Cuando zarpa el amor


Oliva B (@beandtuit)

Murcia, 0; el Murcia, 1.
“¿Molestan los triunfos del Real Murcia?”, se pregunta don Antonio Aullón en la página 126 del tomo IV de su Historia del Real Murcia. “Sí, parece como si molestaran los triunfos del equipo grana a un buen número de aficionados que presumen de murcianos”, se responde don Antonio, bastante convencido. “Es algo que se palpa en el ambiente”, continúa Aullón, a propósito de las disputas que se producen en la Comisión encargada de una remodelación de La Condomina que nunca llegó a hacerse, como tampoco la gran Ciudad Deportiva que se proyectaba. Lo escribía en marzo de 1986, poco antes de que el Murcia ascendiera a Primera como campeón destacado, en mitad de la mejor década de la historia del equipo. “Las cosas del fútbol y, sobre todo, las cosas de nuestra ciudad donde, ya lo hemos dicho en otras ocasiones, siempre hay algunos a quienes parece que molestan los éxitos de otros”, insiste Aullón poco después, en la página 143 de ese tomo cuarto tan glorioso. Plantea don Antonio esas cuestiones en mayo de ese mismo año, después de un ascenso brillante, ojo, cuando el Murcia era la hostia en verso. Y lo dice el señor que más había vivido al Murcia, el que más lo había visto, el que más había escrito del Murcia. ¿Molestan los triunfos del Real Murcia en Murcia?, dice el tío en 1986, y al leerlo hoy uno siente ese escalofrío que sentimos al leer una verdad incómoda, una verdad de esas que duele tanto que no queremos ni aceptarla.

El Murcia cerraba 2019 con una de las mejores victorias de su historia, un triunfo económico histórico, anunciado en una rueda de prensa memorable en la que se hacía oficial que, de momento, seguiremos jugando partidos cada fin de semana. Casi sobre la bocina, el Murcia evitaba la liquidación por incumplimiento de las obligaciones del proceso concursal, tras negociar con 171 acreedores. Desde que entró en ese concurso en 2009, al Murcia se la ha dado por muerto casi todos los veranos y algún que otro invierno; y de vez en cuando, también, en mitad de cualquier otoño, incluso en algún despertar de la primavera. No teníamos futuro, estábamos desahuciados, muertos, desaparecidos, para qué seguir vivos: seamos prácticos, fundemos, refundemos, dejemos el escudo caer. Hemos leído y escuchado de todo, nos han descendido en los despachos a dedo, hemos visto botellas de champán destinadas a celebrar esa muerte, hemos soportado la maldita presión del “o se sube este año o desaparece”, hemos sido aún más desangrados desde dentro por los que supuestamente venían a salvarnos. Y seguimos jugando partidos. Ya salimos con vida de la crisis de los 90, que nos alcanzó de lleno y con otro descenso administrativo incluido, claro, cuando aquella conversión en sociedad anónima se llevó por delante a varios equipos; y de momento resistimos también a la crisis de aquellas sociedades anónimas deportivas, ese maravilloso invento que vino para salvar a los clubes y terminó arruinándolos aún más a costa del enriquecimiento de sus dueños. Hemos pillado todas las crisis modernas, y antes pillamos casi todas las antiguas, según se desprende de la historia de Aullón. Y seguimos jugando partidos, seguimos empeñados en jugar nuestro partido de cada fin de semana. Aún queda para salir completamente vivos de esta última crisis, pero por este camino iniciado debería haber luz al final del túnel, por el camino de la gestión eficiente, la austeridad, el cumplimiento con las administraciones y un proyecto deportivo sostenible, autosuficiente, que apueste por fin por la cantera, unido a la fuerza de un murcianismo cada vez más sólido y numeroso, que va incluso más allá de los 11.000 socios y los 22.000 accionistas repartidos por todo el mundo. Un camino sensato, en definitiva, que debe llevarnos a un acuerdo con Hacienda que garantice la supervivencia juguemos donde juguemos, en Segunda B o en la A, incluso en Tercera, que garantice lo único importante: seguir jugando partidos cada fin de semana. Es imposible no mirar al Murcia de noviembre de 2018 y al Murcia de 14 meses después y no sentir que hemos ganado el partido más importante. Es imposible no sentir que algo muy grande se está fraguando, que estamos ante el Murcia más ilusionante de siempre, pero que eso sólo se puede forjar a fuego lento. Es imposible no sentirlo al ver el trabajo de Adrián Hernández, el Jürgen Klopp de Churra; al escuchar cómo transmite y cómo es capaz de trasladar al terreno de juego los valores de ese nuevo Murcia: humildad, entrega y responsabilidad, y desplegados por gente de la tierra, o vinculada a Murcia, o comprometida con esta aventura apasionante de construir algo grande. Un proyecto que, ojo, ya se ha llevado un título sobre el césped, ya da señales futbolísticas en pocos meses, y con nueve murcianos en el terreno de juego. Un proyecto a largo plazo, pero que en poco más de un año solo ha sumado triunfos dentro y fuera del campo. 

Y, sin embargo, Murcia parece seguir dudando. Como si aquella verdad incómoda que pronuncia el maestro Aullón en la página 126 del tomo IV de su Historia del Real Murcia estuviera más viva que nunca, Murcia se lanza a vaticinar sufrimiento, y un descenso si no hay refuerzos; Murcia quiere fichajes, Murcia quiere inversores, Murcia parece querer errores del pasado. Murcia quiere subir mañana, si puede ser, o pasado como mucho, pero subir pronto, sólo vale subir; Murcia sigue sin tener paciencia y no deja trabajar, y no solo envidia el triunfo, sino que condena el fracaso, sobre todo condena el fracaso: Murcia es incapaz de perder, Murcia nunca pierde y por eso nos aparta en la derrota. ¿Qué nos dice Murcia a los murcianistas cuando pierde el Murcia? ¡Vaya un Murcia que tienes! Las cosas de nuestra ciudad, que decía don Antonio. ¿Molestan los triunfos del Real Murcia? Nada puede extrañarnos. El gran enemigo del Murcia somos nosotros, el gran enemigo está dentro. El rival histórico del Murcia, el derbi de toda la vida, es el Murcia contra Murcia. Y nada puede extrañarnos, ya lo vio usted, don Antonio, y eso que no llegó a ver todo lo que vino después de su muerte, comenzando en los 90, con esos proyectos nacidos para suplantar al Murcia cuando muera, “como el Málaga”. Y siguiendo por aquel equipo de Quique Pina, fuertemente arropado por Murcia cuando se acercó a Primera, incluso por socios del Murcia, porque era un equipo que ganaba, un equipo de éxito y murciano, ¿cómo no ser del Ciudad de Murcia? ¿Pero tú estás loco? ¿Cómo no eres del Ciudad, si gana? Y terminando por una universidad (una de Murcia) que inició su proyecto de fútbol profesional justo el entrar el Murcia en concurso; una universidad (una de Murcia) que guarda silencio incluso cuando toda Murcia apoya al Murcia, y que intentó hacer, con dos cojones y un palo, catedrático extraordinario a uno de nuestros verdugos. Nada extraña, Antonio, nada, nada extraña en Murcia, nada nuestro nos puede extrañar, nada de lo que somos. Y nada nos extrañará de lo que venga ahora después de ese triunfo histórico con el que cerramos 2019, nada nos extrañará en la tierra donde molestan los éxitos de otros. Histórico, sí; porque histórico no solo para el Murcia, sino en el mundo del deporte, es todo lo que nos ha ocurrido en estos últimos 14 meses. Porque al Murcia no lo ha salvado un jeque, ni un empresario, ni un pelotazo, ni el apoyo directo o indirecto de las administraciones. Al Murcia lo ha salvado el murcianismo. Ojalá lo hubieras visto, Aullón. Nunca me he sentido orgulloso de ser murciano, ni mucho menos de ser español, porque somos de donde nos toca ser, y creo que en todos los sitios, absolutamente en todos, hay un porcentaje de hijosdeputa similar. Pero en estos 14 meses sí podemos sentirnos orgullosos de ser murcianistas, porque un puñado de murcianistas son los que han obrado el milagro de la salvación, y lo han conseguido por su buen hacer, con su trabajo desinteresado y con su amor por el Murcia. Un puñado de murcianistas, y los miles que los han respaldado, que ha creído que era posible lo que Murcia dejaba caer. Con amor y trabajo. Daniel Moreno, Emilio García y Antonio Ruiz han sido los tres últimos goleadores, los héroes de ese último título. Pero ahí está el trabajo de Chema Almela y de Francisco Cobacho, el de Álvaro Ruiz y Paco Martínez Rivas, el de Josué García, Emilio Molina y Enrique Baeza, el del otro Antonio Ruiz, el de José Joaquín Iniesta, el de José María Pliego (multiplicándose en todas las zonas del murcianismo), y el de tantos otros nombres y apellidos murcianistas; el de todas las peñas implicadas, el de todos los que han apoyado y empujado en algún momento, el de esos locos que no han dejado de hacer 1.800 kilómetros un domingo cualquiera para que el Murcia nunca esté solo, jamás, en ningún campo de España. El de todos los que se han empeñado en no dejar caer este escudo, cuando lo lógico y lo útil y lo práctico era tirar la toalla. Ojalá hubieras visto todo esto, Aullón, ojalá hubieras visto dónde podemos llegar cuando zarpa el amor. El Murcia le ha vuelto a ganar a Murcia, en ese extraño derbi fraternal que tanto nos duele y del que usted ya escribió. Y seguiremos jugando partidos cada fin de semana; celebrando cada victoria, algún empate y muchas derrotas, todas las que vengan, porque formarán parte de este milagro que nos mantiene vivos. 

9 comentarios:

  1. Sin palabras... simplemente excelente.

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  2. Impresionante pero que voy a decir yo, solo esto es murcianismo

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  3. Enorme. El Murcia sigue vivo también gracias a artículos tan bellos como este. Imposible no sentir lo mismo. Muchas gracias.

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  4. Cuando zarpa el amor (canción preferida de Adrián Hdez., un gran loco del Real Murcia) dice 'Dime que sientes lo mismo que yo...'eso es, Oliva, lo que ciertamente dejas sentir en este artículo; excelso artículo que puede servir de texto guía a cualquiera que quiera conocer e incorporase a este gran sentimiento que es el REAL Murcia. Hoy hemos perdido ante el Leganés, y muchos han desfilado antes del fin del partido -no como en en nuestra casa de la Puerta de Orihuela para poder salir del campo sino para no sucumbir en el predecible atasco (algo por tanto ya también intrínseco al devenir de este equipo)-, pero muchos más nos hemos quedado y aplaudido y cantado...porque nos hemos quedado con todo lo sufrido y ganado hasta poder llegar a hoy, y así se lo hemos agradecido... ¿o es que ha sido fácil/alguien se lo esperaba?...parafraseando a este ejemplar Artículo.
    Para escribir, Oliva, lo que has escrito, hay que amar y sentir al REAL Murcia de corazón, has mencionado a D. Antonio Aullón, así como el maestro Ibarra mencionaba a los clásicos en sus escritos/locuciones/interpretaciones; ambos han sido personas que han conocido, sentido, querido, y, por ende padecido, durante mucho tiempo al REAL Murcia; leyéndote a ti me vienen al recuerdo, y creo que eres perfecto y digno merecedor sucesor de ellos. Sigue escribiendo, Oliva, tienes y tendrás fieles seguidores murcianistas que leyéndote quieren/queremos seguir sintiendo murcianismo de verdad, del bueno, del que podemos llenar un barco que zarpe muy muy lejos...tanto como nos deje el amor.

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  5. Fantástico. Es así, tal cual. El Real Murcia sigue venciendo a Murcia.

    Y muy grande que solo hagas referencia al señor Aullón, 101% murcianista.
    Otros "maestros" no dudaron en arrimarse y hasta regocijarse en esos clubes inmobiliarios y universitarios que surgen de manera dolorosa y traidora.

    Uno murió porque consiguió su fin especulativo y el otro probablemente perdure porque le sobra el dinero pero está y estará SOLO. Cuenta con el apoyo de 4 interesados y otros 4 resentidos que rinden pleitesía al "cardenal" pero al resto ya no los engaña. Ni por supuesto a los murcianistas de verdad.

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  6. Enhorabuena por este magnífico artículo, tan acertado y bien escrito como siempre.
    El único pero es que no cita usted a Paco Tornel quien ha apostado mucho a nivel personal y económico por este nuestro Real Murcia, y al que se le debe reconocer su valentía y amor desinteresado por el Real Murcia. Gracias a todos los que están, gracias también a todos los que no se citan pero han trabajado mucho y muy duro por esta gran victoria y sobre todo gracias a Paco Tornel por haber creído y por haber dado tanto.

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