Trasteros especiales, y otros menos


UD Logroñés, 1; Real Murcia, 0
En nuestra memoria hay un trastero destinado exclusivamente al Logroñés (el clásico), un trastero con un cartelito en la puerta donde se lee 'Logroñés y Las Gaunas', un trastero en el que hemos guardado recuerdos de todo tipo, cromos, fragmentos de Estudio Estadio, galopadas del Tato Abadía, empalmes de Polster, y el secreto para diferenciar las franjas de su camiseta de las franjas del Athletic. En ese trastero hay quinielas de los 80 esparcidas por el suelo y marcos antiguos con fotos de Iturrino, Sarabia, Dulce, un David Vidal cuarentón, el presidente Eguizábal y hasta de Óscar Ruggeri. También hay un manual sobre cómo embarrar un campo sin necesidad de que llueva. Es un trastero que huele a infancia y a felicidad, y que me temo que no volveremos a abrir nunca.

Desde hace poco hay otro trastero en nuestra memoria, con un cartelito en la puerta donde se lee 'Nuevo Logroñés y Nuevo Las Gaunas', no confundir un trastero con el otro, jamás meter las cosas de este nuevo Logroñés en el viejo trastero, eso sería imperdonable, eso sería profanarlo. En el trastero de la Unión Deportiva Logroñés (el nuevo) huele muy diferente que en el del Club Deportivo Logroñés (el clásico), huele a limpio, a plástico, y sólo hay estanterías vacías y alguna taza de Audrey Hepburn comprada en los chinos. Ése es el trastero impersonal que nos toca abrir ahora y ése es el trastero en el que nos toca guardar un nuevo 1-0 gélido en la recta final, el castigo favorito del norte para el Murcia últimamente.

¿Eres tú, Las Gaunas? ¿De verdad eres tú? Eso se preguntaba uno aferrándose al recuerdo de estadio semisoviético que brotaba del trastero antiguo. En las imágenes que nos llegaban del partido descubrimos un estadio cómodo, moderno, con buen césped; un estadio de los de ahora. En el recuerdo, el viejo Las Gaunas humeaba, tenía verjas verdes altísimas que parecían traídas de un campo de concentración, y porterías con palo interior, como El Helmántico o El Plantío. Sí, ese palo mágico que se curvaba y que regalaba toda una variedad de goles que hoy ha desaparecido: el gol en el que el balón rebota en ese palo y sale despedido sin llegar a tocar la red, o el gol donde el balón queda atrapado entre el palo interior y la red, por no hablar del supergol imposible y estéticamente inigualable, que consistía en clavarla por la escuadra golpeando exactamente el tramo del palo interior donde empezaba la curvatura, ¿sabes? Sí, hombre, el tramo donde el palo empezaba a bajar. Recuerdo que Óscar García consiguió ese supergol imposible y estéticamente inigualable en el Albacete, a principios de los 90. Pero ese gol ya no existe más que en trasteros de nuestra memoria, como el viejo Las Gaunas.

En el nuevo Las Gaunas había espacio por todas partes, un espacio insultante en la grada semivacía, en el terreno de juego, en las bandas. El estadio respiraba demasiado, se asfixiaba en su amplitud, mientras que en el viejo Las Gaunas, la opresión y el apelotonamiento hacían que el estadio viviera y burbujeara: precisamente porque en ese estadio no se podía respirar, ningún estadio respiraba tanto como Las Gaunas. El linier tenía apenas medio metro de césped por el que correr, y cuando Abadía iba a sacar un córner, un aficionado podía darle un masaje de hombros mientras le susurraba al oído que la pusiera al segundo palo, que seguro que llegaba Mandía. Ah, cómo nos habría gustado perder por 1-0 ante riojanos de mofletes coloraos agolpados tras una verja, ante riojanos que agitaran esa verja y bramaran como orcos cabreados, "¡Murcianos! ¡Eh, murcianos!". Pero no. Perdimos 1-0 en Las Gaunas sin achuchones, sin encerrona, sin patatal... Un 1-0 soso del siglo XXI.

Así estuvo el Murcia en Logroño: soso, plano, flojeras. Por primera vez dio la sensación de que se conformaba con el empate, de que estaba dispuesto a firmar documentos que le permitieran salir de allí lo antes posible sin mayores daños; pareció que le estaba valiendo un partido tan feo como el que salió. No hubo ocasiones muy claras para ninguno, pero arriba ellos enseñaban los dientes y nosotros bajábamos la mirada. Bajamos también la guardia al sacar el balón jugado, porque lo hicimos demasiadas veces y con demasiados riesgos: no se me olvida un caño suicida de Pumar en la primera parte. A falta de quince minutos para el final, una de esas temeridades salió mal, y entonces uno de los lobos de Pouso se abalanzó sobre nuestra yugular. Era lo que habían estado buscando todo el partido, y se lo servimos en bandeja. Una vez recibido el zarpazo, todo pareció decidido, porque el Murcia anda anémico y falto de fuerzas. 

Hay dos formas de enfocar la situación del Murcia: lamentándonos porque el Oviedo se nos ha escapado y porque va a haber que sufrir por meterse en el playoff, o valorando que un equipo que lleva seis goles menos que el Astorga (decimoquinto clasificado) y dos menos que el Sporting B (en puestos de descenso a Tercera) está entre los cuatro primeros a estas alturas de temporada, con todas las opciones de ascenso intactas. El problema viene siendo cacareado desde hace mucho, pero ha terminado por ser innegable: no metemos goles, y ahora, además, nos cuesta mucho crear ocasiones. Prácticamente agotados los milagros salvadores de Acciari y Arturo, las carencias de este equipo arriba han quedado desnudas: llegamos a los últimos metros del campo rival, merodeamos, pero una vez en esa zona divagamos en vez de meter mano. Tenemos la malicia y la agresividad de un político de Ciudadanos.

No puedo acabar sin agradecer una vez más ese milagro de las ciencias audiovisuales o informático-audiovisuales que nunca terminará de asombrarme: resulta que unos tipos llevaron cámaras a Las Gaunas y nos permitieron ver al Murcia desde casa por sólo tres euros. Magos. Genios. Chamanes. Con toda probabilidad ha sido el primer partido del Murcia en Las Gaunas que ha sido televisado en toda la historia. Yo me quito el sombrero, me lo pongo y me lo vuelvo a quitar. Yo me pongo dos sombreros, uno encima del otro, y primero me quito el de arriba y luego me quito el de abajo. Bravo por el narrador y el comentarista, ambos logroñeses, que con su objetividad supieron mantener alejado el fantasma de la amenaza de muerte por parte de algún espectador murciano. Y bravísimo por la entrevistadora a pie de campo y en el palco, Purificación Peláez, la así llamada Pury Peláez. que pasa a ser considerada oficialmente Miss Grupo Vaques, y cuya sonrisa sigue tambaleándonos. Gracias, Pury. No termino de comprender la elección de esa 'y' en la abreviación de tu nombre, pero eso da igual: cuando abramos ese trastero y recordemos este partido tan gris, es tu imagen de eslava risueña la que nos salvará.


Real Murcia: Crespo, Albiol, Jose Martínez, Prieto, Pumar, Armando (Rubén Sánchez, 75'), Acciari (Saura, 85'), Jairo, Arturo (Garmendia, 62'), Javi Flores y Gerard Oliva.
Goles: 1-0. Menudo (72').
Luis María Valero  @Mondo_Moyano  torremendolliure@gmail.com

1 comentario:

  1. No vi el partido pero lo has narrado de maravilla y me he hecho una idea de como se desenvolvió el encuentro, enhorabuena

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