local, con cuál te
quedarías? ¿Y como visitante?
Sin
contar Los Arcos de Orihuela, para jugar como local me quedaría con el estadio
del Doxa Drama, un equipo histórico de la Segunda de Grecia, donde jugué en la
temporada 17/18. El estadio no era nada especial, pero tenían una afición
impresionante, que nos seguía a todos los campos. Eran los típicos locos que se
pasan cantando todo el partido. En cuanto al estadio con el que me quedaría
como visitante, sería el Apostolos Nikolaidis, del Panathinaikos. En ese campo
he vivido el mayor miedo de mi vida como visitante. Ganamos 1-2 pero allí te
caía de todo. Y el árbitro diciendo “sigan, sigan”. Me habría encantado jugar
de local en ese campo.
¿Alguna anécdota que refleje
lo caliente que es la afición allí?
Se
suspendieron varios partidos por amenazas a árbitros de aficionados. Yo no
llegué a pasar miedo. Pero en un partido en casa contra el PAOK, mi mujer me
dijo que sí llegó a pasar miedo de camino al campo, porque vino la afición del
PAOK a Komotini. Estuvo a punto de suspenderse ese partido.
¿Cómo acabas en Komotini y te
vas a Eupen ese verano de 2015?
La
cosa se puso muy complicada en Grecia, con un amago de corralito en el que
estuvieron los bancos cerrados un tiempo y sólo se podía sacar una pequeña
cantidad de dinero cada día. Eso, sumado a que hubo impagos y a que no me salió
ninguna oferta de algún equipo importante porque mi segunda temporada allí no
había sido tan buena, hace que me vuelva. Incluso me ofrecieron renovar por
bastante dinero, pero les dije que lo haría sólo si me pagaban lo que me
debían. No tenían dinero. De hecho, a continuación el Panthrakikos desciende y
la temporada siguiente desaparecen. Me quedo libre y me sale la opción del
Eupen, en Bélgica. Valoré que pagaban bien, porque es un club controlado por
los qataríes, y que Bélgica es un país bastante serio. Estuve en el Eupen entre
2015 y 2017.
Eupen es muy pequeño, ¿no?
Es
un pueblo super pequeño, en la zona alemana de Bélgica. Pero vivíamos todos
allí, porque era muy tranquilo y estaba cerca de todo: de Lieja, de Maatricht,
de Alemania… Si querías hacer cualquier cosa, te plantabas en media hora en
alguna ciudad importante. En Eupen, eso sí, no había nada que hacer.
Algo que te llamara la
atención del fútbol belga
Lo
que más me llamó la atención es cómo viven los aficionados el fútbol. Incluso
en segunda o tercera categoría, que son bastante flojas, todos los estadios
están acondicionados con sus restaurantes dentro, con una zona habilitada para
que los aficionados convivan, tomen unas cervezas… Si el partido era por la
mañana, lo veían y luego comían en el estadio y se quedaban allí hasta tarde.
Aunque el frío hace que no den muchas ganas de ir al fútbol, sus estadios están
muy bien, y hay bastante afición.
El Eupen era un equipo
gestionado por la Academia Aspire. ¿Eso cómo funciona?
Controlaban
varios equipos en Europa, con el objetivo de formar a sus futbolistas qataríes
y que estuvieran preparados para el Mundial de Qatar. Al final no les ha salido
muy bien… Creo que también tenían la Cultural Leonesa en España o el LASK Linz
en Austria. En el Eupen había ya varios españoles cuando llegué: Luis García,
Víctor Curto, Rodri, Ochoa, que acababa de retirarse, y ese año llegamos
Jeffren Suárez y yo. La primera temporada acabé muy bien, jugando mucho.
Subimos en los despachos en esa 15/16 porque el equipo que había subido no
tenía bien los papeles bien.
Háblame de Luis García como
compañero. En Murcia lo tuvimos y demostró ser un pedazo de profesional.
¿Qué
te voy a contar de Luis García? Un fenómeno en todos los aspectos: como
profesional, como persona, como futbolista... Un tío increíble. Acabó en
Bélgica supongo que por temas económicos, pero podría haber jugado más años a
alto nivel. Aunque fuera mayor, estaba físicamente siempre bien, nunca se
lesionaba. Era una locura. Con nosotros jugaba de mediocentro, pero llegaba al
área y hacía jugar a todo el mundo. Un espectáculo. Tuve la suerte de disfrutar
mucho de él, sobre todo la segunda temporada, porque su familia se volvió a
España y estábamos todos los días juntos. Era un genio. Ahora es entrenador, y
te aseguro que en menos de tres-cuatro años va a estar entrenando en Primera
División, porque veía el fútbol de una manera increíble. Ya verás como no me
equivoco.
¿Te contó Jeffren alguna
historia sobre el Barça de Pep?
Le
recordábamos a diario el quinto gol que marcó en el 5-0 al Madrid. Decía que
los entrenamientos eran una locura, y que si te tocaba estar dentro de un
rondo, era imposible salir.
¿Y qué hacías un día normal en
un pueblo tan pequeño como Eupen, cuando llegabas de los entrenamientos? ¿Uno
se pone a jugar al videojuego o algo así?
Siempre
cuento la misma broma sobre Bélgica: no es país para jóvenes. Supongo que
Bruselas o Brujas serán diferentes, pero la vida era complicada en Eupen.
Siempre desayunábamos en el campo antes de entrenar, y después de entrenar
comíamos todos juntos. Y ya después, para casa. Como siempre sobraba comida, yo
le llevaba un plato a mi mujer. Si echabas la siesta después, cuando te
despertabas, era de noche, y el día ya estaba liquidado. Algún día a la semana
íbamos a Aachen, una ciudad alemana universitaria que estaba muy cerca de
Eupen. O a Maastricht, en Holanda, a tomar un café y cenar por allí. Esas
ciudades estaban bien.
Por cierto, hablando de tiempo
libre y sin decir nombres, ¿has conocido algún futbolista que haya tenido por
ejemplo alguna adicción al alcohol? Está uno lejos de su casa, a veces sin su
familia, en un lugar desconocido… No es tan difícil caer en esas tentaciones.
No
tuve ningún compañero con adicciones. Pero Eupen era para hacerse adictos. La
cocinera del club, que tendría 22 o 23 años, nos contaba que pasó una época en
la que se bebía una botella de whisky todas las tardes, ella sola en su casa.
Allí el alcoholismo es muy alto. Tú te vas a un bar un día cualquier a las 8 de
la tarde, y te encuentras gente perjudicada. Sí he tenido compañeros adictos al
tabaco y a beberse 40 cafés. También algunos han salido más de la cuenta por la
noche. Pero compañeros que se pusieran a beber solos a media tarde no he
tenido.
¿Cómo decides volver a Grecia para
la 17/18 tras acabar en el Eupen?
Estuve
dos años en Eupen. El primer año fue muy bueno y terminé jugando todo. Pero la
segunda temporada no jugué tantos minutos. Los chavales jóvenes tenían preferencia,
porque buscaban venderlos. Termino contrato y deciden no renovarme. En un
principio pensaba que me iban a salir cosas mejores, porque había jugado
bastante bien en Bélgica. Pero de Bélgica no me ofrecen nada. Yo tenía un
contrato bueno allí, y mis aspiraciones eran altas. Aunque recibo alguna oferta
de España que me hace dudar, no sale nada, y firmo en septiembre en el Doxa
Dramas, un equipo de Segunda de Grecia que quiere hacer un proyecto fuerte para
subir a Primera. En Grecia siempre he estado encantado. Fue un verano donde
tuve pocas opciones de clubes, pero al final tuve suerte.
¿Te había enganchado ese país
y lo echabas de menos?
En
Grecia es donde más feliz he sido jugando al fútbol. Fue una época muy buena,
porque las cosas me salieron muy bien, estuve fenomenal con mi pareja, hicimos
muy buenos amigos. Me enganchó ese país. Sigo enganchado. En cuanto pueda,
quiero volver de vacaciones allí.
Además, creo que vuelves a la
misma zona de Grecia que Komotini, no? La más cercana a Turquía. ¿Cómo es
Drama?
Drama
es de Tracia, la misma provincia que Komotini. Drama es un poco como Orihuela:
una ciudad pequeña que tiene de todo, con mucha vida. Se vive muy a gusto. Es
todo lo contrario a Eupen. En Drama pasabas el día en la calle. La gente de
allí todavía me pide por Facebook que vuelva.
Vuelves a Orihuela en 2018.
¿Qué tal esa última etapa?
Sí.
Mi mujer me apretaba para volver a casa. Además, teníamos ya una niña que iba a
empezar el colegio. El Orihuela estaba en Tercera, pero me ofrecen un buen
contrato, y estar tranquilo en casa siempre pesa. En la primera temporada
conseguimos el ascenso después de varias temporadas en esa categoría, pero
luego me ‘mata’ la pandemia y el regreso, con un entrenador que no contaba
mucho conmigo. Terminamos bajando otra vez a Tercera y parecía que el club no
iba a seguir con vida, aunque luego sí fue así. Decido irme al Torrevieja.
Torrevieja y Callosa. El final de tu carrera deportiva
En
Torrevieja me cuesta mucho adaptarme. El cambio fue muy grande, en una
categoría muy baja. Paso a entrenar a las 20:30, y yo estaba acostumbrado a
entrenar por las mañanas, que es lo habitual en el fútbol profesional. No
conseguí adaptarme. Decido irme en Navidad, y el último día de mercado me llama
el Callosa para ver si puedo echar una mano e intentar conseguir la salvación.
Ahora, pensándolo fríamente, no debería haber ido. No me encontraba ya bien en
Torrevieja, pero bueno, intenté ayudar. Pero podía ayudar poco, ya.
¿Cómo va sintiendo un jugador
que ya está cerca la retirada? ¿En tu caso fue poco a poco o un día concreto en
el que te dices que hasta ahí has llegado?
En
mi caso, notaba que la retirada estaba cerca porque no disfrutaba yendo a
entrenar. No me apetecía. Sí me gustaba jugar los partidos, y competir, pero el
día a día se te hace muy cuesta arriba. Mi rodilla ya estaba diciendo ‘basta’.
Cada día me dolía algo. Ya no tenía ganas ni de estar con los compañeros en el
vestuario. Te vas dando cuenta de que ya no tiene sentido seguir jugando.
Oye, eso de las charlas de los
entrenadores en el descanso que hacen reaccionar en la segunda parte, ¿No es un
poco milonga? ¿Tú has estado en alguna charla de esas que hayas sentido que de
verdad os ha hecho reaccionar?
Si
me hablas de charlas emotivas, como motivación, pues lo mismo puede ayudar un
poco. Pero al final necesitas que un entrenador te dé soluciones. Si algo no
está funcionando es por un tema táctico o porque el equipo no está haciendo
algo bien. Lo importante es que el entrenador encuentre eso que no funciona y
lo solucione. Una charla motivadora o una bronca va a arreglar poco.
¿Recuerdas la mayor bronca que
te ha echado nunca un entrenador?
He
tenido que pensarlo bastante. Pero me acuerdo de una de Juan Carlos Garrido por
un fallo que tuve, jugando en el Villarreal B. Me sentó muy mal, fue delante de
todo el mundo. Yo le contesté. Fue un momento duro, aunque luego nos
reconciliamos. Al final, yo nunca he pasado desapercibido para los
entrenadores. O me han querido mucho o no me han querido nada. Es lo que tenía
mi forma de jugar.
¿Y el mayor piropo?
Muchos
jugadores rivales me decían que era el mejor jugador de mi equipo y que no
entendían por qué no jugaba en la élite. En fin, cosas que se dicen.
¿Es cierto el histórico
magnetismo entre futbolistas y dependientas del Corte Inglés?
La
época de las dependientas de El Corte Inglés la pillé tarde. Yo creo que eso lo
disfrutaron los jugadores de cinco o diez años más que yo.
¿Cómo es el otoño en Miranda
de Ebro?
Se
lleva bien. La gente era encantadora, y te ayudaban para cualquier cosa que
necesitabas. El medio año que estuve allí fue muy bueno a nivel humano. La
experiencia de jugar en Anduva y disfrutar de sus aficionados fue muy bonita.
Recuerdo que en Miranda de Ebro teníamos un bar donde íbamos siempre antes de
los entrenamientos, a tomar café. Todo era muy cercano. Éramos pocos
futbolistas los que residíamos en Miranda: casi todos eran vascos que venían
cada día desde Vitoria o Bilbao.
¿Qué experiencia tuviste con
los entrenadores durante tu carrera? ¿Quién es el mejor entrenador que has
tenido en tu carrera?
He
tenido muchos entrenadores, pero pocos que me hayan marcado. Cuando eres joven
no te fijas mucho en los entrenadores, no te fijas en si son buenos o no. Si el
entrenador te pone de titular, es el mejor del mundo. Y si no te pone, es un
hijo de puta. Pero cuando vas cogiendo experiencia, sí vas teniendo más
criterio. Destacaría a Asier Garitano. Lo tuvimos en el Orihuela y era un
espectáculo. Sólo había sido segundo entrenador en el Alicante con Bordalás,
así que era su primera experiencia como primer entrenador. Pero se le veía que
iba a llegar muy alto, como así fue. Su manera de transmitir, su manera de
jugar, su manera de trabajar… Todo muy bien. Tenía las cosas muy claras, sabía
explicar lo que quería y cómo lo quería.
¿Entonces Garitano no era tan
amarrategui como decían en el Leganés?
Todo
lo contrario. Con nosotros siempre insistía en jugar, en salir jugando desde
atrás. Todos los jugadores del centro del campo eran ofensivos. Siempre quería
tener la posesión y atacar mucho. Amarrategui se haría después (risas). La
verdad es que disfrutábamos mucho, porque jugábamos al ataque. Supongo que
cuando los resultados te aprietan, vas dando pasos atrás.
¿Qué es lo más importante en
un entrenador?
Le
he dado siempre mucha importancia a la capacidad de un entrenador para saber
llevar a las personas que forman un vestuario. Eso es lo principal. Debe saber
llevar el grupo y tratar a la gente.
¿Te motiva llegar a ser
entrenador profesional o sólo es un hobby lo de ahora?
Para mí lo más importante es que los chavales se lo pasen bien. No tengo ninguna motivación profesional, de momento. Sólo quiero seguir ligado al fútbol y pasármelo bien, y así está siendo, porque veo que ellos mejoran. Está siendo una experiencia muy bonita. Me hace recordar cuando yo era cadete o juvenil y sólo pensaba en pasármelo bien.
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