Árbol de Navidad


Oliva B (@beandtuit)
Real Murcia, 1; Intercity, 1

Si lo miras sin detenerte demasiado, y a cierta distancia, parece un árbol de Navidad. Pero si te acercas y te fijas un poco, verás que en realidad sólo es un soporte metálico formado por cuatro patas y un tronco del que cuelgan cientos de ramas de plástico. El soporte sirve de base estable para el tronco, que tiene distribuidos verticalmente una serie de huecos en círculo de colores diferentes, lo que facilita el montaje. De cada uno de estos huecos cuelgan seis varillas que, conforme se acercan a la parte más alta del árbol, disminuyen su tamaño, de modo que el conjunto final parezca, en efecto, un árbol de Navidad. Además, de cada varilla quedan enganchadas 10 o 12 ramas de PVC, que se despliegan con un mecanismo de apertura en paragua, para crear un bloque final de unas 300 ramas, que se corona por una copa formada por otra veintena de ramas de ese PVC verde y una estrella de plástico arriba. Lo decoran medio centenar de bolas, plateadas y doradas, sobre todo, junto a un montón de detalles acumulados durante los últimos diez años: adornos navideños comprados en viajes o mercadillos, otras bolas regaladas, una estrella de Oriente, algún otro adorno con forma de árbol, o de reno, y hasta un escudo del Murcia que queda fantástico en mitad del árbol. Si te acercas un poco más, si lo miras muy de cerca y estás muy atento, escucharás una historia, una más, una de tantas. La historia de un árbol que se levanta cada año hacia el puente de diciembre; la del ritual de cada navidad junto a los abuelos para montarlo: las cajas, las ramas, los adornos, el Belén. Un millón de sonrisas. Un montón de recuerdos como pegados a esas hojas de PVC. Un puñado de ilusiones anuales, muchas fotos, tarjetas navideñas, una pandemia, regalos de Reyes y un niño que al principio apenas llegaba a las primeras ramas y ahora es capaz de poner la estrella en lo alto de la copa. El amor que se va tejiendo con los años, los abrazos, la cotidianidad, tantos instantes felices reunidos junto a ese montón de plástico con un soporte metálico. La magia de aquellas cosas a las que damos sentido y que terminan dándonos sentido a nosotros. Y de repente, un año, sin avisar, el árbol también pasa a ser dolor. La ausencia, que se hace presente en el dichoso arbolico. El peaje que la vida se termina cobrando. Un recuerdo doloroso que, con el paso de los años, se irá llenando de matices, pero no se librará de pena cada vez que haya que poner en pie el árbol, año tras año. La alternativa, ya sabes, es intentar verlo sin detenerte demasiado, a cierta distancia. Como si sólo fuera un montón de plástico con forma de árbol de Navidad. 

Si lo miras sin detenerte demasiado, y a cierta distancia, parece un partido de fútbol de finales de año, uno más. Un Murcia-Intercity, dice el videomarcador. Si te acercas y te fijas un poco, verás a 22 futbolistas corriendo, diez con camiseta roja, diez con camiseta negra y un par con camisetas algo más coloridas, que además llevan guantes y corren menos. Todos se mueven con cierto orden detrás de un balón, que intentan meter dentro de un espacio rectangular delimitado por tres palos, de 7,32 metros de ancho por 2,44 metros de alto. Pero si te acercas un poco más, si lo miras muy de cerca y estás muy atento, escucharás cientos de historias, algunas muy parecidas, pero todas diferentes. Historias que hay pegadas al escudo que llevan los de rojo. Si abres bien los ojos, verás una pequeña historia más para cerrar otro año. El ritual de la llegada al estadio, el saludo cómplice con los vecinos de grada, el sonido del gol, los abrazos, el grito lejano de Alberto, los nervios, el clásico cruce con Pepe durante el descanso, palabras tópicas y esperanzadas de mitad de temporada con alguno de toda la vida, el miedo, la última ocasión que siempre llega en el descuento, el brillo en la mirada de tantos murcianistas que casi se puede descifrar como un deseo: "este año es el año". Miles de sufrimientos por si ese balón entra o no a una u otra portería. Gente que no duerme, gente que no come: todo por eso que sucede en el campo. La magia de aquellas cosas a las que damos sentido y que terminan dándonos sentido a nosotros. Un árbol centenario que hemos levantado juntos durante generaciones y que hemos sostenido cuando se venía abajo. Parecían 22 tíos detrás de un balón, pero es en realidad una trama de historias y recuerdos, un amor que se va tejiendo con los años, una fe inquebrantable, miles de ilusiones; y también es el dolor y el sufrimiento que todo eso arrastrará. Pero la alternativa, ya sabes, es intentar verlo sin detenerte demasiado, a cierta distancia. Como si fuera un simple partido de fútbol. Porque si te acercas un poco más, estás perdido. Verás que un montón de plástico se puede llenar de vida y que once camisetas con el mismo escudo son capaces de quitarte el sueño y poner en pie un árbol centenario. Si te acercas un poco más, te tocará seguir levantándolo, año tras año, temporada tras temporada. Te tocará seguir llenándolo de recuerdos.  

Real Murcia: Gazzaniga, Jorge Mier, Saveljich, Alberto González, Cadete; Jorge Yriarte (Boateng, 72'), Moha (Toral, 61'); Carlos Rojas (Larrea, 75'), Juan Carlos Real, Loren Burón (Pedro León, 61'); y Raúl Alcaina (Pedro Benito, 72').

1 comentario: