De sobra


Oliva B (@beandtuit)
Alcoyano, 2 ; Real Murcia, 3

En septiembre de 2022, al volver a sus clases de tenis después del verano, Martín se encontró con que tenía nuevo monitor, Rubén, uno de esos tipos de apariencia dura, sonrisa difícil y aire severo; un modelo clásico de instructor, vamos, de corteza arisca a primera vista. No fue fácil esa adaptación para mi hijo, con 9 años, el más pequeño de su clase, y poco acostumbrado a ese estilo rígido, tan en desuso en estos tiempos míster wonderful. O no creí yo que fuera fácil esa adaptación para mi hijo, más bien, porque en realidad se adaptó bastante rápido, en pocas semanas. Martín se amoldó sin problema a esa manera de llevar las clases sin juegos ni tonterías, a un estilo grave y disciplinado, pero que con el paso del tiempo va revelando una seriedad irónica, con un punto socarrón. Martín incluso se adaptó tan bien que, un año después, lo que empezó a preocuparle era no continuar con Rubén a la vuelta del verano. Pero ahí siguen este curso, también para deleite del grupo de padres que disfrutamos en la distancia de su manera de corregir infatigable, y de un humor con retranca que termina por ganarse el cariño de los niños. Entre sus ocurrencias, la que más nos llamó la atención desde el principio fue su costumbre, entre la gracieta y la extravagancia, de decirle siempre a los chiquillos que van a llegar, en ese momento crítico del tenis en el que el jugador no sabe si arrancar o no, si merece la pena luchar por llegar. “Llegas de sobra”, dice siempre, a todos, ante cualquier dejada o bola corta, ante cualquier bola, ya sea cómoda o imposible. Lo dice siempre. “Llegas, llegas, llegas”. “Llegas sobrao”. O “llegas de sobra, campeón”. Siempre, a todos, en todo ese tipo de bolas. Da igual que el chaval que tenga que llegar esté bien metido en la pista, o en la línea de fondo, o en el otro extremo, fuerísima. “Llegas de sobra, de sobra”. Da igual que el chaval sea rápido o que le cueste más arrancar; da igual, en realidad, que el chaval pueda llegar o no, que siempre habrá un “llegas de sobra” de Rubén, lo que provoca el cachondeo general de la grada, y la incredulidad de algún padre novato: "¿En serio le está diciendo al chiquillo que llega de sobra a esa bola?". Parecía su chiste estrella, pero una tarde, de pronto, lo vi. Fue en un “llegas de sobra” cualquiera, una tarde tonta de noviembre. Qué cojones cachondeo, pensé, qué cojones chiste. Qué bonito es tener a un tío diciéndote siempre que vas a llegar. Y de sobra. Qué mensaje más sano reciben estos zagales un par de veces a la semana, cuánto que aprender hay detrás de una aparente tontería. No he leído ‘Sapiens’, ni he profundizado demasiado en paleoantropología, pero detrás del progreso de nuestra especie debió haber un mensaje así que nos hizo triunfar frente al resto de homínidos. “Llegas de sobra” a escapar de ese león. “Llegas de sobra” a ese manjar de la copa del árbol, o a salvar ese precipicio imposible. Quizá fuera aquel un primer míster wonderful, el primigenio, uno serio, de apariencia dura y sonrisa difícil, que no te decía eso de que lo único imposible es aquello que no intentas; sino que llegabas de sobra, sin más. Y me parece una gran actitud ante la vida, la verdad, más allá de que a veces sea imposible llegar. Siempre hay que arrancar como si fuéramos a llegar. Y de sobra, claro.

El Murcia confirmó en Alcoy las buenas sensaciones que viene ofreciendo en las últimas semanas; sensaciones que, afortunadamente, han venido acompañadas de resultados, aunque ya sabemos bien que eso no siempre coincida. Pero el cambio entre lo que hace muy poco (principios de enero, por ejemplo) era el Murcia de Alfaro a lo que actualmente es el Murcia de Alfaro no es que sea importante o enorme, es que es absoluto: el Murcia de antes no era un equipo de fútbol y el de ahora lo es. Ser o no ser. (Nota del cronista: quizá esta temporada sería buena para valorar que no es fácil llegar a ser un equipo de fútbol, sobre todo para no volver a destruirlo, como hicimos este verano). Ahora, en su condición de equipo de fútbol, el Murcia puede por fin mirarse al espejo y empezar a preguntarse cosas. Sabe lo que es, ha empezado a tener una identidad. Antes no era y ahora es. No hay grises en esto, ya digo, es un cambio radical, y por eso nos ha cambiado todo de un día para otro. Ha cambiado nuestras caras, nuestros sueños, nuestras miradas, el tono de nuestra voz. Ahora preparamos el desayuno con más cariño. Ahora queremos incluso hablar del Murcia, que nos pregunten, cruzarnos con murcianistas, palpar otras ilusiones. Y, como estamos en racha, ocurre, todo sale; ahora los goles entran después de rechazar en varios rivales y ahora nos cruzamos con murcianistas con los que queremos cruzarnos. El lunes, dos días después de Alcoy, me abordó un clásico por la calle Correos, en uno de esos cruces apresurados de dos palabras, pero que terminó con la pregunta que empieza a flotar en el ambiente con este resurgir. “¿Llegaremos, Oliva? ¿Llegaremos?” Y, aunque respondí con prudencia y tirando de tópicos y de dudas (esto es muy largo, amigo; nunca se sabe; partido a partido y ya veremos en abril), en cuanto nos despedimos no pude dejar de acordarme de Rubén, de tantas tardes viendo a esos zagales entrenar, de tantas tardes escuchando a ese tío y su mensaje claro, sano, directo. No hay otra respuesta posible, pensé, con una sonrisa tonta en la cara. De sobra, hombre. Llegamos de sobra.

Real Murcia: Gianni Cassaro; José Ruiz, Marcos Mauro, Alberto González, Marc Baró; Sabit, Martin Svidersky, Isi Gómez (Amin, 77'); Loren Burón (Víctor Rofino, 87'), Dani Vega (Juanmi Carrión, 66') y Carrillo.

Goles: Todos tras uno o varios rechaces y/o rebotes varios. De sobra.

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